Los ojos tristes de Paul Mescal, un par de emperadores villanos camp, Denzel Washington en su propia película y varias referencias al legado de Russell Crowe a más de 24 años del estreno de la primera Gladiador.
Nos prometieron batallas épicas, un coliseo armado a mano y hasta a Pedro Pascal en una secuela que podría parecer innecesaria, pero que se hace cargo de su vínculo con la ganadora del Oscar original y hasta trae de vuelta a su director, Ridley Scott.
La pregunta es: ¿funciona?
Por qué hacer una nueva Gladiador
Sets impresionantes, efectos especiales sutiles, una historia sencilla, interpretaciones magnéticas y una escala que te hace pensar que ya no las hacen como antes. Estos son descriptores de la primera Gladiador, no sin sus propias fallas, pero el tipo de película a la que sí le cabe el término “épico” que tanto se usa para referirse al cine hollywoodense.
Ridley Scott, desde Alien a Thelma y Louise, ha demostrado ser uno de los cineastas más versátiles de la historia, y se lucía con las escenas de pelea en que Maximo luchaba en el coliseo para el entretenimiento de una monarquía sádica. Fue un éxito total, de taquilla en todo el mundo pero también con la crítica y los premios. Un clásico instantáneo.
Pasan dos décadas y el panorama es distinto. Hollywood está acostumbrado a los espectáculos de alto presupuesto, pero no le gusta el riesgo. Antes de apostar por historias originales apuntadas hacia adultos, prefiere optar por remakes, secuelas, precuelas, o cualquier extensión de alguna propiedad intelectual preexistente. Ahora fue el turno de Gladiador.
¿Y cómo se actualiza Gladiador? La fórmula pareció ser: traigamos al actor joven de moda, una oportunidad para ver si Paul Mescal lleva un héroe de acción dentro. ¿No tenemos a Joaquín Phoenix para hacer de malo? Bueno repitamos el personaje, exagerémoslo y tengamos dos. Metamos a Denzel Washington para darle peso y prestigio. Y aún no es necesario pasar el test de Bechdel, pero podemos traer de vuelta al personaje femenino de la vez pasada y darle más líneas. El presupuesto se aumenta, la duración será de 2 horas y media y metemos más batallas y efectos especiales. Inundamos el coliseo y ponemos un par de tiburones. No, la historia no tenemos que tocarla. Puede ser más o menos la misma, a nadie le importará.
Pero de nuevo, ¿funciona? Eso podría haber sido perfectamente lo que pasó y no tendría nada de malo si es que resultara. Pero la realidad es que solo les salió a medias.
Una secuela que ya sabes si te gustará o no
A Paul Mescal lo conocemos como Hanno, antes de saber quién es en realidad. Después de una invasión a sus tierras llevada a cabo por Pedro Pascal, a su vez comandado por los gemelos emperadores, se convierte en esclavo. Denzel Washington hace de Macrino, el hombre que ve en Hanno sus habilidades de combate y decide mentorearlo. Se entretiene haciéndolo pelear, y Hanno a cambio solo le pide que algún día le permita hacerlo contra el comandante de Pascal.
Así, como en la predecesora, Hanno va subiendo de rango, ganándose el afecto del público y demostrando sus habilidades en el coliseo. Son una serie de batallas que representan la razón real para ver la película: secuencias dinámicas, con guerreros, monos, barcos y tiburones, que rondan en lo absurdo pero tienen como finalidad generar en nosotros lo mismo que buscaban los romanos que asistían a esos duelos: entretención en base a sangre.
Se abre una línea de acción que cuestiona todo esto, la futilidad de un pueblo romano en decadencia aún obsesionado con la idea de destruirse. Y podría ser poderosa pero la película no está tan interesada en eso. Lo mismo ocurre con los juegos de poder: los gemelos se muestran como caprichosos, pero las lealtades van cambiando de forma demasiado rápida e innecesaria para el bien de la trama. Termina siendo una historia de traiciones, de cambios de poder y de jugadas de ajedrez que tampoco es lo más interesante.
Para una película que sigue tan de cerca el esquema generado por su predecesora, hay añadidos que no se sienten tan bienvenidos.
Al acoplarse al modelo anterior, es fácil notar lo que funciona y lo que no, y la verdad es que esta Gladiador II entretiene, pero no tiene mucho más con qué defenderse. Mescal lo hace lo suficientemente bien en su primer protagónico de héroe de acción hollywoodense, pero no es particularmente carismático o memorable.
Los gemelos son divertidos y las batallas lo suficientemente potentes. Ridley Scott nunca ha demostrado tener ningún problema con este tipo de secuencias. Todo está solo bien. Denzel Washington es quien efectivamente resulta ser la mejor añadidura, entendiendo que un tono más liviano puede descomprimir lo más intrincado y agotador de la cinta.
¿El veredicto? Básicamente, si te gustó la primera Gladiador, te gustará esta aunque la encontrarás peor en casi todo sentido. Hace el trabajo sin reinventar la rueda. Si no es tu tipo de cine, puede que te entretenga aunque sea poco memorable. Es eficiente en todo sentido y quizás mejor que el blockbuster promedio, pero tiene la comparación de la primera muy cerca. Y aunque tampoco era perfecta, su compromiso con entretenernos llegó mucho mejor a puerto hace casi 25 años.
Nota de riesgo: nada de lo que ocurre aquí se siente como algo que no podría haber ocurrido hace un cuarto de siglo. Es más, sorprende aún menos y no puede evitar sentirse conservadora.