«Qué chido sería que los precios en México fueran siempre para abajo, en vez de siempre para arriba, ¿o no?»
Hace poco escribimos un post con el título “Por fin, comenzó la desinflación”, y varias personas nos escribieron diciendo que no era así, porque los precios han seguido subiendo.
Así fue que decidimos escribir uno sobre la diferencia entre desinflación y deflación.
La diferencia entre dirección y velocidad: deflación y desinflación
Empecemos por la segunda: la deflación es una disminución generalizada en los precios. La deflación es lo opuesto a la inflación.
Y la desinflación es una caída en la tasa de inflación, lo que significa que los precios siguen aumentando, pero a un ritmo más lento.
Durante el año pasado, la alta inflación fue uno de los principales dolores en la gran mayoría de los países en el mundo. Como los precios subieron mucho, es tentador querer que los precios ahora caigan sostenidamente.
Pero el objetivo de los bancos centrales no es que los precios caigan, porque la deflación es algo muy peligroso.
Simplemente imagina qué harías tú si supieras que el próximo mes los precios van a ser menores que hoy. Probablemente comprarías solo lo más esencial, y esperarías a comprar el resto el próximo mes, cuando los precios sean menores.
Pero imagina que llega el próximo mes, y de nuevo sabes que el próximo mes los precios van a volver a caer. Probablemente te esperarías un mes más.
Y así podemos seguir añadiendo meses. Cuando sabemos que los precios van a caer en el futuro, la lógica es que aplacemos la compra de bienes y servicios y así nos alcance para más.
El problema es que si todos colectivamente dejamos de gastar, la economía se detiene y todos terminaremos con menores ingresos.
Es un ciclo que se retroalimenta: como la gente no compra bienes y servicios, no se necesita producir, lo cual disminuye el empleo, y por tanto el ingreso de las personas cae. Entonces la gente compra menos bienes y servicios. Y así sucesivamente.
Como la deflación es algo muy peligroso, también es muy poco común.
Estados Unidos experimentó deflación durante la Gran Depresión. Más recientemente, Japón ha luchado con este problema desde hace poco más de dos décadas debido en parte al envejecimiento de su población.
Es la diferencia entre dirección y velocidad: es bueno que los precios vayan en una dirección, hacia arriba; lo importante es que no vayan tan rápido.
Para limitar el riesgo de que la inflación sea tan baja que debilite a la economía, el objetivo de los bancos centrales no es que los precios permanezcan sin cambios. La mayoría persigue un objetivo de inflación de entre el 2% y el 3%.
Los bancos centrales no quieren deflación, lo que quieren es desinflación. Y algunos ya empezaron a verla, principalmente gracias a que los precios de las materias primas, como alimentos y energéticos, están más bajos que el año pasado.
Esto no significa que el problema esté resuelto.
Aunque se puede decir que la desinflación ya comenzó, los niveles de inflación siguen demasiado altos. En Chile, por ejemplo, la inflación está cerca de 12%, y en México 8%. En ambos casos, el objetivo de inflación de los bancos centrales es 3%.
Y esto no es un problema exclusivo de Latinoamérica o de los países emergentes. En la Eurozona y Estados Unidos la inflación es de 9% y 6% respectivamente, y en ambos casos el objetivo de inflación es de 2%.
Además, en muchos países donde la inflación general ya empezó a descender, si excluimos alimentos y energía, que suelen ser volátiles, la inflación ha caído muy poco.
Pero, si bien cada vez queda más claro que la batalla para reducir la inflación hacia las metas de los bancos centrales va a ser larga, la reciente caída en la tasa de inflación es un muy buen primer paso.