El Maison Fournaise es restaurante a orillas del Sena, en París. Por fuera da la sensación de ser un restaurante más de la capital francesa. Por dentro, parece sencillo –aunque nada en París lo sea realmente–.


Este pequeño local es también un museo, y se encuentra en la Isla Chatou, también llamada Isla de los impresionistas. Se le dice así porque en el siglo XIX varios de los pintores más importantes de la época se pasaban horas allí mirando el río, tomando vino, conversando y pintando.
Y uno de ellos fue Pierre-Agusute Renoir, que pintó dos veces este lugar.


La primera es de 1881 y la segunda de 1875, aprox. Dos escenas a diferentes horas del día, mismo lugar.
En la primera pintura, los tipos con los gorros amarillos son los boteros, que ofrecían paseos románticos por el Sena. Aquí, se tomaron un descanso y se sentaron con un botellón de vino y algunas uvas para acompañar la media mañana. En la segunda, la escena parece ocurrir un poco más tarde, pero también vemos a un botero descansar con cigarro en mano mientras disfruta de una copa de vino.
Se respira bohemia en estos dos cuadros, y tiene sentido: ese restaurante, dicen, no cerraba nunca. Durante el día los jóvenes franceses disfrutaban de los paseos con largas paradas a almorzar lo mejor de la cocina francesa, y algunos se quedaban hasta los bailes nocturnos que duraban hasta el amanecer.
Un buen local a orillas del río, diríamos hoy. Pero sigamos río abajo hasta llegar a otro buen local a orillas del río Sena, ahora acompañados de Renoir y su buen amigo Claude Monet. A ambos les encanta pintar al aire libre, y lógicamente, en verano.
Se trata de la île de la Chaussée, o isla de la calzada. En esta isla del Sena, además, hay una atracción para la bohemia francesa del siglo XIX: un restaurante flotante llamado La Grenouillére (el estanque de las ranas). Pierre Auguste Renoir y su amigo Monet, se lanzan a un desafío: quién puede pintar mejor este bello restaurante veraniego.
A la izquierda, Renoir; a la derecha Monet.


Mientras la de Renoir tiene pinceladas más cortas, la de Monet son un poco más largas. Los colores de Renoir parecen más oscuros, un poco más opacos, mientras que Monet quería capturar el azul del agua. Aunque Renoir igual pintó lo que iba desde el puente a la izquierda.

Aquí nos encontramos de nuevo con el Renoir más conocido, el de los colores cálidos que huelen a verano y primavera. El pintor al que se le notaba desde lejos que le gustaba la vida, y al que muchas veces calificaron de hedonista.
Y no era para menos: a pesar de que sus primeros años pasó penurias económicas (no venía de una familia acaudalada como la mayoría de sus colegas), Renoir logró hacerse famoso gracias al Salón de los Rechazados, una galería de arte donde los pintores que no lograban entrar al Salón oficial de la academia, exponían.
Allí cayeron Renoir y sus amigos impresionistas, obviamente. Gracias a esto pudo vivir tranquilamente de pintar paisajes, mujeres, bohemia, flores y comida.









Y todo en verano, porque no recuerdo haber visto en mi vida una pintura de Renoir donde hiciese frío.
Por algo se mudó cerca del mar Mediterraneo cuando se hizo viejo, en 1892. Para ese entonces había desarrollado una fuerte artritis en sus manos, aunque esto no le impidió seguir pintando. Tal vez lo que mejor refleja esos últimos años en La Collette, sea su película homónima, en la que también aparece su hijo, el director de cine Jean Renoir.