La quimera es una película que parece capturar algo mágico. Alice Rohrwacher, su directora, es una de las realizadoras más interesantes de la actualidad, y con su último estreno solo reafirma lo único de su voz y mirada. De hecho, si tuviéramos que compararla con otra película, las que vienen a la cabeza son Lazzaro Felice –con la que ganó el premio al Mejor Guion en el Festival de Cannes– y El país de las maravillas, de la misma creadora.
Aquí, nuevamente, vuelve a la campiña italiana a visitar a una comunidad de personajes variopintos en un realismo que bordea con la magia. La quimera tiene elementos fantásticos, como la habilidad sobrenatural de su protagonista Arthur (Josh O’Connor) de saber dónde se encuentran enterrados tesoros del pasado. Pero lo que el hombre hace con ese don es completamente terrenal, humano y falible, que es dedicar sus días a robar tumbas con su grupo de amigos.
Lo que quieren es encontrar en algún momento el tesoro que les permita volverse ricos y no trabajar. Y Arthur, un inglés que sale de la cárcel y vuelve a Italia para buscar algún recuerdo de su amante perdida, parece estar de acuerdo con el plan. El malhumor e irritabilidad que proyecta durante el inicio de la cinta se va disipando, y La quimera se entretiene mostrándonos sus aventuras arqueológicas que, naturalmente, esconden mucho detrás.
Allí es cuando el talento de Rohrwacher de unir lo fantástico con lo cotidiano vuelve a aparecer. Una historia que desde su sinopsis puede parecer una película de acción en manos de ella se convierte en algo más meditativo, un retrato sobre la obsesión de un hombre con el pasado y la pregunta sobre dónde debe permanecer lo enterrado.
Así, La quimera hábilmente logra cumplir todas sus ambiciosas promesas: une los intereses estilísticos de Rohrwacher en la creación de una atmósfera onírica, con una trama trepidante sobre criminales a punto de ser atrapados, para llegar eventualmente a una reflexión sobre la finalidad de las cosas, estén estas vivas o muertas.
Centro Arte Alameda: trayendo cine internacional a Chile
Parece igualmente mágico que películas como esta encuentren su camino a la pantalla grande en nuestro país. Y por eso nos preguntamos por el proceso que hay detrás de que esto ocurra.
Hablamos con Francisca Lila, programadora y distribuidora que trabaja en el Centro Arte Alameda hace más de un año para saber más de lo que significa la distribución, la historia del Centro Arte Alameda en este oficio y cómo fue realizar el sueño de hacer llegar La quimera a salas nacionales.
¿Cómo resultó que el Centro Arte Alameda operara también como distribuidora?
F: Roser Fort, la directora de Centro Arte Alameda, en colaboración con otros profesionales lo viene haciendo desde los 90. Primero fue con Rialto Producciones y luego en los 2000 con Gitano Films. Pero ahora distribuimos como Centro Arte Alameda. Es la misma gente más o menos pero con la misma ambición de hacer llegar cine a más espacios.
Por un lado queremos traer títulos que no llegan a cartelera y por otro lado expandir Centro Arte Alameda a otros territorios de Chile. Así nace la idea de ser una distribuidora además de un cine.
Películas icónicas que hemos distribuido son Paterson de Jim Jarmusch, Adiós al lenguaje de Godard y Enter the Void de Gaspar Noé. También hemos distribuido películas chilenas actuando como agente de ventas para el extranjero: Te creís la más linda pero erís la más puta de Ché Sandoval, Mami te amo de Elisa Eliash y Empanada de Pino, de Wincy Oyarce.
¿Cómo es su relación con territorios más allá de Santiago?
F: Como cine estamos anclados a un espacio y a un público fiel y formado, pero queremos llegar a otros espacios de Chile.
El trabajo en regiones lo estamos haciendo a través de la Red de Salas de Chile, una asociación gremial de salas de cine desde Arica hasta Coyhaique. A través de esa asociación podemos tener presencia en otras partes del país. Y ahora queremos expandirnos más allá, en centros culturales y lugares que quieran proyectar las películas.
¿Y cómo llegaron a relacionarse con Alice Rohrwacher para traer La quimera a Chile?
Con La quimera estábamos expectantes desde su estreno en Cannes. Cuando llegó a Chile en el Festival de Valdivia, la vimos y nos encantó y fascinó. Ahí empezamos muchas negociaciones con su agente de ventas y finalmente logramos tener los derechos para Chile.
Somos admiradores de la directora, y traerla significaba varias cosas: era una película de una directora mujer, una de las más interesantes del mundo actualmente, que hace un cine original que toca millones de temas, que tiene relación con el pasado y la cinefilia. Estos temas pueden ser intelectuales como la simbología, la historia y la mitología, pero construye películas entretenidas y dinámicas para todo el mundo, llena de detalles que nos maravillan.
Es primera vez que una película de Alice Rohrwacher se estrena comercialmente en Chile. Queríamos que la gente pudiera conocer a esta cineasta.
¿Cómo ven el futuro del Centro Arte Alameda como distribuidora?
Lo bueno de no ser solo una distribuidora, es que como cine tenemos mucha cercanía con el público. Podemos verlo y conocerlo, estamos al tanto de lo que quieren y les interesa. Tenemos la oportunidad de encontrar esas películas que muchas veces quedan en el tintero y no existe la oportunidad de traer a Chile. Y son películas que sí tienen que llegar.
Para el futuro también queremos apoyar películas chilenas. Títulos que pueden destacarse en el circuito de festivales pero que simplemente no llegan. Queremos potenciarlas desde Chile hacia el extranjero. Hay muchísimas posibilidades como Centro Arte Alameda Distribución.