Secretos de dos no son de Dios, dice el dicho. Y el Servicio de Impuestos Internos (SII) parece que piensa lo mismo: la Comisión de Hacienda de la cámara de diputados se puso de acuerdo en un proyecto de ley que le permitiría al SII levantar el secreto bancario mediante un mecanismo especial para investigar posibles delitos tributarios.
Pero no es a tontas y a locas: el contenido deberá manejarse bajo reserva y de ser inocente el investigado, los antecedentes se deben destruir dentro de 30 días, como los mensajes del Inspector Gadget que se autodestruían.
El SII debe declarar ante tribunales que persigue un delito tributario y si el tribunal lo aprueba, el banco tiene hasta 45 días para entregar los antecedentes.
¿Qué es el secreto bancario?
Como alguna vez te contó la Cuentacuentos, el secreto bancario es la obligación de los bancos de mantener la confidencialidad de la información financiera de sus clientes, especialmente de sus cuentas bancarias y las transacciones que hayan realizado.
Es una práctica muy común en países con estándares mínimos de bancarización; y en la mayoría de ellos también se puede levantar ese secreto mediante un proceso judicial. Lo que aprobó la cámara es una forma de agilizar el proceso para cuando se quiera investigar delitos tributarios como la evasión o elusión de impuestos.
Quizás te suene más por el banco Credit Suisse de Suiza, que es famoso por su desvergonzado secreto bancario, al nivel de llegar a ser turbio. No por nada el mismísimo James Bond lo tira al pasar como chiste en The World is not Enough (1999): “Si no puedes confiar en un banquero suizo, ¿en qué se ha convertido el mundo?"
El secreto bancario suizo es orgullo nacional y no es para menos: sus orígenes se remontan a los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, en que los judíos perseguidos por los nazis podían esconder sus capitales en la tierra de Roger Federer.
Aunque el secreto bancario debe ser, sin duda, más antiguo: es una práctica lógica si se quiere ofrecer seguridad a alguien que quiere guardar su dinero en un banco. Además, se dice que algunos cantones suizos en el siglo XIX ya ofrecían secreto bancario a algunos capitales extranjeros, franceses o ingleses, que preferían pagar menos impuestos en sus bancos suizos mientras paseaban por los Alpes.
La noticia abrió el debate: por un lado están quienes creen que resguardar la privacidad de las personas es un derecho que debe ser cuidado a toda costa, y que una ley así abre una puerta para que más organizaciones estatales tengan acceso a nuestros datos. Por otro lado, están quienes creen que muchos se escudan en esta privacidad para cometer delitos tributarios, y que al Servicio de Impuestos Internos le faltan “dientes” para perseguirlos.