“Este es el peor US Open de los últimos años”, me comentó un amigo fanático del tenis. Argumentaba que, salvo en las primeras rondas en que hubo partidos interesantes o peleados, en las rondas más avanzadas habían estado más aburridos: partidos a solo 3 sets con un dominador claro, Djokovic y Alcaraz eliminados rápidamente, los jugadores del top 10 afuera, etc.
Pero claro, en los deportes siempre hay opiniones diferentes. Una colega me decía que le estaba gustando el torneo porque se parecía a Game of Thrones, donde los personajes principales podían morir en cualquier momento.
Más allá de si nos ha gustado este último Grand Slam de la temporada, lo que sí nos ha dejado este US Open es que la era del Big 3 finalmente está llegando a su fin. Por primera vez en más de 20 años, Rafa, Nole o Roger no habrán ganado alguno de los 4 torneos grandes.
Escribo esto mientras veo la final entre Sinner y Fritz, y tiendo a inclinarme por la opinión de mi amigo decepcionado por el US Open 2024. Salvo por el hecho de que después de 18 años un norteamericano juega la final (desde que Andy Roddick la perdiera en el 2006), ha sido un torneo falto de épica.
La gracia de los partidos a 5 sets es que te dan chance de redimirte: puedes partir mal, incluso perder dos sets –que en cualquier otro campeonato significarían tomar el bolso e irte a las duchas derrotado– pero en un GS todavía tienes chances. Y ahí es donde comienza la épica, donde se construyen partidos inolvidables, que duran horas y horas, donde todo puede pasar.
Y este año hubo poco de eso. ¿Cuál será el partido que quedará para el recuerdo? Difícil saberlo, no hubieron demasiados, o por lo menos no en las rondas finales. Tal vez la semifinal donde Taylor Fritz remontó un 2-1 frente a un Frances Tiafoe ya rendido. Pero no hay mucho más.
Obviamente esto es una sensación. Cuando el Big 3 dominaba los Grand Slams también ganaban sus partidos en tres sets arrasando con los rivales (aunque las finales entre ellos por lo general eran partidazos a 4 o 5 sets). Nadal desfilaba por Roland Garros sin perder un set. Lo mismo Nole en Australia o Roger en Wimbledon.
Pero siempre estaba la sensación de que estaban haciendo historia, que competían entre ellos por ser el mejor de todos los tiempos.
Va a ser bien difícil acostumbrarnos a que los tres más grandes de este deporte ya no serán los que dominen los GS. Lo más probable es que Nole consiga algún GS más, pero su tiempo parece agotarse cada vez más rápido. Nadal está luchando contra su cuerpo, y ni él sabe si podrá volver a jugar. A Roger ya nos acostumbramos a verlo en las gradas y aplaudirlo de pie cuando lo enfoca la televisión.
Pero si creías que por el adiós del Big 3 el interés por el tenis iba a decaer, te equivocas: este fue el US Open con más público de la historia.
75.000 fans por día durante la primera semana. Una locura total. Y no es que se hayan puesto a vender más entradas, simplemente la gente que compró, asistió. Y es que ir a un US Open es toda una experiencia logística.
Lo más común es comprar un “Ground Pass”: una entrada que te permite ir a cualquiera de las 19 canchas abiertas del Billie Jean King Tennis Center. Además, puedes entrar a dos de los tres estadios que tiene el complejo, el Grandstand y el Louis Armstrong, pero solo a los asientos de más arriba y si es que hay disponibles, claro. El Arthur Ashe –el estadio de tenis más grande del mundo– es una entrada aparte.
En general es relativamente sencillo encontrar asiento en alguna de las canchas abiertas. Pero este año se vieron colas gigantes para ver partidos de jugadores desconocidos para la mayoría, lo mismo para entrar al gift shop, ir al baño o comprar comida.
Sinner ya ganó el primer set, relativamente fácil. Esto parece que se va rápido. Siempre que pasa esto me pongo a pensar en la gente que pagó más de mil dólares por un partido con tan poco drama.
Y eso que en el US Open son expertos en drama. Antes de que el campeonato se realizara en el Billie Jean King Tennis Center en Flushing Meadows, el torneo se jugaba en Forest Hills, ahí cerca en Queens. El último fue en 1977, y estuvo rodeado de polémica desde el principio hasta el final.
