Un buen día de 1804, el farmacéutico alemán Friedrich Sertürner logró aislar el primer compuesto activo de una planta, a partir de opio. Lo testeó en él mismo y en otros tres menores de edad en una dosis que casi le provocó la muerte, y luego se volvió adicto. Llamó a su hallazgo morfina en honor a Morfeo, el dios griego de los sueños, porque madre mía cómo te tumba.
Pero el rol primordial de la morfina no fue para aplacar insomnios sino tormentos, como una manera de engañar al cuerpo y driblear el dolor. Ese fue el uso que le dio el teniente coronel John Pemberton, cuyo pecho recibió un sablazo durante la Batalla de Columbus el 16 de abril de 1865, en los estertores de la guerra civil estadounidense.
Pemberton no solo recurrió a la morfina: se volvió adicto a ella. A la siga de una cura para superar su vicio, experimentó con analgésicos alternativos. Entre sus referentes asomó el Vin Mariani, un brebaje fabricado con vino de Burdeos y coca sudamericana. El papa León XIII había condecorado a su autor con una medalla de oro papal "en reconocimiento de los beneficios recibidos del tónico", que él bebía a diario, y en una extraña contradicción con el precepto bíblico de dejar al César lo que es del César, el pontífice figuraba en un afiche promocional. Poca sorpresa el entusiasmo de padre León: el Vin Mariani contenía 0,26 gramos de cocaína por litro. También disfrutaban de esta tentación San Pío X (el sucesor de León XIII), Thomas Edison y Ulysses S. Grant. Lo mismo el primer ministro francés Jules Méline, a pesar de que se declaraba contrario al alcohol.
Mariani nunca reveló la receta y el brebaje murió con él. Es posible que otro trozo de inspiración proviniera de Aielo de Malferit, un pueblito valenciano que un año antes había lanzado el Jarabe Superior de Kola-coca, que también contenía hojas de coca, nuez de cola y agua de soda.
Pemberton, que para entonces trabajaba en una farmacia, creó un potaje carbonatado inspirado en el Vin Mariani que llemó French Wine Coca. Lo promocionó en los siguientes términos:
Infalible para curar a todos quienes son afectados por cualquier problema nervioso, dispepsia, agotamiento físico y mental, todas las enfermedades crónicas y degenerativas, irritabilidad gástrica, constipación, dolor de cabeza, neuralgia, etc.
En otro anuncio se lee:
Para los desafortunados que son adictos al hábito de la morfina o del opio, o al consumo excesivo de estimulantes alcohólicos, el 'French Wine Coca' ha probado ser una bendición.
Era publicidad engañosa. Pemberton seguía cautivo de su adicción. Fue en parte para satisfacerla que en 1887 vendió dos tercios de la compañía por US$ 8.600 (plata de 2023).
¿Y en qué consistía el bendito potaje? Al comienzo la receta estaba lejos de ser secreta. El diario de Pemberton revela con todo detalle la lista de ingredientes. Era en esencia agua carbonatada con azúcar, aunque en total son quince componentes, entre los que se cuentan extractos de coca y nuez de cola (un fruto de África occidental), los dos responsables del nombre. Pero el tiempo pasa y la nueva fórmula la hacen parecer el cuarto secreto de Fátima, custodiado en una bóveda de máxima seguridad de Atlanta. La empresa se aferra de tal modo a este gancho publicitario que la gaseosa nunca ha sido patentada, pues ello obligaría a detallar la composición. De lo único que estamos seguros es que la Coca-Cola ya no tiene ni coca ni cola.
En 1893, con Pemberton ya fallecido, nació Pepsi y con ello una rivalidad legendaria. Tal como Coca-Cola, se entendía a sí misma como un fármaco. El nombre alude a su función original de combatir la dispepsia, o indigestión, a través de la pepsina, una enzima digestiva que hidroliza las proteínas en el estómago.
Una de las estrategias adoptadas por Coca-Cola para enfrentar a Pepsi fue tallar el precio en piedra. Los cinco centavos fijados en 1886 para la botella de 6,5 onzas no cambiaron hasta 1959. Y eso que no estuvo del todo libre de cocaína hasta 1929. Así, ajustado por inflación, la misma botellita valía menos de un tercio al final del periodo. En su desesperación por mantener esos cinco centavos, la compañía llegó a implementar máquinas expendedoras en las que uno de cada nueve compartimentos estaba vacío, y el frustrado comprador simplemente perdía como en la guerra.
En Pepsi, igual de resueltos, han incursionado en cuanto mercado han podido, incluso la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Dado que los soviéticos exigían comprar armamento doméstico a cambio del derecho a vender colas en su territorio, para el momento en que cayó el muro de Berlín, Pepsi era la séptima potencia mundial de submarinos convencionales.
Al momento de escribir Coca-Cola y Pepsi Inc. valen casi lo mismo, pero es la hija de Pemberton la que se ha vuelto una de las marcas más potentes del globo. Es la segunda palabra más reconocida a nivel mundial, solo superada por Ok. Usufructuando de ese poder de arrastre, la empresa ha incursionado en toda suerte de variantes. Incluso puros con sabor a Coca-Cola en 1940.
Nunca antes, y nunca después, un sablazo reverberó tanto en los paladares de la humanidad.