En una de sus piezas autobiográficas, el brillante estratega británico T. E. Lawrence, más conocido como “Lawrence de Arabia”, cuenta que el pueblo árabe siempre fue un pueblo nómade, empujado por el desierto a buscar fuentes nuevas de sobrevivencia. Eso mantuvo su cultura rica, activa y pujante. El Islam, que de alguna forma unificó esas tribus transehúntes en el siglo VII d.C., le dio a la nación árabe un nuevo ímpetu expansivo.
La historia no ha cambiado mucho.
Como probablemente sepas, el mundo árabe es un exportador neto de petróleo y sus derivados. En el caso de Arabia Saudita, el Observatorio de Complejidad Económica (OEC, por sus siglas en inglés) muestra que sus compradores más importantes vienen de Asia, encabezados por Japón y Estados Unidos. Los saudíes son, por su parte, ávidos importadores de productos chinos y suizos, y de algunos provenientes de los Emiratos Árabes. Más recientemente, han comprado más minerales, principalmente oro. En este escenario, Latinoamérica es relativamente irrelevante.
Hasta ahora.
Conscientes de su enorme dependencia del petróleo, el Reino Saudí lanzó en 2016 su Saudi Vision 2030, una estrategia nacional para diversificar la economía saudí y, más importante aún, ganar liderazgo geopolítico en el Sur Global. Entre los aliados contemplados por el Estado saudí, India y Brasil son cruciales.
Y en Latinoamérica, ¿qué han hecho en concreto los Saudís?
Hace unos meses conversaba con Pablo Ybarra, asesor del CEO de la Bolsa de Valores de Arabia Saudita y quien también trabajó de cerca con Latinoamérica. A él le hacía mucho sentido este giro hacia nuestra región, sobre todo en términos de seguridad alimentaria. “Nosotros vivimos en el desierto. Si no fuera por la carne que importamos de Brasil, estaríamos a base de carne de camello”, decía Pablo medio en chiste, medio en serio.
De hecho, ambas naciones tienen un joint venture entre el gigante productor de carne brasileño, BRF SA, y la saudí Halal Products Development Company. BRF tiene contemplado establecer diversas instalaciones de carne halal en Brasil. Esta estrategia, que hasta ahora ha sido mutuamente beneficiosa, podría servir a los saudíes para crear nuevas alianzas de seguridad alimentaria con los miembros del Mercosur que también son potencias alimentarias mundiales, como Argentina, Paraguay, e incluso Uruguay. Sumado a esto, en 2023 el Reino ya había mostrado interés explícito en el sector agrícola de Colombia.
Pero no solo de pan -o carne brasileña- vive el hombre. En junio de 2024 el Instituto de la Iniciativa de Inversión Futura (FII, por sus siglas en inglés) de Arabia Saudita, respaldado por un fondo de inversión de 925 mil millones de dólares, celebró su Cumbre Prioritaria en Río de Janeiro. Según los saudíes, esta cumbre se realiza “en ciudades que impulsan las tendencias que configurarán el futuro colectivo de la humanidad”.
Como en Europa y Estados Unidos, para el Reino Saudí la transición energética es también un tema. Los saudíes han puesto particular hincapié en el litio, mineral clave para abastecer su incipiente industria de vehículos eléctricos o VE. ¿Y quién tiene litio en abundancia? Sí, Sudamérica. Al tradicional Triángulo del Litio, compuesto por Argentina, Bolivia y Chile que, según la Harvard International Review, alberga cerca del 75% de las reservas mundiales, se suma Perú, que parece tener también depósitos relevantes.
Pues bien, en marzo de 2024 inversionistas saudíes visitaron la Provincia de Catamarca, en el noroeste de Argentina, conocida por sus reservas de litio y donde una empresa emiratí ya ha anunciado inversiones. Asimismo, en julio de 2024 el Vice Ministro de Asuntos Mineros del Reino, Khalid Saleh Al-Mudaife, visitó Chile. “Queremos trabajar con naciones y países amigables para asegurar el suministro de minerales para la economía saudí”, dijo en esa visita. Es más, hay quienes dicen que el gigante público productor de cobre, Codelco, será un aliado para los saudíes para la explotación del litio.
Un tercer sector de interés para Arabia Saudita es la defensa y el aeroespacio. Es por eso que en enero de 2024 el Reino firmó un acuerdo con el gigante aeronáutico brasileño Embraer para comprar 33 aviones C-390 Millenium -créeme, eso es mucha, mucha plata- y construir infraestructura de ensamblaje y mantenimiento de Embraer en el Golfo Pérsico. Esto denota claramente una relación de confianza y cooperación que supera con creces la mera transacción; la compra de equipamiento militar expone siempre al Estado comprador, por mucho resguardo que este tome. Y es claro que esa confianza existe: en abril de 2024 los gobiernos saudí y brasileño llevaron a cabo ejercicios militares conjuntos en el Golfo.
Pero la cosa no termina aquí. Los saudíes también quieren sacar provecho a lo que los hizo ricos: las energías fósiles y su distribución.
En esto, la gigante Saudi Aramco -controlada por el Estado saudí- ha sido el caballito de batalla. De manera aún algo tímida, está evaluando inversiones en exploración petrolíferas y gasoríferas en Perú. En Chile, en cambio, Aramco sí se ha metido con fuerza. En septiembre de 2023 compró a la compañía local de distribución de combustible Esmax. Menos de un año después, Aramco ya había invertido 10 millones de dólares para reconvertir las estaciones de servicio de combustible a lo largo del país.
¿Por qué Aramco, el tercer distribuidor de combustible en Chile detrás de Enex y Copec, querría invertir tanto en un mercado tan chico como el chileno? Yo tengo una teoría - y aquí me sale lo conspiranoide.
Uno, porque están apuntando al negocio de retail (tiendas de conveniencia) más que al de combustible. El retail es una herramienta rápida para entender los patrones de consumo de una población. Con los datos obtenidos de las ventas, Aramco entenderá bien qué cosas, a qué hora y en qué ubicaciones los chilenos consumen.
Dos, porque es una estrategia inmobiliaria brillante. La mejor forma de entender los puntos neurálgicos de las ciudades es instalándose en varias rutas –esto, como decía Lawrence, ya lo habían hecho los pueblos árabes hacía tiempo–. Tres, y último, porque entrando al negocio de las tiendas de conveniencia se aprende de la regulación de los países: quién otorga los permisos, qué argumentos dan para no darlos y cuáles son las diferencias de gobernanza a nivel municipal, regional y nacional.
El tiempo dirá si mi teoría sobre Aramco es correcta. Lo que ya ha demostrado, sin embargo, es que el Reino de Arabia Saudita está invirtiendo en grande en Latinoamérica. Somos parte del futuro saudí, sin duda.