Parecería que hoy en día las revistas impresas son cosa del pasado lejano. Ir al dentista y encontrarse con un montón de Cosas o Caras, con el rostro de Cecilia Bolocco en primera portada parece casi imposible. Pero hubo un tiempo que las revistas eran una industria importante, y se podría decir que todo empezó con las revistas estadounidenses de principios de siglo XX.
Y dentro del negocio de las revistas floreció también el de los ilustradores. No eran precisamente pintores –aunque técnicamente sabían pintar bien–, ni tampoco caricaturistas –sus dibujos eran más serios–. Tenían una técnica y un estilo particular y se movían entre el mundo artístico y comercial con fluidez.
Uno de los que mejor supo aprovechar el lado comercial del asunto fue JC Leyendecker, un alemán emigrado cuando pequeño a Chicago, que hizo carrera en una imprenta hasta que llegó a ser dibujante e ilustrador.
Leyendecker entendió desde el principio de su carrera que se podía vivir bien de ilustrar: hizo 60 dibujos de la Biblia, portadas e interiores para revistas de decoración, posters para imprentas e incluso materiales de marketing para una tienda de vestuario masculino.
Se fue a París a estudiar mientras todavía trabajaba para editoriales, imprentas y tiendas comerciales. El 20 de mayo de 1899, Leyendecker recibió su primer encargo para una portada de The Saturday Evening Post, lo que marcó el inicio de una colaboración de cuarenta y cuatro años con la revista.
Su obra aparecería en 322 portadas de la revista, y tocó los temas clásicos: el Viejo Pascuero de rojo, flores para el día de la madre, el bebé de año nuevo y los fuegos artificiales del 4 de julio. Muchos dicen que la imagen actual del Papá Noel o Santa Claus fue popularizada gracias a su arte.









Pero todavía le quedaba un trabajo más importante: la revista Collier's, una de las más importantes de principios de siglo XX en Estados Unidos, le pidió alrededor de 80 portadas.









El estilo de Leyendecker se adaptaba muy bien al mundo comercial, por eso entre sus clientes figuraron tiendas de ropa como Arrow; la marca de cereales Kellogg, la marina, el ejército, Palmovile, los cigarros Chesterfield, entre muchas otras.




En Leyendecker se entrecruzan muchas de las tendencias de primera mitad del siglo XX: el enaltecimiento de la cultura norteamericana –Americana, como se le suele llamar–; una floreciente cultura comercial y de consumo anclada en el marketing; tendencias artísticas que ya habían pasado por el impresionismo, y un artista que supo estar entremedio de todas estas tendencias para sacarle provecho a su oficio y su talento.