Todo comenzó con las protestas por la presencia de jugadores sudafricanos en el torneo, que se veía como un apoyo al apartheid que se vivía por esos años en Sudáfrica. A los pocos días hubo un aviso de bomba en el camarín de mujeres y por si fuera poco, un espectador recibió un balazo en su pierna (supuestamente disparado desde uno de los departamentos cercanos) durante un partido del debutante Joe McEnroe.
Arthur Ashe, por esos días dirigente del tenis norteamericano, tenía que salir casi todos los días a calmar los ánimos en ruedas de prensa. Otros dirigentes reclamaban que el nuevo complejo estaría en un barrio “95% negro”. Ashe, afroamericano él, amenazó con renunciar.
Aunque mi polémica favorita fue por una raqueta. Michael Fishbach, un jugador ranqueado 200, ganó sus tres partidos de la qualy para derrotar luego a un ídolo, Stan Smith, 6-0 6-2. Esto llamó la atención de todo el mundo, pero cuando fueron a verlo quedaron totalmente sorprendidos: su raqueta tenía un doble encordado, en lo que luego se llamaría el Spaghetti Racquet.
El doble encordado, que había inventado un horticultor alemán en los setentas, le daba a los tiros un vuelo extraño, confuso, y los botes salían disparados por el exceso de top spin. Al final tuvieron que prohibir su uso porque era demasiada ventaja. Y es que en esos años el espíritu deportivo que caracteriza al tenis era bien diferente.
Los espectadores no se comportaban de la manera espléndida que lo hacen hoy: solían lanzar peinetas a los jugadores para quejarse y el año 77 casi se arma un amotinamiento porque los organizadores intentaron modificar unos horarios. Y los jugadores no eran los educados atletas que vemos hoy, y muchas veces terminaban a las manos o peleados a muerte con los árbitros.
El partido final no fue la excepción: después de un match point que el juez de línea se demoraba en cantar, la gente entró a la cancha y levantó al argentino Guillermo Vilas en andas. Todo esto mientras su rival, el norteamericano Jimmy Connors, se peleaba con el público porque consideraba que no lo habían apoyado y se retiraba antes de la ceremonia final.
Sinner ganó el segundo set. Relativamente fácil. Le recuerdo a mi colega que el italiano era esquiador cuando niño, antes de dedicarse al tenis, y se le nota en cómo llega a todas las pelotas con tiempo, como si tuviera un par de esquíes en vez de zapatillas.
Tal vez eso lo hace un poco aburrido: corre tan rápido y le pega tan fuerte, que casi no necesita variantes en su juego. Pocos slices, menos cortitas, casi no sube a la red (y eso que lo hace muy bien). Fritz no es muy diferente, y esto hace que el partido me parezca un poco aburrido, monótono. Sin considerar que Fritz parece tener los minutos contados dentro de la cancha.
Que Sinner gane tan fácil me recuerda otro tema que viene dando vueltas en el tenis hace un tiempo: ¿por qué dominan tanto los europeos? De los 2000 en adelante los sudamericanos, australianos y norteamericanos han ganado apenas 12 GS de los 96 que se han jugado. El último fue Del Potro en 2009, y la gran mayoría de esos 12 están concentrados en el principio de siglo cuando Agassi, Sampras, Hewitt y Kuerten todavía jugaban.
Algunos dicen que tiene que ver con el acceso a la competencia: 2 GS se juegan en tierras europeas y varios Master 1000. Otros, con las academias top, como las de Rafa Nadal o la de Mouratoglou (qué lejos quedó el rancho de Nick Bollettieri donde entrenaron el Chino Ríos y Andre Agassi). Sin duda que el dinero estatal y privado que apoya a las jóvenes promesas influye.
Lo cierto es que incluso con el Big 3 en pleno apogeo, los que lograban quitarles algún que otro Grand Slam eran (salvo por Delpo) otros europeos. Por el momento, el tenis parece tener un claro dominador continental y la tendencia no tiene pinta de que se vaya a cortar con Sinner y Alcaraz.
Ganó el tercer set Sinner. Mi amigo me escribe un Whatsapp: “muy aburrido”. ¿Tendrá razón? No sé, incluso si fue el peor US Open de los últimos años me cuesta no emocionarme con estos partidos. Tanto así que con algunos primos abrimos un objetivo grupal y vamos juntando de a poquito para poder ir al US Open el 2027.
Poco a poco. Sería increíble poder ir al US Open en tres años más.
Quién sabe, ahora que Sinner y Alcaraz ganaron cada uno dos Grand Slams esta temporada, tal vez para el 2027 ya estemos hablando de otra de las grandes rivalidades de la historia del tenis.