Un capricci o capriccio, es, como su nombre te deja adivinar, un capricho del pintor. Es un fantasía arquitectónica o un paisaje semi inventado; puede ser también una escena donde se combinan elementos imposibles, por ejemplo un Panteón de estilo griego o romano en un paisaje idílico. Como este, de Giovanni Paolo Panini:
El Panteón romano rodeado de columnas, estatuas y otras ruinas no son totalmente fantásticos –todos son elementos que se pueden encontrar con relativa facilidad en Roma, incluso hoy en día– pero la composición del cuadro sí lo es.
Y uno de los que aprendió esta técnica y la convirtió en su poética, fue Hubert Robert, pintor francés que ligerito se mandó a cambiar a Roma, donde pasó 11 años en la Academia Francesa de Pintura y otros tantos como aprendiz en el taller de Paolo Panini, aprendiendo el arte del capricho.
Se hizo experto en jardines y ruinas romanas, Coliseos, columnatas, e incluso esos cipreses tan característicos de la capital italiana. Se dio el lujo de representar eventos semi-históricos, como el día que encontraron la escultura del Laocoonte en 1506, un incendio en Roma o la transformación del Louvre.
Y están las ruinas. Además de un artista del capricho, Robert era un romántico –en el sentido artístico, aunque quién sabe si también le gustaba regalar rosas y cajas de chocolates–. Y era un romántico de las ruinas, que se convirtieron en símbolos melancólicos de una grandeza que ya no existía; la fragilidad de la civilización humana. Fueron parte central del movimiento romántico, desde Piranesi hasta Turner, y celebradas en los escritos de Lord Byron y Mary Shelley. En mi cabeza, siempre Ruinas = Romanticismo.
Y Hubert pintaba ruinas, y lo hacía mejor que nadie. Como dice María Gainza en El nervio óptico: "Hubert Robert no inventó la estética del colapso pero la llevó a su gloria (...) el uso de columnas, pagodas y obeliscos para la decoración de jardines. No importaban la cultura ni el período al que pertenecieran, solo interesaba que fueran antiguas, que estuvieran rotas y por todo que fueran falsas". Todavía no he encontrado un mejor resumen de la pintura de Hubert Robert.
La idea era conectarse con una Antiguedad que se perdía hacia el pasado, especialmente en tiempos en que la Revolución Industrial parecía llevarse todo por delante. Otra revolución que le tocó vivir de cerca fue la francesa, por la que terminó pasando una buena temporada en prisión. Aunque claro, la prisión para alguien como Robert no era tan trágica, e incluso aprovechó el tiempo para pintar un montón.
Después de pasar casi un año "encerrado", se puso a tono con la Revolución y lo dejaron en libertad.
En 1808 murió de un infarto, pero sus ruinas siguen intactas.