Anoche, mientras veía Alien (1979) por enésima vez, tuve una revelación más preocupante que la presencia de un monstruo espacial: el suegro de Madam Secretary (Tom Skerritt) tenía cara de niño, John Hurt aún no tenía la voz con que narró Dogville (al menos antes que el bicho le apretara la garganta), Ian Holm se veía más joven que Frodo, y Sigourney Weaver... bueno, ella sigue igual, lo cual es otro misterio que merece su propio artículo.
Lo interesante de ver películas antiguas es cómo te golpean con la realidad del paso del tiempo. No solo por los efectos especiales que ahora dan una mezcla de risa y ternura, sino por esos pequeños detalles que delatan que estás presenciando otra época: los monitores de rayos catódicos, el humo de cigarrillo, y ese ritmo pausado que hoy sería considerado 'demasiado lento para la audiencia moderna'.
La aceleración del tiempo moderno
Es notable ver cómo ha cambiado nuestra relación con el tiempo en las pantallas. En 1979, una toma de dos minutos de alguien caminando por un pasillo era suficiente para mantenernos al borde del asiento. Las películas de antes dejaban que los personajes y las situaciones se desarrollen en tiempo casi real. Ahora, según una investigación de Gloria Mark, profesora de informática de la Universidad de Irvine y autora de Attention Span: A Groundbreaking Way to Restore Balance, Happiness and Productivity, necesitamos un enganche o algo que nos descoloque cada 47 segundos o nos aburrimos y pasamos a lo siguiente (en cambio a inicios de podíamos aguantar 2.5 minutos).
Esta aceleración constante de nuestro consumo de contenido es solo un síntoma más de cómo percibimos el tiempo de forma distorsionada. Como cuando alguien afirma que 2004 no fue hace una década.
De hecho, los "niños" que nacieron ese año ya pueden votar, tomar alcohol en la mayoría de los países, y explicarme por qué estoy usando mal TikTok y que usar la expresión POV correctamente es considerado incorrecto.
El otro día, escuché a dos adultos discutiendo sobre las paletas de pádel de madera como si fueran artefactos arqueológicos. '¿Te acordás de esas?', decía uno con nostalgia, como si hablaran de una radio de galena. Lo perturbador no es que yo también las recuerde, sino que son literalmente las únicas que he usado en mi vida.
El tiempo juega con nuestra percepción: para un adolescente, los años 90 son historia antigua; para nosotros los cuarentones, son "hace poco". Es como si viviéramos en dos líneas temporales paralelas, donde el mismo período significa cosas completamente diferentes dependiendo a quien le preguntas.
La ciencia detrás de por qué el tiempo vuela (y cómo hacerlo más lento)
Hace sentido pensar que nuestro cerebro percibe el paso del tiempo de forma relativa. Suena lógico que todo sea cuestión de proporciones: cuando tienes 5 años, un año es el 20% de toda tu vida - una eternidad. A los 40, ese mismo año representa apenas un 2.5% de tu experiencia total. Es como si el tiempo se fuera diluyendo: la misma cantidad se siente cada vez más pequeña.
De acuerdo a David Eagleman, nuestro cerebro procesa el tiempo según la cantidad de información nueva que recibe. En la niñez y adolescencia, cada día trae experiencias nuevas que el cerebro registra en detalle.
En la adultez, la rutina hace que muchos días sean prácticamente indistinguibles entre sí: despertar, café, trabajo, Netflix, dormir, repetir. El cerebro básicamente dice "más de lo mismo" y ni se molesta en crear memorias detalladas.
Trucos para hackear el cerebro
Varios investigadores han encontrado formas de "hackear" esta percepción temporal. Según un artículo publicado en Lifehacker, podemos engañar a nuestro cerebro para que el tiempo se sienta más largo al romper con las rutinas diarias y experimentar cosas nuevas. Estas experiencias, al ser novedosas, requieren más procesamiento mental, lo que hace que el tiempo parezca transcurrir más lentamente.
No hace falta hacer nada dramático como renunciar al trabajo y mudarse a la Patagonia (aunque seguro que eso también funcionaría). Pequeños cambios pueden tener grandes efectos: tomar una ruta diferente al trabajo, probar un nuevo hobby, o incluso algo tan simple como cepillarte los dientes con la mano no dominante. El proceso de limpiar el espejo para que tu pareja no te regañe seguramente logrará hacer tus días más largos.
