Dime de qué dispositivo de almacenamiento de datos te acuerdas y te diré qué tan viejo eres.
A lo largo de la historia han existido distintas formas de almacenar datos. En Fintual trabajamos con gente muy joven, y a mi me impresiona que varias de ellas piensen que el cederrón (sí, así se escribe CD en español) se inventó para ver películas, o que no conozcan un disquete.
Esos disquetes de la foto llegaron a tener una capacidad de 1,44MB. Irónicamente, no son capaces de guardar una foto del propio disquete que saques hoy con un celular.
La gente un poco mayor recordará incluso los Floppy Disk originales (yo los conocí escribiendo esto), esos que eran blandos, quizás los padres de los disquetes modernos, que nacieron en 1971 con capacidades de 80KB.
Además de que a lo largo del tiempo la capacidad de almacenamiento ha crecido, también se ha hecho más seguro guardar datos. El disquete se desarmaba o rompía fácilmente, perdiendo cualquier posibilidad de acceder a la información. Parecido con el CD, que de solo usarlo, se iba rayando, y era imposible que sobreviviera a un camino de ripio en la radio del auto.
Los videojuegos estaban restringidos a capacidades muy pequeñas. En los noventa el Nintendo64 revolucionaba el mercado con sus cartridges de hasta 64MB (en parte, de ahí viene el nombre), en comparación con los hasta 4MB a los que llegaba el Super Nintendo (y estos había que soplarlos a veces para que funcionaran, no tengo datos pero tampoco dudas).
Luego en el año 2000, el pendrive llegó a romperlo todo. Su memoria iba desde los 8MB, pero era un dispositivo tan chico, compacto, cómodo y robusto, que ha logrado sobrevivir al paso del tiempo y hoy es relativamente barato encontrar pendrives de 1TB o más, aunque probablemente van en desuso.
El primer iPhone que anunció Steve Jobs en 2007 y que sin dudas revolucionó la forma en que nos comunicamos y usamos la tecnología, venía en formatos de hasta 8GB.
La tecnología ha permitido que se pueda almacenar cada vez más información en menos espacio y de forma más barata. Hasta hace un tiempo esta tendencia iba a un ritmo exponencial, aunque ha tendido a frenarse en la última década.
Y desde el pendrive, ha sido poco lo que se ha inventado en cuanto a dispositivos de almacenamiento, principalmente porque cambió el paradigma, y en lugar de ver cuál es la forma más eficiente, barata o segura de llevar almacenamiento contigo, se optó por simplemente no llevarlo contigo pero tenerlo disponible en cada momento, desde cualquier parte.
Una tendencia que llegó para quedarse
En los últimos años, el almacenamiento en la nube (que no es más que un montón de unidades físicas en algún lugar remoto y oscuro con buena conectividad, usualmente en la zona central de Estados Unidos), ha tomado mucha fuerza, desde la irrupción de servicios como Dropbox, ahora mucho más masificados por las empresas más grandes del mundo.
En iCloud por ejemplo, el servicio de datos de Apple, 50GB de almacenamiento tienen un costo mensual de $650CLP en Chile y de $17MXN en México, una capacidad que en otros tiempos habría sido un sueño.
Con esto, se acabaron las excusas “modernas” (post - el perro se comió mi tarea) de que se rompió el disquete o se echó a perder el pendrive para no llevar la tarea al colegio, pero seguro que las nuevas generaciones se abrirán su propio camino para hacerlo. Tal vez alguno ya dijo el primer “perdone profesor, me hackearon la tarea”.