A Alex Katz se lo considera uno de los precursores del Pop Art. Tal vez, porque sus pinturas evocan algo que el pop convirtió en dogma: la exaltación del presente en su estado más puro. Si las Marilyn Monroe de Warhol nos recuerdan que los íconos pop no tienen pasado y poco nos importa su futuro; si no que son puro presente, esa condición la podemos encontrar ya en las pinturas de Katz.
La eternidad existe en minutos de conciencia absoluta, decía Katz en 1961. La pintura, cuando tiene éxito, parece ser un reflejo sintético de esta condición.
Como recuerdan en la exposición en su honor que se hizo en el Guggenheim: "Ya sea evocando un intercambio de miradas entre amigos o un rayo de luz filtrado a través de los árboles, su objetivo [el de Katz] es crear un registro de cosas que pasan rápidamente, comprimiendo el flujo de la vida cotidiana en un vívido estallido de percepción óptica."
En otras palabras, una pintura de puro presente, que intenta atrapar esas ideas y emociones que pasan volando y de las que muchas veces solo nos queda la sensación.
Tal vez no logramos replicar esa sensación de la mejor manera, y es que la gracia de Katz parece ser cómo combinaba su estilo con sus motivos. A nosotros, seguramente, nos faltaron temas más pasajeros.