Sebastian Stan se aleja de los superhéroes para mostrar a Donald Trump en sus primeras incursiones en la maldad, en una película que casi no llega a las salas.
Quien hoy podría volver a ser presidente de Estados Unidos llamó a The Apprentice “barata y difamadora” y a sus productores “basura humana”, después de demandarlos. Como consecuencia, la película estuvo meses sin encontrar distribuidor y con un contrarreloj que indicaba que tenían que estrenar antes de la elección o perderían toda relevancia.
Lo lograron, justo a tiempo. Pero, ¿cómo es The Apprentice? ¿Por qué generó polémica? ¿Y cuáles son esas escenas que el exmandatario se empeñó en impedir que viéramos?
Liposucción, prostitutas, corrupción y violación
Antes de ser encontrado culpable de 34 delitos graves, acusado por falsificación de cheques y denunciado por acoso sexual por más de veinte mujeres, Donald Trump solo era un chico con un sueño.
La película lo presenta en los 70s y 80s, cuando empezaba a construir su imperio de bienes raíces y específicamente muestra su relación con quien se convertiría en su mentor: Roy Cohn era un abogado infame, que titiriteaba los hilos más poderosos de Nueva York a base de chantaje y extorsión. Y esas fueron las técnicas que le inculcó al joven Trump. Más que la filosofía de la corrupción, la de ganar a toda costa. Y es en este periodo en que el joven Trump va tomando las decisiones que le aseguran un ascenso económico y su integración en la élite, pero que suponen su decaimiento moral y exponen su psicopatía. Sin explicarlo directamente, nos indican cómo se forma el hombre que plaga las noticias hoy.
El guionista es Gabriel Sherman, periodista que ha cubierto al exmandatario durante veinte años, primero como reportero de bienes raíces y luego como periodista político. Él creía que el director tenía que ser alguien que pudiera ver las cosas desde fuera, temiendo que un estadounidense terminaría sobrepolitizando la historia.
Así llegó Ali Abbasi, un candidato impredecible. Nacido en Teherán, creció en Dinamarca y era conocido por películas sobrenaturales y de terror (Shelley y Border). Sherman le dijo: “Eres tan bueno con monstruos y trolls, ¿no te gustaría hacer una película de Donald Trump?”.
Y lo que hicieron fue, sin buscar el sensacionalismo, crear una película de personaje, un seguimiento a un hombre que se va corrompiendo lentamente. Sin remarcar nada e incluso logrando humanizar a Trump de vez en cuando, sí lo mostraron siendo cómplice de actividades ilegales o de forma poco favorecedora: tomando pastillas para adelgazar, reduciendo su cuero cabelludo para evitar la calvicie, resbalándose en la nieve, luchando contra la disfunción eréctil, haciéndose una liposucción, engañando a su esposa e incluso violándola.
Esta escena en particular fue la más controversial de todas, aunque Sherman se defendió diciendo que la misma mujer, ahora fallecida, declaró haber sido violada por Trump bajo juramento a la hora de divorciarse. Luego se rectificó en una de sus memorias, diciendo que no había querido decir “violada en un sentido literal criminal”.
Las repercusiones y polémicas que casi le costaron el estreno
Entendiendo que se estaban metiendo con alguien con una reputación de ser agresivo (en la misma película, Cohn le enseña a Trump que lo primero que debe hacer siempre es demandar), los productores se encargaron de blindarse antes de grabar. Sherman entregó un guion explicando punto por punto su investigación, de dónde venía la información y de qué formas habían sido dramatizadas las escenas. La película incluso inicia indicando que algunas porciones fueron “ficcionadas con fines dramáticos”.
Y durante la producción todo estuvo bien. Pero, apenas la película tuvo su primera muestra en el festival de Cannes en mayo, llegó la primera amenaza. Los abogados de Trump enviaron una carta de “cese y desista” a los productores de la película, intentando impedir su distribución. Ellos le respondieron por medio de la prensa: “La película es un retrato justo del expresidente. Queremos que la gente lo vea y luego decida”.
Pero el miedo estaba instalado. A pesar de tener buenas críticas en el festival de cine más prestigioso del mundo y un par de estrellas como protagonistas (Stan y Jeremy Strong, recién salido de Succession), ningún distribuidor intentó llevarse la película.
Hollywood estaba reacio a estrenar un producto maldito, especialmente si Trump ganaba la elección y volvía a tener todo el poder para darle rienda suelta a sus caprichos.
Abbasi se defendió diciendo que nunca pensó que la película fuese controversial. “No hay información en The Apprentice que no estuviese ya disponible allí afuera. No estamos ensuciándolo ni diciendo nada nuevo”.
Los productores iniciaron una campaña de crowdfunding en kickstarter para buscar medios alternativos de distribución, desesperados sintiendo que se les agotaba el tiempo. Creían que era crucial que la película se estrenara antes de las elecciones presidenciales, ya que luego se volvería o irrelevante o demasiado conflictiva.
