Camino al museo Franz Mayer con toda la familia en el Uber, teníamos tiempo de sobra. El tráfico de la CDMX garantizaba una hora. Como Clarita no conocía 31 Minutos, puse en el celular el capítulo que yo más recordaba: La ruta de la caca. Al rato las dos se reían cada vez que Bodoque decía “caca”. Clarita (5) le dijo a su hermana (7) “Oye, esto no es para nada aburrido ¿eh? bien padre”.
Cuando empezaron los “¿Cuánto falta mamá?” quedó claro que sus expectativas estaban demasiado altas, así que les explicamos que no veríamos un show, íbamos a un museo. Pasamos directo a los “para qué me trajeron” - “qué aburrido ver puros cuadros”.
Llegamos y para subirles el ánimo les conté que me había invitado “el señor que hacía la voz de Bodoque” - “¡no es cierto!” me dijo la Emilia ilusionada.
Se aburrieron mucho con las charlas de agradecimiento pero cuando terminaron por fin pudieron cantar con los creadores de 31 Minutos, que se abrazaban muy emocionados recordando viejos tiempos.
Ya en la entrada, te recibe un gran muro con objetos que te miran, una paleta, un teléfono, una aspiradora:
“Todo el mundo de 31 Minutos se fundó en una simple idea : cualquier cosa ¡pero cualquiera! puede convertirse en un personaje”
De ahí en adelante lo bueno mejoró.
Me costaba imaginar que la experiencia de un museo de títeres pudiera ser de este nivel. Disfruté la estética. Sobraba la creatividad y el humor sano. Mucha nostalgia.
Álvaro Díaz, la voz detrás de Bodoque, que efectivamente me había invitado, me explicó que José Délano, un artista chileno radicado en Berlín, era buena parte del secreto: José había sido el curador de la colección, cuidadosamente escogiendo las piezas que sí y las que no se mostrarían.
Yo había visto, en la propaganda de la exposición, las esculturas tipo romanas con las figuras de Patana y Bodoque, y esto de alguna manera me hacía imaginar un falso museo, un artilugio para niños, una imitación burda de arte clásico y esculturas plásticas con títeres gastados encerrados en vitrinas obscuras.
Nada más lejos de la realidad. El nivel de la museología aplicada, la iluminación perfecta, el uso de los espacios y los colores, ya se lo quisieran otros museos con piezas mucho más “verdaderas” o “relevantes” del arte o la historia.
No hay forma de recomendarlo demasiado.
A la vuelta las niñitas dormían. Yo me sentí feliz por haber hecho el esfuerzo de ir, no solo porque las vi motivadas a ver más de estos videos educativos y chistosos, sino también porque aprendieron a valorar la experiencia de ir a un buen museo.
También me acordé con nostalgia de los videos que alguna vez hicieron Álvaro y mi hermana para Fintual. Eventualmente creo que también pasarán a ser videos de culto (les dejo uno, ojo con la voz de Néstor, es el que dice “¡mi nana!...”).
Si quieres ir al Museo 31 en el Franz Mayer conviene comprar entradas pronto porque quedan muy pocas. Aquí el link https://franzmayer.org.mx/museo-31/