Este verano se publicó la autobiografía del Príncipe Harry. El segundo hijo de Diana Spencer y también el autor más exitoso de la historia en su primera semana, exceptuando a la escritora de «el otro Harry». Pero Harry Potter es ficción. Si hablamos de no-ficción, el príncipe Harry es en realidad el rey: su libro, Spare, vendió 400 mil copias en su primer día, y ni siquiera se sabe que esa sea la totalidad de sus lectores: ese mismo día apareció un PDF que comenzó a ser compartido por WhatsApp y que obligó a las librerías británicas a bajar su precio. La traducción no se hizo esperar y también corrió por WhatsApp, que fue la manera en que llegó a mí: alguien se lo envió a mi tío Carlos, mi tío Carlos se lo envió a mi papá y mi papá a mí. No me pareció sorprendente, considerando que la vida de la realeza ha dado de comer a periodistas y editores por décadas, hasta que vi el número de páginas: 657. ¿Qué historia vale la pena para forzar la vista ante una pantalla durante tanto tiempo?
No es la primera vez que un miembro de la realeza escribe y publica un libro, desde los que escribió Julio César hasta los cuentos infantiles del propio Carlos, padre del príncipe Harry, pero supongo que ninguno como este: es la autobiografía de un príncipe que ni siquiera es el heredero directo al trono, en la que se relatan hechos recientes ocurridos a gente que en la mayoría de los casos sigue viva y que, además, transcurre en estos singulares tiempos en los que vivimos en los que, por señalar solo una de sus curiosidades, todo el mundo lleva en su bolsillo un dispositivo con cámara fotográfica conectado a internet.
Casi todos los seres humanos de este momento de la historia hemos podido probar en mayor o menor medida cómo repercute esa sobreexposición en nuestras vidas y también hemos visto cómo ha afectado la vida de algunos famosos. Pero ¿qué pasa con la vida de alguien que nació famoso? ¿Alguien de quien se escribe en la prensa desde el momento en que fue concebido? Si tuviera que elegir una sola cosa realmente interesante del libro del príncipe Harry no es el tener información de primera mano respecto de qué comen y hacen los miembros de la realeza –para saber del estilo de vida de los millonarios ya tenemos a un montón de celebridades dispuestas a compartir en Instagram cómo llevan su existencia—, sino cómo la sobreexposición puede afectar a una familia internamente.
A alguien le pareció que, en su traducción al español, era buena idea adaptar el título. Así es como Spare («el repuesto») pasó a ser «En la sombra», aludiendo a que su protagonista y narrador, Harry, creció ‘a la sombra’ de su padre y hermano, los primeros en la línea de sucesión al trono. Sin embargo, es un título poco acertado para un libro que, por sobre todas las cosas, pretende mostrar cómo es vivir bajo un gran foco y cómo la influencia que ejercen los medios de comunicación sobre el público puede afectar todos los aspectos de la vida de una persona.
El príncipe Harry nació en 1984 y partiendo porque, cuando tenía doce años, su madre murió en un accidente automovilístico causado por la persecución de unos paparazzis, todo en su vida ha estado condicionado por el afán de la prensa y la gente por conocer sobre su vida. Él y su hermano lo sabían desde adolescentes: tuvieron guardaespaldas hasta en el colegio; no pueden salir a comprar ni a la esquina sin cubrirse el rostro con cuidado y no han podido tener una sola novia que no haya sido asediada por la prensa. Siempre han tenido claro que son perseguidos y que, en el papel, lo que resulte de esa persecución nunca serán historias lisonjeras. Una prueba es que, según cuenta Harry, cuando todavía estaban en el colegio y su padre por fin les presentó como novia a Camila Parker-Bowles, lo primero que le pidieron fue que por favor no se casara con ella. «Una boda crearía polémica, incitaría a la prensa, haría que el país entero, el mundo entero, comparase a nuestra madre y Camila, cosa que no quería nadie. Y menos que nadie, Camila. Le dijimos que le apoyábamos. Le dijimos que aprobábamos a Camila. ‘Pero, por favor, no te cases con ella. Estad juntos y punto, papá’.»
Pero mientras Harry apenas descubría que la prensa era su enemiga y estaba en todas partes, los adultos de su familia ya habían vivido ese proceso y se encontraban en una etapa posterior: hacían alianza con el enemigo. No tardó en descubrirlo, de todas maneras. Poco después de ser presentados a Camila «empezaron a aparecer noticias en todos los periódicos sobre su conversación con Willy, crónicas que recogían detalles minuciosos, ninguno de los cuales provenía de mi hermano, por supuesto. Solo podía haberlos filtrado la única otra persona presente. Y la filtración venía instigada, a todas luces, por el nuevo experto en comunicación que Camila había convencido a nuestro padre de que contratase.»
