Ni siquiera tiene que haber trama para justificar que exista una serie nueva sobre un grupo de veinteañeros navegando la vida en la ciudad.
Este tipo de producciones (Friends y Seinfeld en los 90, How I met your mother y Happy Endings en los 2000) sirven más para reflejar los problemas específicos que cada generación enfrenta en un momento determinado y ayudan a gente de toda edad y procedencia a entender su sentido del humor, referencias, modas y aflicciones.
Y ahora, como si fuera una regla, es el turno de los Gen Z, que hasta el momento habían sido representados en ambientes escolares (producciones de Disney o series como Euphoria). Por primera vez nos toca verlos como adultos, porque recién ahora lo están siendo. Así es como llegan series con aptos títulos como Adults, y que nos llevan a verlos pasando por las mismas cosas que ha pasado todo el mundo antes que ellos, pero con las características que los diferencian de los demás.
Lo mismo de siempre, pero haciéndote sentir más viejo
Adults sigue a cinco amigos que viven juntos en sus aventuras aparentemente irrelevantes mostradas en tono cómico.
Podríamos hablar sobre la serie en particular (agradable, pero no mucho más) o sus personajes (tiernos, pero no memorables) pero es más interesante para alguien que no pertenece a los centennials ver lo que representa a nivel más global.
Todos estos tipos de series sobre grupos de amigos que viven juntos buscan hacernos sentir parte de un grupo. En ese sentido la televisión es su formato perfecto, porque nos da un asiento en la mesa y acceso a sus conversaciones una y otra vez. Como ver a tus amigos cada semana.


Y así nos damos cuenta de que aunque la fórmula no cambie, los tiempos sí lo hacen. Y aunque quienes hoy son más jóvenes aún tienen que sortear sus finanzas, gestionar sus vínculos afectivos y enfrentar la independencia. La manera en que lo hacen y el contexto en que se desenvuelven refresca un poco lo que hemos visto (y vivido) hasta ahora.
Cuando Girls hizo lo suyo por la generación millennial hace más de diez años, el mundo se sorprendió con el nivel de narcisismo de los personajes y es seguro decir que eso es algo que solo se ha intensificado. Pero aquella melancolía aquí da paso a un absurdo que habla mucho de cada grupo etario.
Lo que sí ha sido transversal (además del poder de la amistad, obvio) es la precariedad: desde la naturalidad con la que cinco personas viven juntas (la insistencia está en cambiar el calefón, no en soñar con vivir solos) hasta el maltrato que sufren en trabajos que no los llenan.
Y aunque estas perspectivas son cosmopolitas y muy norteamericanas, también es decidor ver cómo Friends ocurría en Manhattan, Girls en Brooklyn y Adults en Queens, mostrando cómo es inevitable ser desplazado de los centros urbanos.
De la misma forma, vemos cómo estos nuevos adultos sufren por faltas de cobertura médica o problemas de residencia que ponen en peligro la estadía de personajes en el país.
Así, sus relaciones románticas se complejizan, se plantean lo explícito que tiene que ser el consenso y lo críticos que se espera que sean frente a la monogamia. El mayor miedo es a ser cancelados y las luchas políticas son fervientes pero también pasajeras.
Todo es demasiado, el agotamiento es lo único que atraviesa a todos los personajes y poco a poco la idea de adultear (por la que tanto se burlaban de nosotros los millennials) empieza a pesarles también.
Separándose de las expectativas más tradicionales que tenían los veinteañeros en los 90 (ascender, casarse, formar una familia) o las más ilusas de los 2010s (encontrar un propósito, realizarse), los nuevos años 20 ven a jóvenes que se lanzan al absurdo porque el mundo los ha estancado.
Todo es en tono de comedia, pero es porque la generación Z creció entendiendo que el mundo a su alrededor se desmorona y ante ello no le quedó otra que reír.
A todos nos da pena ya no poder pasar el día entero en el parque.
Aunque Adults no vaya a definir una generación y siga los patrones de las sitcoms que la precedieron, sí sirve para lo mismo que sirvieron las series que cumplieron esta noble misión de representar: visibilizar a un grupo de personas y hacer que miles se sientan vistos y acompañados.
Y para quienes ya no podemos identificarnos por completo, nos acerca a entender cómo es que ahora otros están viviendo lo mismo que nos tocó a nosotros, cuando nos tocó darnos cuenta de qué se trataba ser adultos.