A principios del siglo XX Europa llevaba varios años luchando contra la tuberculosis. Se creía que buena parte del continente la sufría; en Suiza era la causa de muerte del 15% de la población. Pero había un pueblito, bien arriba en las montañas suizas, en el que absolutamente nadie tenía tuberculosis.
Davos, la ciudad que se haría famosa por los beneficios médicos que tenía su aire limpio de altura, hoy es noticia por alojar el World Economic Forum, el Foro económico mundial.
La ciudad más alta de Europa ofrece una hermosa temporada de ski, museos, restaurantes y varios lugares para organizar juntas de accionistas o llevar de paseo a tus futuros inversionistas.
Como les contaba, el prestigio de Davos nació en el siglo XX, cuando se consideraba que el aire de montaña era la mejor cura contra la tuberculosis. Así nacieron las “casas de curación” o sanatorios: hoteles de lujo para que los hijos ricos de la burguesía fueran a sanarse de sus enfermedades del cuerpo y del corazón.
Arthur Conan Doyle y Robert Louis Stevenson se cuentan entre los pacientes más notables del sanatorio de Davos. Aunque sin duda alguna quien inmortalizó esta ciudad fue el escritor Thomas Mann, en la que muchos consideran su obra maestra: La montaña mágica.
Esta novela cuenta los años del pudiente ingeniero Hans Castorp en el sanatorio de Davos. Una muestra de la decadencia de la burguesía europea de la época, que ya solo se preocupaba de admirar sus sentimientos y pasar el día tumbada mirando el clima y escuchando música.
Lo que nos trae de vuelta al World Economic Forum (WEF). Esta reunión anual donde se juntan líderes políticos, empresarios y connotados académicos a discutir los temas más relevantes y a plantear posibles soluciones a los problemas más apremiantes del mundo. Y que para muchos es pura decadencia, igual que La montaña mágica.
Como dice Adrian Wooldridge de Bloomberg cuando habla de la reunión anual del WEF: "¿Qué podría ser más decadente que viajar por el mundo en un jet privado para discutir políticas cero emisión y positivas para el clima? ¿O alardear de la diversidad, equidad e inclusión cuando te pagan trescientas veces más que tus trabajadores de primera línea?”
Tal vez no somos tan pesimistas como el columnista de Bloomberg: no creemos que Davos sea la decadencia más absoluta, pero sin duda dejó algunas frases que vale la pena revisar:
El recién electo presidente argentino Javier Milei, fiel a su estilo, salió a avisarles a los presentes que el mundo occidental está al borde del abismo: “El mundo está en peligro, abren las puertas al socialismo”. El fervor inicial que despertó su presencia en el Foro se fue apagando con cada reto que le pegaba a los presentes.
No es de extrañar que Elon Musk posteara un link al discurso en X. Musk lleva años criticando el WEF; e incluso hizo que Grok, su Inteligencia Artificial que se supone tiene un agudísimo sentido del humor, se riera del evento.
Otro que hizo noticia fue el CEO de Coca-Cola, James Quincey, que dijo que no le tiene miedo a que drogas como Ozempic –que te quitan las ganas de comer– afecten su negocio. Se siente tranquilo porque en casi todos sus productos tiene variantes sin azúcar. Y que por mucho que se pueda comer menos, no se puede tomar menos líquido. Un optimista.
Uno de los temas más candentes fue el explosivo desarrollo de la inteligencia artificial. Sam Altman, CEO de OpenAI, la empresa detrás de Chat GPT, y uno de los invitados más solicitados, dijo que la evolución de las IA traerá consigo algunas decisiones “incómodas”.
Altman cree que los productos con Inteligencia Artificial tendrán que customizarse cada vez más de acuerdo al país, la cultura y el usuario, entonces darán respuestas diferentes para cada caso.
Para la tranquilidad de todos, el CEO de Salesforce salió a decir que están trabajando para prevenir un nuevo Hiroshima producto del desarrollo tecnológico.
Igual, por mucho que se critique el WEF, sigue siendo una tremenda atracción turística. Tanto así, que los millonarios que se alojaron en Davos esta semana que recién pasó reclamaron que tuvieron que hacer largas filas para entrar a algunas charlas y fiestas.
Eso sí, parece que lo que sucedió en el WEF no movió demasiado el mercado. En el Fintualist preferimos leer La montaña mágica antes que ir a pasar frío a los Alpes.