Purl de Pixar es de esos cortometrajes que te sorprende en la cantidad y profundidad de mensajes que puedes sacar de sólo 8 minutos de animación.
La película cuenta la historia de una bola de lana (Purl) que se ve enfrentada a un trabajo de oficina en el que es la única de su tipo. Ella hace todo lo posible por encajar, siendo la única diferente.
A veces me he sentido un poco como Purl. Entré a Ingeniería como parte del 24,5% de mujeres de mi generación. Después escogí la especialidad de Computación y no era raro que pudiera contar con los dedos de una mano a mis compañeras en las salas o ser la única mujer en los grupos de trabajo.
Aún así, era escéptica de las políticas enfocadas a mujeres. “¿Cupos especiales para entrar a Ingeniería? ¿Piensan que no tengo la misma capacidad que los hombres para esta carrera?”, “¿Por qué hay charlas de computación sólo para mujeres?”, “¿Quieren que hable en una presentación sólo por mi género o porque puedo presentar bien sobre el tema?”, “¿Para qué tenemos un día de la mujer?”; eran unas de las varias preguntas que me hacía (y a veces todavía me hago).
No debo ser la única que se ha sentido como Purl. En muchos espacios como directorios, parlamentos o grupos de investigación, las mujeres estamos muy subrepresentadas. ¿Es importante cambiar esto? Si la respuesta es sí, ¿cómo?
Tenía muchas dudas, así que me puse a estudiar más el tema.
El día de la mujer
El 8 de marzo conmemoramos el Día Internacional de la Mujer.
Para contestar mi pregunta escéptica: es un día que busca tres cosas. Mirar el pasado, para reconocer el rol que han tenido las mujeres en la historia y las desigualdades de derechos que han enfrentado; el presente, para celebrar el avance logrado y ser críticos con cómo estamos ahora y el futuro, para revisar qué desafíos tenemos.
El pasado
Voté en las últimas elecciones, terminé de estudiar Ingeniería, puedo manejar mis propias finanzas y sé que tengo una esperanza de vida de más de 82 años (casi cinco puntos porcentuales más que los hombres). Todo lo anterior era completamente envidiable —e incluso impensable— para las mujeres del siglo XIX.
Gracias a activistas como Elizabeth Cady Stanton de Estados Unidos, Emmeline Pankhurst de Reino Unido y Paulina Luisi de Uruguay, se logró el sufragio femenino (aunque no para todas en un inicio).
En 1876, Elizabeth Bragg fue la primera mujer en recibir el grado de licenciado en Ciencias de la Ingeniería en Berkeley, aunque nunca ejerció como ingeniera (lo que sí hizo Julia Morgan, que obtuvo el grado de la misma universidad en 1894).
Como ellas, muchas más lucharon por obtener los mismos derechos que los hombres e hicieron historia.
El presente
Este día es para celebrar estos avances del pasado (y también los más recientes), pero también para ser críticos. Ningún país ha alcanzado la igualdad de género.
Según datos de la ONU, existen restricciones legales que impiden a 2.700 millones de mujeres acceder a las mismas opciones laborales que los hombres. Una de cada tres mujeres sigue sufriendo violencia de género. En Chile y México, más mujeres que hombres viven en pobreza, incluso después de impuestos y transferencias.
¿Es todo esto justo?
Las mujeres reciben, en promedio, menos pago por el mismo trabajo con las mismas cualificaciones. Siendo la brecha salarial en Chile de 21,1%, más de seis puntos porcentuales mayor a la media de los demás países de la OCDE.
En el mundo somos casi tantas mujeres como hombres. De todas formas, los parlamentarios, que toman las decisiones políticas por todos nosotros, son en su gran mayoría hombres (75%).
Según la ONU, de las 500 personas en puestos de jefatura ejecutiva que lideran las empresas con mayores ingresos en el mundo, menos del 7% son mujeres. Aún cuando la diversidad de género en los equipos ejecutivos está muy correlacionada con el desempeño financiero de la empresa.
En los procesos de paz, casi la totalidad de los encargados de las negociaciones y de las firmas de los acuerdos son hombres. Y sin embargo, la igualdad de género es un mejor predictor de la paz en un país que su PIB o nivel de democracia.
Repito la pregunta, ¿es justo?
El futuro
Según el Foro Económico Mundial, ninguno de nosotros va a ver equidad de género y es poco probable que lo hagan nuestros hijos. La pandemia por el Covid-19 ha empeorado el escenario y si mantenemos las tendencias actuales, la equidad sería posible recién en 2171.
Por esto me convencí de que necesitamos un Día Internacional de la Mujer, porque todavía falta.
¿Igualdad o equidad de género?
La igualdad de género, según las Naciones Unidas, es la “igualdad de derechos, responsabilidades y oportunidades” de las personas. Es a lo que apuntamos.
Muchas veces se usa indistintamente con el término “equidad de género”, pero no son lo mismo.
La equidad de género va más allá, le agrega una dimensión ética al concepto de igualdad y es más un debate de justicia.
No necesitaríamos hablar de equidad de género si:
- Las mujeres hubieran sido consideradas como “ciudadanos” en la Antigua Grecia para sus asambleas democráticas
- Nunca se hubiera considerado otra forma de sufragio que el universal
- El acceso a la educación no hubiera discriminado por género
- La historia y la literatura hubiera sido escrita en igual medida por mujeres y hombres
- No se hubiera considerado a la mujer históricamente como principal responsable del cuidado de los hijos (mientras que los hombres debían encargarse del sustento del hogar)
...y la lista sigue y sigue. Si desde un comienzo en la historia no se hubiera discriminado a las mujeres, no estaríamos subrepresentadas en los puestos de prestigio y poder.
