Kate Winslet se reúne con HBO por tercera vez con una comedia negra absurda y diferente. En El Régimen ella es la líder volátil de un país ficticio en Europa que está sujeto a sus decisiones disparatadas. Desde una germofobia irracional hasta reuniones internacionales donde imperan más sus caprichos que la estrategia, vemos cómo el futuro de una nación es afectado por el populismo y guerras de poder absurdas.
Y cómo su pueblo la apoya en todo esto.
Y si eso nos dice algo sobre el mundo en que vivimos, es algo que tenemos que decidir nosotros.
Las decisiones políticas internacionales se toman desde la inseguridad
Todo empieza con el traslado de Herbert (Matthias Schoenaerts) al palacio presidencial. Él es un soldado que, después de una reacción violenta contra manifestantes, obtiene el cuestionable cargo de ser un medidor de humedad para la Canciller Elena Vernham, interpretada por Winslet. Su trabajo en un principio es eso: acompañar a la mandamás para advertirle del nivel de exposición que hay en el palacio a gérmenes que puedan afectarla.
Ella, recluida en su castillo de cristal, tiene a todo su staff convencido de que el moho está debilitándola. Y nadie le cree, pero es más fácil seguirle la corriente que enfrentarla, ya que sus exabruptos violentos generan aún más problemas. Pero Herbert tiene sus propias excentricidades: es una mole autoflagelante que parece existir solo para servir a su capitana. Forman una conexión, él le dice lo que ella quiere escuchar, ella le da atención y comparten sueños donde viajan y caminan por praderas.
No pasa mucho tiempo hasta que Herbert se convierte en su mano derecha y le susurra al oído confirmaciones paranoicas que hacen que la Canciller encarcele a miembros de su equipo y amenace a líderes internacionales, decisiones políticas que impactarán el futuro de su pequeño país.
Lo que promete El Régimen es que veremos lo fácil que se genera una catástrofe en una nación autocrática. Una sátira exagerada y muchas veces absurda hacia las figuras tiránicas que nos gobiernan y sus inseguridades.
A pesar de la originalidad de la tercera colaboración de Winslet y HBO, El Régimen ha recibido críticas mixtas
El creador Will Tracy había escrito antes El Menú y colaborado en capítulos de Succession. Más o menos entendemos de dónde viene la mano y lo que se quería lograr con El Régimen. Y, a pesar de que solo han salido dos capítulos –HBO lanza cada domingo uno nuevo– y aún no sabemos cuál es el futuro de la miniserie, la gente parece confundida.
Kate Winslet tenía un historial impecable con HBO. En el 2011 la ganadora del Óscar protagonizó Mildred Pierce, la miniserie de época de Todd Haynes (Carol, May December). Era un poco antes de que el formato explotara y estuviera tan de moda, pero aún así fue un producto muy visto y Winslet ganó el Emmy a Mejor Actriz por la producción.
Segundo round, segundo Emmy. Esta vez con Mare of Easttown. Era plena pandemia y la historia policial donde Winslet intepretaba a una abuela detective en un pueblo pequeño fue todo un hit. Trabajó también de productora, por lo que el éxito fue rotundo para la actriz, todo el mundo vio la serie y la relación entre ella y el canal solo prometía buenos frutos.
Pero el estreno de El Régimen fue distinto. El situar la historia en un país inventado parece haber distanciado la sátira del mundo real, en vez de haberla hecho global y aplicable a nuestra etapa actual de auges fascistas y capitalismos desmoronantes. Otros la han encontrado oportuna, pero superficial y poco específica en su crítica. Básicamente el comentario es que no pareciera tener mucho que decir.
Así que nuestra sugerencia aquí es otra. Olvidar que la sátira política debe cumplir un rol en edificar nuestras opiniones sobre el estado actual del mundo y simplemente pasarlo bien. En Succession estaba clarísimo que detrás de nuestras risas existía la desesperación de que esta gente existe, pero esto es más como El Menú, un divertimento con menos pretensiones de crear esos paralelos.
Lo que sí tiene El Régimen es el potencial de ser una serie adictiva, graciosa y exagerada. Que avanza muchísimo capítulo a capítulo, con líneas memorables, personajes ridículos y suculentos juegos de poder.
Si a veces se cuela un comentario sobre la fragilidad de un imperio a manos de líderes no aptos para gobernarlo, bienvenido sea.
Nota de riesgo: podría ser arriesgada por su tono y temática, pero termina existiendo en la ficción de manera que no genera demasiada crítica como para incomodar o hacer que nos cuestionemos el estado. Moderada.