Otros estudios sugieren que la clave está en la atención plena: cuando estamos completamente presentes en el momento, el tiempo parece expandirse. Es por eso que cinco minutos esperando que caliente el microondas parecen una eternidad, mientras que cinco horas viendo series pasan en un abrir y cerrar de ojos.
Giuliano Torrengo, en un estudio publicado en 'The Journal of Philosophy', descubrió algo que cualquiera que haya estado en una situación de peligro ya sabía: cuando el cerebro entra en modo supervivencia, el tiempo se arrastra como un caracol con resaca. Lo fascinante no es solo que el tiempo parezca más lento, sino el por qué: nuestro cerebro empieza a procesar todo en cámara lenta, como si fuera el mejor editor de video del mundo. Es el mismo tiempo, pero con más frames por segundo.
Según explica Shahram Heshmat en un artículo sobre música y percepción temporal, nuestro cerebro puede ser “hackeado” con música. Es por eso que las tiendas y restaurantes eligen su música con tanto cuidado: la melodía correcta puede hacer que el tiempo vuele mientras gastas todo tu sueldo, o que pases más tiempo del planeado mirando productos que no necesitas.
Uno de los experimentos más reveladores sobre la percepción del tiempo fue realizado por el científico francés Michel Siffre, quien pasó varios meses en una cueva sin relojes ni señales del mundo exterior. Después de dos meses, creía que solo había pasado la mitad del tiempo. Su cerebro, privado de los marcadores temporales habituales como el día y la noche, básicamente empezó a inventarse su propio calendario. Es como cuando te quedas navegando en internet o jugando videojuegos y de repente son las 4 de la mañana.
De acuerdo a estudios sobre memoria temporal, nuestro cerebro tiende a agrupar experiencias similares en una sola representación mental. Es por eso que recordamos perfectamente nuestro primer día de trabajo, pero los siguientes seis meses son básicamente una mancha borrosa de mal café y reuniones de Zoom.
Cuando vivimos algo nuevo, el tiempo parece pasar más lento porque estamos procesando cada detalle. Pero cuando recordamos esa experiencia, parece haber pasado en un instante porque solo guardamos los momentos destacados. Es como ver el resumen de un partido: la experiencia de casi dos horas se comprime en dos minutos de jugadas de riesgo e improperios al árbitro.
El futuro del tiempo
Mientras la tecnología promete ahorrarnos tiempo con deliveries instantáneos, comunicación inmediata y automatización de tareas, paradójicamente nos sentimos con menos tiempo que nunca.
La IA promete liberarnos de tareas tediosas y repetitivas, esas mismas que nuestro cerebro comprime en la memoria como "más de lo mismo". Pero ¿qué haremos con todo ese tiempo extra? Algunos temen que nos quedemos sin trabajo y tengamos demasiado tiempo libre. Otros fantasean con dedicarse a hobbies creativos y aprender cosas nuevas. La realidad probablemente esté en el medio: terminaremos usando ese tiempo "ahorrado" para mirar contenido generado por IA, algo así como en The Matrix pero sin generar energía.
Mientras nos acercamos al fin de año, vale la pena recordar que nuestra forma de medir el tiempo es completamente arbitraria. Los antiguos egipcios comenzaban el año con la inundación del Nilo, los mayas crearon calendarios tan precisos que nos hicieron creer que el mundo se acababa en 2012, y los persas celebraban año nuevo en el equinoccio de primavera. En algunas culturas africanas, el tiempo ni siquiera está atado a un reloj: una reunión no empieza a las 3 PM, sino cuando llega la gente necesaria.
En realidad, todo nuestro sistema temporal es una convención tan artificial como la existencia de los pájaros o Rancagua.
Quizás la verdadera lección es que el tiempo es lo que hacemos con él. Ya sea aprendiendo a cepillarse los dientes con la mano no dominante, intentando entender cómo se usa el POV, o escribiendo artículos sobre el paso del tiempo mientras procrastinamos otras tareas más importantes.
Y si la IA eventualmente nos deja sin trabajo, bueno... por fin tendremos tiempo para todas esas cosas que prometimos hacer "algún día". Aunque seamos honestos: probablemente solo encontremos nuevas formas de perderlo. Con suerte, al menos será en compañía de la gente que queremos.
Feliz año nuevo entonces. Ya sea que para ti falte un mes o quince minutos dependiendo del POV.