En adelante, la relación entre su familia y la prensa se le haría cada vez más evidente. ¿Cómo no iba a darse cuenta? Poco después, la persona responsable de uno de los tabloides más importantes de Reino Unido llamó a la oficina del príncipe Carlos para decir que tenía pruebas de que su hijo menor consumía drogas y, aunque a él le dijeron que le creían que no lo hacía, la Casa Real decidió seguirle el juego a la prensa. La estrategia fue ideada por la misma persona que había filtrado los detalles de los encuentros con Camila. «Ese asesor había decidido que el mejor enfoque para el caso era… sacrificarme a mí. Así, de un plumazo, apaciguarían a la periodista y mejoraría la reputación de mi padre, que estaba en horas bajas. Entre tanto despropósito, tanta extorsión y tanta artimaña, el asesor había descubierto un resquicio de esperanza, un pequeño premio de consolación para mi padre. Ya no sería más el marido infiel, sino que el mundo lo vería como el pobre padre abrumado que tenía que batallar a solas con un hijo consumido por las drogas.» Esa fue una de tantas. Su vida comenzó a cambiar con estas filtraciones falsas y por la opinión de la gente, no solo porque su autoestima merma con las opiniones de los demás o porque se siente más aislado o traicionado por su padre, sino porque sabe lo que se dice de él. Los periódicos tienen secciones de comentarios, existen los foros, etcétera. Harry sabe lo que dicen y no quiere ser el estúpido del que todos hablan.
Ante la pregunta respecto de por qué hacer tratos con la prensa, la respuesta de Carlos siempre fue la misma, algo así como: «Estoy en mi derecho, mi madre también tiene una asesora pública» (y con eso se refería a una persona que filtraba a la prensa lo que ella quería que se viera). De alguna manera, a fuerza de ser escondidos y expuestos por igual, la vida de la familia real inglesa se ha convertido en un gran programa de concursos que no hemos podido ver o que solo hemos visto por partes, algunas falsas y otras reales. Las autoridades dependen de lo que opine el pueblo de ellos y por muy monarquía impuesta y hereditaria que sean, los Windsor saben que su condición podría cambiar algún día. No pueden defraudar, no quieren quedar mal. Después de todo, si vives en esa burbuja tan alejada del mundo, en la que casi nadie te ve, ¿quién eres? ¿Quién sabe lo decente y bien portado que eres en casa? No se les permiten los comunicados públicos ni rectificar información (lo que explica por qué, antes de Harry, ninguno de ellos salió a defenderse a sí mismo ni a sus esposas), no suelen dar entrevistas. Lo único que puede pasar es que se filtre información que los deje bien parados, así que ¿por qué no filtrarla ellos mismos?
Bien visto, el libro no quiere tanto compartir una historia como limpiar el nombre de su autor. Rectificar información y denunciar el maltrato por parte de la prensa que recibió su esposa, Meghan Markle, cuando se supo de su noviazgo. Uno por uno, se repasan momentos de la vida en la Casa Real que hemos visto por la prensa y de los que el autor nos cuenta su versión en primera persona. Puede que este libro sea una especie de acto terapéutico en el que el príncipe por fin puede tomar el control de la narrativa de su vida y decirnos lo que de verdad ha sentido.
En una parte del libro, Harry cuenta que leyó el artículo de una famosa y admirada escritora británica, autora de novelas históricas, quien había escrito que la familia real eran el equivalente a una familia de osos panda en cautiverio, mascotas de todo Reino Unido. «La cría de nuestra actual familia real no conlleva las mismas dificultades que la de criar osos panda, pero la conservación tanto de los unos como de los otros nos sale cara y ambos se adaptan mal a cualquier entorno moderno. Pero ¿verdad que son interesantes? ¿Verdad que resulta agradable contemplarlos?» decía. Y él reflexiona al respecto: «Sí que vivíamos en un zoológico, pero yo también sabía, como soldado, que convertir a las personas en animales, en ‘no humanos’, es el primer paso para maltratarlas, para destruirlas.»
Y para nosotros, lectores plebeyos, con vidas privadas que no interesan a todo el globo, ¿de qué podría servir esta información? ¿Qué tiene que ver todo esto con nosotros? Nuestras vidas no se parecen a las de la realeza, nuestras intimidades no importan más que a un par de personas, pero la comunicación mediante redes y la creación de personalidades online nos sitúa en una posición parecida a la de un famoso: cuando solo somos un perfil de Instagram o un avatar, no es difícil para otra persona dejar de pensar en nosotros como un ser sintiente. No hay que ser una celebridad para que te acosen por internet, eso ya lo sabemos. A veces basta con subir un Tik Tok o una story contando o expresando algo fuera de lo común para que hordas de personas lleguen a opinar y elucubrar. Así que quizás la historia de Harry sirva como velada lección o alegoría, como todas las fábulas y cuentos con príncipes que leímos de niños.