Ya casi han pasado 3 años desde el inicio de la pandemia. Para mí partió el 10 de marzo del 2020, cuando me mandaron desde mi lugar de trabajo para la casa “por un par de semanas, mientras se arreglaba la cosa”. Ya sabemos bien todo lo que pasó después. Pese a que cada uno de nosotros vivió estos difíciles tiempos de manera diferente, existieron grandes cambios transversales como las juntas por videollamada, el teletrabajo, el uso de pantuflas o el amor por el alcohol gel. En esta línea, no creo que exista un cambio que refleje mejor estos últimos años que el salir a comer.
En el gráfico se ve el porcentaje del total gastado en alimentación en Estados Unidos, dividido por si este se consumió en la casa o fuera de esta, y básicamente cuenta la teleserie de la pandemia y cómo fue vivida por los norteamericanos (sería genial reproducir este gráfico para Chile, pero no he encontrado los datos para confeccionarlo).
Tras un prolongado proceso de cambios demográficos (menor formación de familias, entrada a la fuerza laboral, mayores ingresos, etc.), a partir del 2015 el norteamericano promedio empieza a gastar consistentemente más en comer fuera que en su casa, salvo en los meses de invierno donde el frío fuerza a quedarse adentro, con sopa en mano y pantuflas bien puestas.
Esta tendencia cambia abruptamente a partir de marzo del 2020, cuando todo el mundo despierta a la amenaza del COVID, llegando al máximo encierro en abril. Un detalle interesante es que, si bien el cambio es dramático, el comer afuera no cae más allá de un 35%. Esto refleja probablemente la postura menos restrictiva de algunos estados y la actitud liberal norteamericana que continuamente cuestionó los encierros y medidas como el uso de mascarillas (e incluso las vacunas, lamentablemente).
Luego de un 2020 de encierros, se inicia una progresiva y decidida apertura, donde ya a mediados del 2021 la gente volvió a gastar más afuera que en su hogar para comer. Finalmente el 2022 se podría decir que fue un año de sobre compensación, donde consistentemente el consumo afuera rebasó los máximos históricos, lo que también puede leerse como un reflejo del sobrecalentamiento económico que ha generado la espiral inflacionaria actual (la “resaca de los excesos monetarios” de la que hablan tantos economistas). Para adelante, solo queda ver si ya el ánimo de salir se va a mantener igual de fuerte (como también la billetera).
Sea como sea, espero que este sea un lindo recuerdo para aprovechar estos días de verano y salir a comer, pasear, jugar o lo que quieran, porque hace no tanto esto parecía un sueño lejano.