No existirían tantas Purls en el mundo.
Y ¿qué es la equidad de género? Según la UNESCO, es la “imparcialidad en el trato que reciben mujeres y hombres de acuerdo con sus necesidades respectivas, ya sea con un trato igualitario o con uno diferenciado, pero que se considera equivalente en lo que se refiere a los derechos, los beneficios, las obligaciones y las posibilidades”.
Se refiere a las acciones afirmativas, que también son conocidas como “discriminación positiva”. Aunque este último término no es tan correcto porque la discriminación, por definición, tiene una connotación negativa.
Cómo corregir el pasado
Las acciones afirmativas son políticas que buscan favorecer a grupos minoritarios que históricamente han sufrido discriminación. En el caso de las mujeres, son medidas de carácter temporal correctivo, compensatorio y/o de promoción, que buscan la igualdad.
Existen muchos opositores a estas medidas. De hecho, yo misma no creía en ellas. “Si queremos igualdad, ¿para qué implementamos medidas que no tratan a todos igual?”.
Pero, ¿podemos obviar que en la práctica las condiciones de partida no son iguales para todas las personas? Si lo ignoramos, no hacemos más que mantener la desigualdad original.
Mientras más estudié sobre el tema, más me convencí de que son necesarias y de que no lo serían si todos hubiéramos tenido los mismos derechos, responsabilidades y oportunidades desde un comienzo. Si no corregimos las desigualdades y los sesgos, estamos destinados a reproducirlos.
Acciones afirmativas != cuotas (en programación "!=" quiere decir "no es igual a")
Existen distintos tipos de acciones afirmativas
Tenemos las medidas más proactivas, como los porcentajes de género objetivo o las (controversiales) cuotas de género, que establecen un porcentaje mínimo de mujeres para un cargo. Se tiende a pensar que éstas últimas son las únicas formas de “discriminación positiva”, cuando en realidad no es así.
Existe un gran debate en torno a las políticas de cuotas. Incluso en algunos países, como Reino Unido, están prohibidas por ley. A pesar de su controversia, es imposible negar su éxito y efectividad.
Los países nórdicos son los más avanzados en equidad de género. Islandia, rankeado como el número 1 en empoderamiento femenino, tiene un 80% de tasa de participación laboral femenina, un 48% de mujeres en puestos parlamentarios y esperan cerrar la brecha de género salarial para el 2022 (heavy). Esto lo han logrado a través de distintas políticas destinadas al empoderamiento femenino, incluidas las cuotas.
Aunque Chile está muy por detrás de estos países del Norte en cuanto a igualdad de género, el año pasado pasó a la historia al ser el primer país que escribirá una Constitución paritaria.
En educación, existen muchos programas de admisión a nivel mundial que consideran cupos de género (mujeres u hombres) en las carreras con mayor brecha, como las STEM.
Nancy Hitschfeld, académica del Departamento de Computación de la Universidad de Chile, nos contó cómo su programa PEG contribuyó a aumentar el porcentaje de mujeres en Ingeniería de 17 a casi 33% en cinco años. Las alumnas que entran con estos cupos bajo el corte tienen igual (o mejor) desempeño que sus compañeros y éste es un fenómeno que se repite en otras universidades. El decano de admisiones del MIT, Stu Schmill, también defiende estas políticas y planteó que, aunque el grupo de postulantes mujeres es mucho menor al de los hombres, su nivel académico es altísimo. Esto les permite armar cursos balanceados en cuanto a género en donde a las mujeres les va a igual de bien (o mejor).
Ahora sé la respuesta a mi pregunta del principio: “¿piensan que no tengo la misma capacidad que los hombres para esta carrera?”. No, obvio que no. Tenemos la misma capacidad, pero de alguna manera hay que corregir la desventaja histórica y social que arrastramos las mujeres.
Otros ejemplos de acciones afirmativas son las leyes de protección a la mujer en casos de violencia de género, políticas de postnatal parental o actividades que incentivan la participación de mujeres en espacios en que están subrepresentadas.
Caso: las Grace Hopper
Un ejemplo más concreto.
Las mujeres representan sólo un 20% de los profesionales de Ciencias de la Computación, lo que hace muchísimo más difícil armar un equipo de desarrolladores más diverso. En Fintual somos 7 desarrolladoras de un equipo de 20. Nos encantaría lograr un 50/50 en el equipo de devs (que ya casi conseguimos a nivel de empresa) y por eso hacemos un mayor esfuerzo para encontrar y atraer talento femenino.
Hemos ofrecido viajes y MacBooks a personas que nos recomienden mujeres secas de computación, nos hemos aliado con empresas que nos contactan con desarrolladoras de todo el mundo y organizado eventos y charlas con organizaciones como Women Who Code y Niñas Pro. Todas estas son acciones afirmativas.
Ojo, no bajamos la vara al momento de postular. Todos los candidatos pasan por el mismo proceso y criterio de evaluación en las entrevistas. Pero como somos menos mujeres en la especialidad, no queda otra que buscar con más empeño.
¿Qué pasa si logramos la igualdad de género?
Primero, celebrar. Celebrar que conseguimos una sociedad más justa en que las acciones afirmativas ya no son necesarias. Por eso su carácter temporal.
Aunque hemos avanzado, todavía falta para que todos los espacios de trabajo sean como terminó la empresa de Purl.
Hoy, 8 de marzo, es un buen día para poner estos temas sobre la mesa y cuestionarnos sobre qué podemos hacer. Cualquiera puede apoyar las acciones afirmativas, no es necesario estar en puestos de poder. Como dijo Emma Watson en su discurso ante la ONU sobre igualdad de género, “Si no yo, ¿quién? Si no ahora, ¿cuándo?”
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