Alejándose de los estudios, Martin Scorsese se alía con Apple para hacer una película bajo su propia ley. Lo que resulta es un relato épico basado en una historia real, que sirve como crítica a la ambición del hombre blanco y les obliga a hacer una relectura de sus propias acciones.
Con elementos habituales en él (una cinta de crimen de ambiciosa duración con las actuaciones de De Niro y DiCaprio), se centra en una serie de asesinatos al pueblo osage en los años 20, una mirada despiadada que no ha evitado que estén llamando a Los asesinos de la luna la mejor película del 2023.
Scorsese regresa con una fórmula parecida pero a escala mayor
Parece que todos estamos de acuerdo en endiosar a Scorsese mientras siga vivo. A pesar de hacer noticia últimamente por sus duras críticas al estado del cine actual (considerando las películas de Marvel como parques de diversiones que amenazan el panorama fílmico), el director ha logrado respaldar sus comentarios con una muestra de lo que sí es cine.
El cineasta lleva haciendo obras maestras desde los 70 y las últimas décadas ha experimentado un resurgimiento en su popularidad, desde el Oscar a Mejor Película que finalmente ganó con Los infiltrados, pasando por las populares Shutter Island y El lobo de Wall Street y terminando recientemente con la reflexiva El irlandés, que para muchos sería un cierre apropiado a una carrera de más de cincuenta años. Pero la racha continúa.
Sin ánimos de desacelerar, Scorsese trae a sus 80 años lo que seguro es una de sus películas más ambiciosas. Los asesinos de la luna se basa en la novela de no ficción homónima del 2017 para contar un caso real que encapsula muy bien la historia imperialista de su país.
Retratando la persecución de miembros del pueblo osage a mano de hombres blancos que buscaban quedarse con su dinero. Se sitúa después del western y antes de los gángsters, y cuenta un relato que le calza perfecto, pero que esta vez tiene la mira puesta en algo más grande, más político, y parece ser la intención del realizador de decir todo lo que necesita con las pocas películas que le quedan.
Los asesinos de la luna: otra gran tragedia americana
Cuando se encontró petróleo en tierra osage, el pueblo originario se convirtió en el más rico del país. De repente, choferes blancos los transportaban e intentaban seducir. Y, sin perder sus tradiciones, idioma o cultura, gozaban de los lujos a los que hasta entonces solo los blancos podían acceder. Ernest (DiCaprio) es un hombre tonto y sencillo que reconoce que ama el dinero. Por ende, cuando su ambicioso tío Bill (De Niro) lo induce a casarse con Mollie (Lily Gladstone), una chica osage de una familia rica, todo parece ir bien.
Pero obtener el dinero de Mollie significa deshacerse de quienes están en la línea de la herencia antes que ella. Y con tres hermanas y una madre, son bastantes los cuerpos que tienen que eliminar. Bill mueve los hilos y junto a Ernest idean una serie de asesinatos, distintos entre ellos, que los vinculen lo menos posible para poder acercarse a la fortuna.
Pero Scorsese entiende que esto no puede ser una simple película de crimen más. Para lograr el comentario que necesita, debe poner al pueblo osage al frente. Y se centra en la relación entre Mollie y Ernest. Esa es la mayor transgresión y la mayor crueldad de esta historia de ambición. Que Mollie estaba durmiendo con el hombre que se deshizo de sus hermanas y que la enfermaba a ella lentamente, muy tonto para tener escrúpulos.
Y los osage, aunque gozaban de dinero, parecían haber heredado algo maldito. Las tierras habían puesto un blanco en sus espaldas y la policía no se acercaría a su territorio a buscar justicia. La comunidad llamó a este periodo, que vio la muerte de 60 nativos osage en Oklahoma, el “reinado del terror”, pero el resto del país no pareció enterarse.
Los malos de la historia
Ha sido reportado que la historia original, como dictaba el libro, era vista desde el punto de vista del FBI que investigó los asesinatos. Pero el personaje del policía, interpretado por Jesse Plemons, no aparece sino después de dos horas en el metraje. La decisión parece ser adentrarse en la historia lo más posible y, ojalá, no verla desde el punto de vista del hombre blanco afuerino.
Se logra a medias, ya que la perspectiva de los osage está presente pero la película está definitivamente más contada desde el antihéroe de DiCaprio. Aún así, hay un cuidado por cada detalle, aspecto de la vestimenta, rituales, cantos y forma de organización que indica que definitivamente hay mucha investigación y asesoramiento de parte del mismo pueblo osage. Scorsese logra mostrar su reverencia hacia ellos y, sin santificarlos, deja muy claro qué es lo que piensa de esta historia.
Y así, apunta al hombre blanco y su eterna impunidad a la hora de tomar lo que no le corresponde. La película no muestra justicia ni catarsis y ese sentimiento problemático es el que quiere que nos llevemos. Parece estar hecha particularmente para el público blanco estadounidense. Y, como hizo Oppenheimer antes este año, les recuerda (¿o enseña?) que no siempre han sido los buenos de la historia.
Para nosotros no son noticias, pero la época en que los yankees construían su identidad como los salvadores del mundo, la potencia que mereció obtener ese mismo título parece estar quedando atrás. Vistos en una crisis que los aqueja como sociedad, económica y culturalmente, ven necesaria una reflexión crítica que los lleva a examinarse y que decanta en este tipo de cine.
Es uno de los ejercicios de conciencia más necesarios y pendientes que podemos pedirle a los estadounidenses que hagan y Scorsese lo empaqueta todo, engañosamente, en una película que podría parecer una más de acción en su filmografía, pero que termina siendo el golpe más grande que le ha dado a su propia nación.
Nota de riesgo: Los asesinos de la luna es cruda y violenta, pero es un logro que no se sienta tan exigente para el espectador. Jamás sentirás que tres horas pasan tan rápido viendo una película. Moderada.