Steven Cheung, el director de comunicaciones de la campaña de Trump, dijo en un comunicado: “esta basura es pura ficción que sensacionaliza mentiras que hace rato se han desmentido. Es difamación maliciosa que jamás debería ver la luz del día y que no merece un lugar en la sección directo-a-DVD de una tienda de películas al borde de la quiebra”.
Nadie quería tocar la película. Hollywood post pandemia está mucho más cuidadoso de dónde pone el dinero y la película parecía ser demasiada molestia para algo que probablemente no recaudaría mucho dinero y a lo más le daría un par de premios a sus actores a fin de año.
Llevaban cuatro meses buscando distribución cuando apareció una distribuidora pequeña dispuesta a encargarse de mostrar la película en distintos territorios. Pero el financista principal de The Apprentice se rehusó a firmar el acuerdo de distribución, para mayor dolor de cabeza de todos los realizadores. Tuvieron que venir amigos y nuevos productores, comprarle un porcentaje de la película y así negociar con la nueva distribuidora.
Y luego, el mismo Trump vio la película.
Una película FALSA y SIN CLASE escrita sobre mí llamada El Aprendiz (¿tienen siquiera el derecho de usar ese nombre sin aprobación?) ojalá fracase en la taquilla. Es un ataque barato, difamatorio y políticamente repugnante, sacado justo antes de las Elecciones Presidenciales de 2024, para intentar dañar al Movimiento Político más Grande de la Historia de nuestro País, «¡MAKE AMERICA GREAT AGAIN!» Mi exesposa, Ivana, era una persona amable y maravillosa, y tuve una gran relación con ella hasta el día de su muerte. El escritor de este montón de basura, Gabe Sherman, un fraude de poca monta y sin talento, que ha sido ampliamente desacreditado desde hace mucho tiempo, lo sabía pero decidió ignorarlo. Es tan triste que a la BASURA HUMANA, como las personas involucradas en esta iniciativa, se les permita decir y hacer lo que quieran con el fin de dañar a un Movimiento Político, que es mucho más grande que cualquiera de nosotros. ¡MAGA2024!
El director de la película le respondió en un tuit.
The Apprentice se estrenó en Estados Unidos y otros territorios, pero fue censurada en India y en los Emiratos Árabes Unidos supuestamente como forma de alianza con el candidato presidencial.
Hasta el momento, su desempeño en taquilla ha sido pobre y no ha podido recuperar su presupuesto inicial.
¿Y, después de todo esto, cómo es la película?
Es interesante el nivel de polémica que ha generado una película que, como dicen sus mismos realizadores, no es para tanto.
Tanto en el guion de Sherman como en el tratamiento por parte de Abbasi hay naturalidad en la forma de mostrar a un hombre que va perdiendo la inocencia con demasiada facilidad a medida que va ganando poder. En entrevistas habían dicho que la historia tenía que ser capaz de pararse por sí misma, y que si se sacara a Trump y su mito del centro debería funcionar igual. Y se nota.
Es la historia de un aprendiz, de un hombre ambicioso y sin escrúpulos que solo ve el mundo en binarios: ganadores (“asesinos”) y perdedores. Muestra al hombre más allá de la política, o removido de ella. Lo que lo impulsa es cerrar tratos, hacer dinero y avanzar. El capitalismo desprovisto de ideología.
Y luego muestra cómo conoce a la persona que, en vez de instarlo a detenerse, le da todas las herramientas para perfeccionarse en el juego. Incluso hasta superarlo. Las actuaciones de Sebastian Stan y Jeremy Strong son lo más fuerte de la película. El primero hace lo que parecía imposible: darnos una representación de un hombre parodiado hasta el infinito que se siente fresca y humana. Evitando una caracterización obvia y los tics que ya asociamos con el político, muestra hábilmente la diferencia entre el Trump que arma un personaje frente al público y el Trump privado, más inseguro, que aparece en privado.
The Apprentice sí se jacta de estar retratando a uno de los hombres más poderosos del mundo un par de veces. Hay guiños a su futura presidencia y se vale de la información que el espectador maneja de la figura. Pero intenta triunfar como película más allá del Trump que conocemos, hablando de un sistema que ya opera según ciertas reglas que benefician a los tiburones que dejan de lado los escrúpulos y se enfocan en ganar.
Y quizás ahí está el acierto de haber traído a un director extranjero que aportase una clave a recordar de cara a estas elecciones. Según la película, Trump no es un monstruo. Ni corrompió a los Estados Unidos. Los EEUU ya estaban corruptos hace rato y le ofrecieron pudrirse si quería triunfar dentro de ellos.
Nota de riesgo: curiosamente, a pesar de que la película ridiculiza a uno de los hombres más poderosos del mundo que luchó contra su estreno, no es más que moderada.