Mediados de siglo pasado, y en Estados Unidos –y buena parte del mundo occidental– la narrativa en la pintura estaba confinada a las viñetas y burbujas de los cuadros de Roy Lichtenstein producto del auge de los expresionistas abstractos.
Pero bien sabemos hoy, la narrativa no siempre tiene que ser escrita; al contrario: muchas veces la mejor narración es la que esconde, es ambigua y poco clara.
Y en esos movidos años 50 hubo una artista que le puso narrativa a la sopa como pocos: Rosalyn Drexler.
Nacida en el Bronx en el año 1926, Drexler comenzó su carrera en la escultura, aunque poco a poco fue moviéndose hacia el arte pop y en específico, hacia un tipo de collage bien definido, que marcaría su producción más reconocida, convirtiéndolo en su sello.



Una muestra del trabajo de Drexler: Marylin con su guardaespaldas detrás, King-Kong y The Defenders.
Puedes observar casi cualquier cuadro de Drexler y sus técnicas, motivos e ideas sobre el arte saltan a la vista. Apropiándose de imágenes de revistas populares y otros materiales impresos, Drexler transformaba imágenes –que de otro modo serían bien prosaicas– añadiendo pigmentos brillantes de acrílico y creando nuevos contextos. Recortaba reproducciones de revistas y fijaba sus imágenes estratégicamente seleccionadas sobre lienzo y luego sobrepintaba el collage, eliminando así el rastro visual de las imágenes subyacentes, reproducidas mecánicamente.
Todo eso suena como una manera compleja de decir que recortaba imágenes icónicas (de películas, revistas, la prensa) y las ponía sobre un nuevo contexto, y luego las pintaba para resaltarlas aún más. El efecto visual es muy llamativo por los colores y porque muchas veces esas figuras sacadas de contexto adquieren uno nuevo.



Chubby Checker bailando o imágenes de películas icónicas de los cincuenta... el material de Drexler descansaba en el inconsciente colectivo y ella lo traía resaltado, pintado y con nuevos significados. Y es que como te decía, la narrativa es parte de su pintura tanto o más que las técnicas del collage. Lo interesante es que la narrativa se sustentaba en sacar de contexto imágenes de la cultura popular para que ahora contaran una nueva historia, en general relacionada con la violencia de género.




Una forma de decir que todas esas películas del Hollywood de los cincuenta, reflejaban una y otra vez un mismo estereotipo. De todas formas, muchas de sus pinturas tenían más de una lectura, y hasta el día de hoy se debate mucho hasta qué punto sus cuadros son una narrativa clara en contra de la violencia de género. Tal vez haya sido por su obsesión con el cine negro, o noir, del que tomó la mayoría de sus imágenes.







Tiene todo el sentido del mundo: si la narrativa fuera clara, líneal, simple y carente de toda ambigüedad, sería tremendamente aburrida. Y Rosalyn Drexler es cualquier cosa menos aburrida.