El mundo contemporáneo del arte es tan especializado que, a veces, cuando nos encontramos con pinturas que no siguen ningún canon académico o movimiento particular artístico, se sienten como una ventana abierta que airea una pieza oscura.
Es la sensación que dan las pinturas de Maud Lewis. Y es que su historia personal explica bastante bien por qué vemos lo que vemos en sus pinturas.
Lewis nació y vivió toda su vida en la región canadiense de Nueva Escocia, bien alejada de todo. De ahí vienen los temas de sus pinturas: paisajes llenos de lagos, costas, árboles y animales. Casas campestres y una vida casi bucólica.
Lewis sufría de artritis reumatoide, y para mantenerse tuvo que buscar un trabajo como ama de casa de un vendedor ambulante de productos agrícolas, con quien se terminaría casando. La historia se cuenta con más detalle en Maudie, una película protagonizada por Sally Hawkins y Ethan Hawke. Muy recomendada.
Y allí partió todo: Maud empezaría a pintar las murallas de la casa donde trabajaba, para tratar de imprimirle un poco de alegría a su día a día.
Hasta que un turista en los años 60 pasó por fuera de su casa, donde Lewis vendía sus pequeñas pinturas por dos dólares. Y la locura comenzó: un escritor escribió un reportaje sobre ella en una revista, luego la CBC la entrevistó y, al final, no pudo satisfacer la demanda.
Ahora sus cuadros se venden por más de 20.000 dólares.