El Padrino, El silencio de los inocentes y Toro Salvaje son algunas de las películas que no existirían si no fuese por Roger Corman, el cineasta norteamericano que falleció el sábado pasado a los 98 años.
Corman fue actor, director de cine B, productor. Pero además fue una figura crucial que parece estarse perdiendo: mentor, descubriendo y apoyando a talentos prometedores. Empezó trabajando en correos para 20th Century Fox y desde allí subió en la escala del poder para dejarlo cuando quiso y forjar una carrera única, que se caracterizó por seguir sus impulsos propios y nunca detenerse.
Mentor de algunos de los mayores cineastas de la historia
Peter Bogdanovich fue su asistente, Jonathan Demme su montajista y contrató a Martin Scorsese para dirigir su primera película después de intuir que tenía talento. Francis Ford Coppola y Ron Howard le deben sus carreras. También descubrió a Jack Nicholson, Robert de Niro y Ellen Burstyn. Haber sido partícipe en ayudar a tan solo uno de esos íconos del Nuevo Hollywood hubiese sido suficiente, pero Corman catapultó a todos ellos, dándoles oportunidades cuando otros estuvieron muy asustados como para contratarlos.
En el documental que se hizo en su nombre, varias grandes figuras son entrevistadas, poniendo bajo el foco a uno de eso talentos de detrás de cámaras que muchas veces pueden quedar olvidados:
Pero Corman no fue solo eso. La sola asociación con ese nivel de artistas sería algo que contradiría su legado. Porque Corman se movía en otras esferas. Fue productor de más de 300 largometrajes y famosamente dijo que nunca perdió dinero haciendo películas.
¿Su secreto? Simplemente hacerlas, lo más barato posible.
Roger Corman, el rey del cine B
"Trabajar con un presupuesto bajo conlleva muchas limitaciones, pero al mismo tiempo hay ciertas oportunidades. Puedes apostar un poco más. Puedes experimentar. Tienes que encontrar una forma más creativa de resolver un problema o presentar un concepto".
En un Hollywood que parece operar de dos modos, evitando el riesgo o lanzando todo su dinero a franquicias que nadie ha pedido, las palabras del cineasta resuenan.
Cuando Corman trabajaba en la 20th Century Fox, dio sus comentarios en un guion y vio cómo alguien más se los atribuía. Después de eso simplemente decidió dejar ese lugar de trabajo. Vendió un guion, trabajó como asistente y, por poco dinero, logró producir su primer largometraje. Y así siguió. Tenían nombres como El monstruo del lago, Las mujeres pantano y Ataque de los monstruos cangrejo. Eran lo que podemos imaginarnos, películas cincuenteras de ciencia ficción, terror e incluso comedia, de serie B, hechas con bajísimo presupuesto. Pero todas encontraban su nicho y terminaban recaudando dinero, por lo que Corman podía seguir adelante. Al poco tiempo se lo empezó a conocer como El rey del cine B.
También tuvo su propia carrera de director con más de 50 películas. Fanático de Edgar Allan Poe, adaptó algunas de sus novelas. Su obra más conocida fue Little shop of horrors, una comedia de terror en blanco y negro que se convirtió en un clásico de culto y logró un éxito considerable en su lanzamiento inicial. Hoy en día, ha tenido innumerables adaptaciones en el teatro y en el cine.
Cuando en los ‘70 fundó la productora New World Pictures, se convirtió en una de las principales distribuidoras de cine independiente en Estados Unidos durante las décadas de 1970 y 1980. Ahí ayudó a distribuir clásicos extranjeros. Y aquí otra lista de nombres, ya que es impresionante la influencia que terminó teniendo:
Fue el distribuidor de Fellini con Amarcord, François Truffaut con The Story of Adele H., Peter Weir (The Cars That Ate Paris), Joseph Losey (The Romantic Englishwoman), Volker Schlöndorff (The Lost Honour of Katharina Blum, The Tin Drum) y Akira Kurosawa (Dersu Uzala), aumentando su perfil en todo el mundo.
Puede que Corman haya sido menospreciado por la historia canónica de la industria, pero su contribución al cine de bajo presupuesto quedará como un modelo a seguir para aquellos que quieran contar historias creativas sin las restricciones financieras del sistema de estudios tradicional. Aquellos que tienen el motor de hacer, cueste lo que cueste.
Siempre dispuesto a tomar riesgos y explorar nuevas ideas, Corman demostró que hacer cine tiene más que ver con imaginación y creatividad que con presupuestos y restricciones, y ese es el mayor legado que puede dejar para generaciones venideras de realizadores.
Cuando le preguntaron cómo le gustaría ser recordado, dijo: 'Yo era un cineasta, sólo eso'.