Este año, con el estreno de tres horas de Oppenheimer, o Los asesinos de la luna, de casi tres hora y media, vuelve la percepción de que las películas están más largas que nunca. Y no son solo los dramas épicos. El año pasado nuestro último Batman casi alcanza las tres horas, y los Avengers, que empezaron bordeando las dos, terminaron también bordeando los 180 minutos. Hasta una película animada de Spiderman parece incapaz de durar menos de 140 minutos.
Esto genera fatiga de parte de aquellos que felizmente pueden ver cinco capítulos de una hora de una serie en Netflix de un tirón, pero que se espantan ante la idea de sentarse en el cine por más de dos horas. Sin embargo, una duración prolongada parece no tener efecto en la conducta de la gente. Las películas más taquilleras del año a nivel mundial podrían considerarse largas, con un promedio de 140 minutos de duración, o dos horas y veinte.
- Barbie: 114
- The Super Mario Bros. Movie : 92
- Oppenheimer: 180
- Guardianes de la Galaxia Vol. 3: 150
- Fast X: 141
- Spider-Man: A través del Spider-Verso: 140
- Full River Red: 159
- The Wandering Earth 2: 173
- Wonka: 116
- La Sirenita: 135
Pero, ¿esto es algo nuevo?
El largo de una película no es aleatorio. Impacta el presupuesto que le otorgan y su potencial de recaudación. Muchas peleas entre productores y directores tienen que ver precisamente con cortar escenas y comprimir la historia para no espantar a la audiencia. Por lo mismo es extraña esta idea de que año a año la estrategia sea alargar películas.
Algunos de los mayores éxitos de taquilla (si los ajustamos a inflación) son cintas larguísimas, pero también muy queridas y recordadas. Lo que el viento se llevó dura casi 4 horas, Lawrence de Arabia y Los diez mandamientos, 3:40; Ben-Hur 3:30, Cleopatra 3:12, y El Padrino y La novicia rebelde casi 3 horas.
Desde que se abandonaron las películas mudas el cine no ha tenido miedo de extenderse, lo cual incluso le otorga una escala y espectacularidad a la película en cuestión. Pero entender precisamente cuánto han durado históricamente es difícil por la imprecisión de las muestras que se pueden sacar.
El siguiente gráfico muestra la duración de las 25 películas más exitosas por año, según IMDb.
Y lo que muestra es que quizás eran más cortas al principio, cuando habían problemas tan básicos como que la duración de la película dependía de la longitud del film disponible. Pero luego las cosas parecen estabilizarse.
Veamos un gráfico más exhaustivo. Analistas juntaron 27.743 películas (!) desde antes del ‘40 hasta el 2020 y compararon sus longitudes, mostrando un promedio sostenido que está alrededor de los 100 minutos.
¿Por qué las películas ahora se sienten más largas?
Si comparamos la longitud de las películas más vistas hace treinta años con las de ahora, efectivamente ha habido un incremento, pero mínimo. Si antes rodeaban las dos horas, ahora es un 11% más. Pero eso es solo con las más taquilleras. Y, aunque el 2023 tuvimos de promedio 140 minutos y el año anterior 136, la muestra es muy pequeña como para hablar de una tendencia significativa. Si confiamos en los datos recopilados, la verdad es que no ha habido mayor diferencia en la duración de las películas a lo largo de las últimas décadas.
Entonces, ¿por qué sentimos que las películas están más largas?
Y probablemente tiene que ver con la percepción general, ya que ciertas películas que antes no eran tan largas ahora sí lo son.
Los clásicos mencionados anteriormente no solo duraban mucho, sino que tenían mucha aceptación crítica y varios de ellos ganaron el Óscar a Mejor Película. Eso ha creado una relación entre la escala y la calidad. Sentimos que una película, al ser más épica o ambiciosa, es más prestigiosa. De hecho, la única película que ganó ese premio con una duración de una hora y media fue la comedia Annie Hall, de Woody Allen.
A las películas que buscan premios les autorizamos extenderse, y es por eso que no sorprende que las nominadas al Óscar este año incluyan las mencionadas Oppenheimer, Los asesinos de la luna, Anatomía de una caída y Pobres Criaturas.
Pero la diferencia está en que ahora el blockbuster, la película taquillera de turno, también siente la necesidad de durar más. La quinta película de Indiana Jones, estrenada el año pasado, fue la más larga de todas (142’), la séptima Misión Imposible también se convirtió en la más extensa de su franquicia (163’) y a la décima de Rápido y furioso le pasó lo mismo (141’).
El streaming ha permitido que la gente disfrute de ver lo que quiera, cuando quiera, sin tener que salir de su casa. Y la estrategia de los estudios que se sienten amenazados ha parecido ser brindarle al público algo que no puede conseguirse en casa. La experiencia de ir al cine en la oscuridad frente a una pantalla gigante es única y quiere protegerse. Pero para hacer que la gente se levante, pague una entrada cada vez más cara y se someta al visionado, este tiene que valer la pena.
Y valer la pena no significa solo calidad, que es algo tan difícil de generar y garantizar. Significa espectáculo. Si vamos a gastar y ocupar tiempo de nuestras vidas en movilizarnos, queremos ver algo grande. Efectos especiales. Larga duración. Un panorama que ya no es solo entrar y salir de la sala de cine, sino invertir una jornada, invitar amigos, comprar comida y prepararse para sentarse tres horas frente al último show que el showbusiness nos está vendiendo. O esa parece ser la estrategia.
En una época donde nuestra capacidad de atención parece solo reducirse y ver videos de 30 segundos en aplicaciones puede ser agotador, irónicamente las películas que más recaudan siguen exigiéndonos un esfuerzo. Y quizás por eso nos quejamos, cada año, aunque la experiencia parece indicar que nos gusta someternos al cine. Dure lo que dure.