Uno revisa la cartelera semanal e intenta juntar un poco de esperanza por lo que se pueda encontrar ahí. Pero, como lamentamos hace unas semanas, la aversión al riesgo se comió la oferta y todo lo que encontramos son refritos de ideas anteriores:la quinta (¿o sexta?) de Destino Final, el spin-off de John Wick, Ballerina, una nueva que nadie pidió de Misión Imposible, la versión live action de Cómo entrenar a tu dragón y el remake de Lilo & Stitch. Hasta El esquema fenicio, lo más reciente de Wes Anderson, parece parte de una franquicia por su estilo particular. Y lo demás son producciones nacionales que no están disponibles para todos nuestros lectores.
Ese es el panorama a mitad de año, que no es la época más emocionante para refugiarse en salas de cine. Evitemos mejor preguntarnos cuándo la industria del entretenimiento empezó a esforzarse tan poco en entretenernos, aceptemos lo que hay y busquemos entre el mar de secuelas algo que pueda ser más interesante.
Así, a primera vista, algo surge: 28 años después, que en Latinoamérica se condenó con el título mucho más genérico y olvidable de Exterminio: evolución, pero para efectos de este artículo nos quedaremos con su nombre en inglés. Es la continuación de 28 días después y 28 meses después, películas de culto recordadas con cariño y nostalgia zombi.
La curiosidad ahora nos lleva a preguntarnos si era necesaria una nueva entrada en esta saga y qué tal se compara con sus predecesoras.
28 días después marcó un hito en las historias de zombis
No es exagerado decir que la primera, Exterminio (como se llamó en Hispanoamérica, pero de nuevo, lo ignoraremos) se convirtió en la película de zombis más influyente en mucho tiempo. Danny Boyle (que había dirigido Trainspotting y luego seguiría con 127 horas y Quién quiere ser millonario) dirigía un guion de Alex Garland (que avanzaría a dirigir Ex Machina y Civil War) y logró una película muy cinética, con un estilo visual propio, algo que se sentía joven y fresco.
A partir de una infección que convertía a la gente de Gran Bretaña en zombis contagiosos, los pocos sobrevivientes navegaban por las ruinas para encontrar un lugar seguro. Mientras intentaban refugiarse, se topaban con otros sobrevivientes y el espectador podía vislumbrar quiénes seríamos en este apocalipsis hipotético, enfocándose mucho más en las reacciones humanas que en los simples sustos que los monstruos proveían (cosa que también se lograba muy bien).
Es fácil ver en 28 días después todos los elementos a los que ahora estamos acostumbrados en este tipo de historias. Y todas las películas que le deben su existencia: desde historias de terror como Rec y War World Z, hasta comedias como Shaun of the dead y Zombieland, y series como The Last of Us. El género se fortaleció gracias al impactó de esta pequeña peli británica, y por eso fue normal que se hiciera una secuela.
Lo raro fue que también gustara.
Y aunque 28 meses después era más tradicional, metiendo militares gringos, sustos más predecibles y un tono más de acción, el público la volvió a abrazar. Seguramente porque en su ADN compartía mucho con su predecesora, aunque se enfocara en personajes completamente distintos.
Y así es como llega la tercera parte.
28 años después intenta sorprender a un mundo más acostumbrado a los zombis
Si el goce de ver la primera era que se nos presentaba este mundo, la complejidades de sus reglas, las distintas formas en que la humanidad se adaptaba a esta realidad y luego incluso remataba todo con una crítica a la propia naturaleza destructiva de los humanos, todo eso era difícil de sostener en el futuro.
Esta tercera entrega recuerda de dónde viene, y esta vez se enfoca en un grupo de supervivientes que viven en una comunidad aislada, 28 años después del brote inicial. Las reglas son las mismas, aunque cambiaron un par de elementos por el bien de la trama. Si la segunda terminaba augurando que la infección se esparciría por el resto del mundo, aquí se ha vuelto a contener en el Reino Unido. Y los infectados ahora son más fuertes, los llaman alfas, porque necesitan que suban las apuestas y todo sea más radical si nos quieren mantener interesados.
No les voy a decir que no la vean. Es un blockbuster hollywoodense perfectamente disfrutable, la cosa es que lo que nos encantó de la primera es que era justamente algo diferente a eso.
Aquí tenemos al mando a Danny Boyle y Alex Garland de nuevo, incluso al mismo director de fotografía, el mismo mundo y una premisa similar. En teoría hay confianza y todo debería funcionar. Pero algo de que se haya manoseado tanto el género las últimas décadas hacen que 28 años después no pueda sentirse fresca, por más logrados que estén sus elementos individuales.
Es un niño el protagonista, Spike, y tenemos a sus padres –Aaron Taylor Johnson y Jodie Comer– sufriendo y desenvolviéndose en un mundo atestado de zombies. Por ahí todo bien. Hay guiños y referencias a las pelis anteriores, incluso planos holandeses y freeze frames de montaje que evocan la originalidad de la franquicia. Pero al final son humanos corriendo de zombis, aunque les disparen flechas en vez de balas, y en un mundo tan permeado por estas imágenes en videojuegos, películas y hasta memes, esto ya no es suficiente.
Por eso quizás la película se guardó un giro final.
El polémico final y el futuro de la franquicia
Los últimos minutos de 28 días después han dado mucho de qué hablar en redes por irse en una dirección inesperada, con un tono distinto a todo lo que vino antes.
En el final, un hombre (que es el niño que se presentó en la secuencia inicial) y su grupo de seguidores, se enfrentan a una tropa de zombies para defender a nuestro niño protagonista. Es Jack O’Connell, quien también hizo de líder culturista este año en Sinners, junto con un una tropa de power rangers en buzos de colores, que dan giros en el aire y también podrían asemejarse a los teletubbies que la película mostró en su primera escena.
El líder se presenta como Jimmy e invita a nuestro Spike a unirse a su equipo. Y la película termina. Lo que el público británico rápidamente detectó es que no era cualquier Jimmy. Sino una referencia directa a Jimmy Savile, famoso presentador británico quien, tras su muerte, fue denunciado por múltiples abusos sexuales, incluyendo pedofilia.
Con vínculos con la iglesia, y libre de la impunidad que le dio su historia real, la película toma a un personaje que existió para incorporar un terror diferente a su narrativa.
Porque esta es la primera de una nueva trilogía.
Sí, empezamos este texto quejándonos del exceso de secuelas y falta de originalidad y así lo terminaremos. 28 años después es una forma de reinicio de esta franquicia, que ya grabó su siguiente película y se estrenará en enero del 2026.
Lo bueno es sentir que este equipo tiene una visión a largo plazo (Garland y Boyle estarán involucrados en todas), pero lo malo es ir entendiendo cómo el cine se está convirtiendo en contenido serializado, destinado a entregarnos un capítulo nuevo cada ciertos años. Con una película como 28 años después, y un final que promete peligro humano en su siguiente entrega, lo que se nos dice es que esto fue una mera transición, que una película no tiene que ser autoconclusiva. Que nos vemos en un par de meses más, que sigamos enganchados y les demos nuestro dinero. Porque esto nunca va a terminar.
Y lo que se sintió original hace más de dos décadas se exprimirá ad eternum, con nuevos actores carismáticos y suficientes guiños para que no sintamos que nos distanciamos tanto de lo que nos gustó alguna vez, pero lo suficientemente lejos como como para preguntarnos por qué seguimos viendo esto, aceptando refritos con el mismo nombre y llamándolo nostalgia.
Nota de riesgo: conservadora.
