Lejos quedaron los días en que Netflix emocionaba periódicamente con estrenos y, aunque la competencia y decisiones editoriales le han quitado al streaming el sello de calidad televisiva, de vez en cuando sorprende.
El año pasado lo logró con Bebé reno y, al igual que con aquella, esta es otra miniserie británica oscura, sin grandes estrellas, que está explotando solo a partir del boca a boca y usuarios en redes sociales que han quedado impactados con su contenido.
En este caso el gancho es también algo que pareciéramos no haber examinado en este formato: un femicidio perpetrado por un niño de 13 años. Y, para rematar, cada uno de sus cuatro capítulos está grabado en un complejo plano secuencia.
¿Alguien quiere pensar en los niños?
La historia de Adolescencia no está inspirada en ningún caso particular, sino basada en varios asesinatos que se han producido en el Reino Unido mientras el país sufre un alza en los crímenes con cuchillos entre civiles y también en los ataques por menores de edad.
En esta historia, es Jamie Miller, un preadolescente retraído, el que es un día repentinamente sacado de su casa por la policía y acusado del homicidio de una compañera del colegio. El primer capítulo se lleva a cabo durante una hora de la vida de los personajes –Jamie, su familia, la policía y funcionarios– y nos va develando esta información de a poco. No sabemos aún si el joven es culpable o no, pero empezamos a considerar todas las implicancias de una situación tan chocante como es esta.
En el segundo capítulo, una investigación policial en el colegio de Jamie, vemos la crítica al estado actual de una educación escolar que está fracasando: niños desinteresados, profesores hastiados, bullying, adicción a redes sociales. Y se empiezan a dilucidar los posibles motivos por los cuales los hombres jóvenes tienden a la violencia.
¿Recordamos esa frase atribuida a Margaret Atwood que dice “el peor miedo de los hombres es que las mujeres se rían de ellos. El peor miedo de las mujeres es que los hombres las maten”? Bueno, Adolescencia entra a picar justo ahí.
Sin buscar defender, expone este miedo real que sufren hombres jóvenes que se sienten rechazados: que el 80% de las mujeres se fija solo en el 20% de los hombres.
Que no compartieron los principios del feminismo ni se sumaron al movimiento, y por ende quedaron excluidos y resentidos. La serie nos alerta que estos jóvenes se pueden volver misóginos y peligrosos, y ni siquiera hay que esperar a que crezcan para ello.
Cada capítulo fue grabado solo en un plano
Hay que reconocer que está medio de moda el plano secuencia, que es básicamente el uso de una toma ininterrumpida, sin cortes, por largos periodos de tiempo. Varias películas lo han usado (El arca rusa hace más de veinte años, La soga de Hitchcock lo simuló aunque tenía varios cortes ocultos) e incluso hay una serie francesa reciente llamada L'Effondrement (El colapso) que lo hizo con episodios más cortos.
Pero la decisión de utilizar el recurso aquí es quizás la más ambiciosa, al menos técnicamente y que hayamos visto en televisión. Entendamos que los capítulos tienen distintas locaciones, lo que requiere que la cámara se traslade a diferentes sets, siempre con una motivación o siguiendo a algún personaje, y esto puede significar avanzar por pasillos, escaleras y dentro de autos. Esto para llegar a espacios diseñados e iluminados, con actores presentes y en su marca, ya en acción. Todo tenía que estar a foco y bien expuesto desde el equipo de cámara. No hay espacio para los errores.
Esto es complejísimo por muchas razones. En el segundo capítulo, por ejemplo, habían 320 menores como extras en el colegio y 50 adultos, ocupando distintas salas y pasillos, atentos y en personaje para cuando llegara la cámara y mantener la acción andando. Algunos miembros del equipo que tenían que estar en set se escondían, pero otros fueron vestidos como personajes para poder integrarse a las tomas disimuladamente. Y la cámara debía seguir todo esto, incluso cambiando de soporte, pasando de cámara en mano a fijarse en una grúa, un auto o incluso –en su momento más sorprendente– en un drone. Sin que se notara el cambio.
How *that* scene in #Adolescence was filmed. https://t.co/jSvgVsTBSY pic.twitter.com/Qd6c3WP5lP
— Netflix UK & Ireland (@NetflixUK) March 17, 2025
El equipo, después de muchos ensayos y coreografías, grababa dos tomas de un capítulo al día. Y así durante cinco días. Obviamente hubo errores, tanto de actores como del equipo, que hicieron que se interrumpieran las tomas. Pero era el riesgo que asumieron, permitido solo por los avances tecnológicos que hacen que estos caprichos sean posibles.
Q: How did they film the drone shot at the end of Ep 2?
— Netflix UK & Ireland (@NetflixUK) March 15, 2025
The DOP carries the camera and follows a school pupil to the traffic lights with a wide shot as she goes at the end of the school day. Before she crosses the road, a team attach the camera to a drone, which then flies a… pic.twitter.com/kKk7ocLCkU
¿Y son caprichos? Por más logrado que sea el acabado, lo malo de un despliegue técnico tan grande es que no se justifique su propósito. El hecho de intentarlo ya es un mérito en sí, y uno que el director Philip Barantini ya había logrado antes. Primero, con su corto Boiling Point y luego con la película del mismo nombre que lo adaptaba, así que ya había experiencia y la inquietud de un realizador que sabe moverse en ese territorio.
Por otro lado, sirve como un elemento diferenciador inmediato en una época donde hay un exceso de contenido. Es algo que nos atrae y nos maravilla y ambas cosas son difíciles en un momento donde estamos bombardeados por estímulos constantes.
También es cierto que quizás ni haya que cuestionarlo.
Pero lo importante de la decisión es que nos sumerge en el ahora, nos obliga a compartir tiempo y espacio con estos personajes, una hora en su vida. Los guionistas eligieron los cuatro momentos en que nos centramos y el director delimita lo que vemos, pero no se puede escapar de una inmediatez y presencialidad que hasta hace poco solíamos asociar más a la fuerza del teatro.
Ser parte del minuto a minuto, del estrés ininterrumpido de estas situaciones límites, permite que nos adentremos en el infierno de estos personajes, de la burocracia, que notemos los gestos que los delatan y que gotee de a poco la información como pequeñas revelaciones.
El tercer capítulo abandona gran parte de la pirotecnia técnica que presumía el dispositivo y se centra tan solo en una entrevista (recordemos uno de los capítulos de la discutida Monsters el año pasado, que tenía básicamente la misma premisa y usó también un solo plano). Y aquí, en una conversación uno a uno en la que se exponen las motivaciones de los personajes y los temas de la serie, se termina de entender la necesidad de este nivel de intimidad.
Adolescencia logra así convertirse en un producto muy representativo de lo que está pasando hoy. Aborda problemáticas urgentes como el femicidio, añade las características que definen a algunos de sus perpetradores actuales (el porno, la adicción a las redes sociales), se hace cargo de cómo esto está iniciando en la juventud, lo observa desde un prisma ultra cercano que nos obsesiona como es la terapia psicológica, y lo muestra con tecnología de punta para crear un efecto que hace que todo resuene más fuerte.
Y así logra que la gente se interpele y no deje de hablar de ella.
Nota de riesgo: tanto la temática como el tratamiento formal son arriesgados y es eso mismo lo que está emocionando a la gente.
