Esa pregunta surge viendo Succession, y a la familia de aquel 1% que retrata.
Los Roy tienen un imperio mediático y una fortuna ilimitada y es quizás en la época en que más se cuestiona a los superricos que no podemos evitar verlos con morbo, horror y fascinación.
La serie de HBO parte cuando se pone en duda la cordura del patriarca que dirige el imperio y pareciera que su puesto podría quedar vacante. Naturalmente, sus tres hijos y varios empleados sacan sus garras y se preparan para pelear para quedárselo.
Pero no son las peleas sangrientas de Game of Thrones. Aquí también es el poder lo que se disputa, pero de una forma más real (e igual de violenta): con palabras, estrategia, seducción y política.
En Succession todo se trata de alianzas, de quién tiene el poder y quién va a hacer qué para conseguirlo. En el mundo aislado de estos millonarios, la corrupción es pan de cada día y siempre hay mucho en juego, por lo que es fascinante ver las guerras que provocan sus egos frágiles y mentes maquiavélicas.
La serie, tras ganar el Emmy a Mejor Serie Dramática el año pasado, estrenó su tercera temporada el domingo pasado. Y actualmente, más que nunca antes en la historia, está cuestionado el rol de los multimillonarios y las responsabilidades que nos deben al resto de los mortales.
Es por eso que Succession se siente fresca, porque nos cuenta qué es lo que pasa por la mente de quienes tienen las riendas del resto del mundo en sus manos. Eso, sumado a guiones shakesperianos y personajes atractivos e inteligentes, hacen de esta la mejor serie de la televisión. Hora de ponerse al día con las primeras dos temporadas para ver cada domingo el estreno de un nuevo capítulo de la tercera.