La decisión de cuánto contaminar está llena de distorsiones; llena de “fallas de sistema”.
La raíz del problema es que reducir la contaminación tiene asociado un costo alto para el país que lo hace, pero el beneficio es compartido por todo el mundo (lo que se conoce como externalidades positivas). Este descalce entre el costo y el beneficio hace que el mundo contamine demasiado, porque los países valoran poco si el resto del mundo se beneficia de sus políticas domésticas.
Con esto en mente, hace sentido que haya un esfuerzo constante por crear conciencia de la necesidad de contaminar menos. Un ejemplo es la COP (Conference of the Parties of the UNFCCC), una cumbre anual donde se reúnen 198 países para discutir cómo estabilizar las emisiones de gases de efecto invernadero. Esta cumbre se ha llevado a cabo 26 veces. La número 27 empezó el 6 de Noviembre, en Egipto, y va a concluir el 18 del mismo mes. La 25 iba a ser en Chile, pero por problemas de diversa índole terminó siendo en España.
Al menos yo, cuando escucho este tipo de cumbres, a veces me imagino que pueden ser más protocolo que otra cosa. Ojalá que no, y que pongan sobre la mesa de discusión estas fallas del sistema.
¿Dónde se deben concentrar los esfuerzos para reducir las emisiones?
No es una pregunta trivial. Quizás la primera respuesta que te viene a la mente es “en todos lados”, pero reducir las emisiones tiene un costo muy grande, y es un proceso lento, por lo que no es realista que todos los países hagan el mismo gran esfuerzo.
Entonces, ¿en dónde concentramos los esfuerzos? El candidato natural es el país que más contamina: China, responsable de un tercio del total de emisiones de CO2 en el mundo. Pero quizás sea injusto pedirle a China que haga un mayor esfuerzo que el resto, sería equivalente a castigarlo por ser un país muy grande y poblado. En realidad, en términos per cápita, China produce la mitad de las emisiones de CO2 que Estados Unidos.
¿A quién le pedimos que se amarre más el cinturón? Catar es otro candidato natural, por ser el país con mayores emisiones per cápita en el mundo. Pero Catar solo produce 0.3% del total de emisiones de CO2 en el mundo, entonces quizás no valga la pena concentrar los esfuerzos en ese país.
Por suerte, desde finales del siglo XX muchos países han ido reduciendo sus emisiones. Sin embargo, estos han sido principalmente los países desarrollados, que ya tienen el capital suficiente para invertir en tecnologías que permitan reemplazar las fuentes de energía más contaminantes con unas más limpias.
En las primeras etapas del desarrollo de los países, mayores niveles de ingreso per cápita van acompañados de mayor contaminación.
Es por eso que en los países donde la emisión de CO2 está creciendo más rápidamente, como China, India, Indonesia o Vietnam, también está aumentando rápidamente el ingreso per cápita.
Los países que ya se desarrollaron también pasaron por este proceso, pero como en ese momento el problema climático no era tan urgente, no tenían tanta presión para limitar su contaminación.
Los países en desarrollo podrían no estar de acuerdo con someterse a condiciones más restrictivas que las que, en su momento, se sometieron los países que hoy son desarrollados.
Y fuera de ese argumento, un problema que tiene la reducción de contaminación del aire en general es que la decisión racional de cada país es no cooperar con estos esfuerzos, independientemente de lo que el resto de los países hagan.
Piénsalo así: si ningún país coopera en reducir la emisión de gases de efecto invernadero, al país Fintierra le conviene no cooperar tampoco, porque cooperar tiene un costo alto, y el por si solo va a lograr poco para frenar el cambio climático. Por otro lado, si todos los países cooperan, al país Fintierra le conviene no cooperar (¿para qué esforzarse si igual los otros países están logrando un buen progreso?). El problema es que si todos los países siguen su estrategia más racional, todo el mundo va a terminar en una pésima situación. Este es un problema clásico de la teoría de juegos.
Claramente, no es un problema fácil de resolver. Si ya pocas veces las personas son capaces de poner sus intereses en segundo lugar, imagínate los países. Pero esto no quiere decir que no haya solución posible: así como las emisiones de los países desarrollados ya comenzaron a descender, la diplomacia, la coordinación y la cooperación en la COP también podrían tener efecto en las emisiones de los países en desarrollo. Estaremos atentos.