El 2019, El guasón logró surfear la ola de popularidad de las películas de superhéroes para hacer algo distinto: una versión más oscura que sacara su historia del marco de DC para convertirla en algo aparentemente más serio.
El resultado, según casi toda métrica, fue un éxito: uno de los mayores sucesos culturales de ese año, el premio mayor en un festival de cine prestigioso, más de mil millones de dólares recaudados, el Óscar de Joaquin Phoenix y la creación de un personaje icónico que se convirtió en símbolo en protestas en todo el mundo.
Así que naturalmente ahora viene la secuela, musical y con Lady Gaga, pero no es una historia nueva. Es una reescritura de la primera película hecha con vergüenza, que busca aclararle a cualquiera que le haya gustado que eso no tendría que haber pasado.
Para hablar de esta película hay que hablar de la anterior
La historia de un hombre solitario que desata el vandalismo generó preocupaciones por el potencial para inspirar actos de violencia similares en los espectadores. Incluso incorporaron seguridad policial de cines en Estados Unidos y monitorearon redes sociales. El primer Guasón amenazaba con ser una película peligrosa.
A pesar de que todos sus apartados técnicos fueran notables, la propuesta de dirección era confusa. ¿Se buscaba empatizar con la rabia del protagonista? ¿Denunciar su actuar? ¿Advertirnos sobre los peligros de marginar? ¿Darnos pena? ¿Visibilizar enfermedades mentales? ¿Qué quería decir El guasón?
Esa ambivalencia en la dirección previno que efectivamente se convirtiera en una bandera de lucha sólida para que la gente saliera a la calle. Simplemente no había nada detrás en lo que apoyarse porque el guasón no representaba mucho más que anarquía porque sí, destrucción de un sistema que deja gente atrás en pos de… ¿más caos? La figura no resiste muchos cuestionamientos y, en el peor caso, podía vincularse a la cultura incel del resentimiento masculino ante la incapacidad de encajar o sobresalir.
Pero en fin. El Guasón al menos tenía pasión por algo. Tenía energía y buscaba remecer. De Folie à Deux no se puede decir eso.
Folie à Deux opta por la corte, la música y el amor
Estrenada en el festival de Venecia, que su predecesora ganó sorpresivamente, Folie à Deux venía con altas expectativas. Iban a hacer una secuela del guasón y la iban a convertir en un musical.
Y, si aquella decisión, sumada con la de castear a Lady Gaga como Harley Quinn prometían llevar esta historia en una nueva dirección, lamentablemente la primera decepción a la que Joker: Folie à Deux se enfrenta tiene que ver con que es más bien una relectura de la primera película que una idea original.
Arthur Fleck está en la cárcel después de los asesinatos que cometió en Guasón y se debe someter a juicios que aclararán su grado de culpabilidad. La pregunta es si actuó de manera consciente o si está disociado, si el guasón es un personaje aparte o si son la misma persona.
Y ahí, mientras se va definiendo la historia, aparece el segundo problema: lo que elige contar simplemente no es tan bueno. Enfocándose solo en las repercusiones de la primera entrega, Folie à Deux se siente estática y no hay un recorrido como el que el personaje vivió la vez pasada. Lo que se despega de la primera película y hace a esta avanzar en nuevas direcciones funciona. Y eso vendría siendo solo el personaje de Lady Gaga, otra interna con trastornos de personalidad que se obsesiona con el payaso y le ofrece amor enfermo.
La película avanza torpemente, espolvoreada con números musicales que representan una fantasía a la que Arthur escapa, pero que se vuelven frustrantes al no decirnos nada nuevo ni hacer avanzar la acción. Y hacia el final, cuando podría parecer que va a hacer algo arriesgado, abandona a su personaje y se muestra por lo que es: una corrección al mensaje que la primera película envió, ya sea por accidente o no.
El final polémico del guasón
Después de que el protagonista pasara la cinta entera amenazando con volver al exabrupto que lo definió y liberó en la primera, Folie à Deux le prohíbe ir tan lejos. La película está, curiosamente, bastante libre de violencia y la actuación de Joaquin Phoenix se encarga de mostrar a Arthur Fleck más bien como un hombre incuestionablemente patético, que como uno peligroso. Se asegura de que sea un modelo que nadie querría seguir.
SPOILERS (si prefieres no enterarte de ningún detalle, baja hasta donde dice “FIN SPOILERS”)
Si el primer guasón representaba algo pero ese algo era confuso, el actual no representa nada. No quiere libertad, no quiere revolución, no quiere dignidad. Es más, el personaje, en pleno juicio televisado, se retracta de sus crímenes y luego la película lo castiga por ello. Y lo desecha.
Era un personaje muy polémico y, como no quedó claro en la primera, lo vamos a dejar claro aquí: este no es el guasón que queríamos. Ya no pueden jugar con él. Este no les puede gustar.
Es válido querer que la gente deje de empatizar con un criminal. Pero, al no tener los cojones de redimir al guasón o defenderlo, no se arriesga y la película pierde toda su razón de existir. Es como que se dieron cuenta tarde que estaban haciendo una película sobre un asesino desadaptado y, creyendo que la gente es estúpida, decidieron marcar con condescendencia que están en el lado políticamente correcto de la historia y matarlo.
No es solo un poco insultante, sino que comete una ofensa mayor: resulta aburrido. Verlo triunfar y hacer que nos cuestionemos el haber empatizado con él hubiese sido más valiente, respetuoso y revolucionario. Pero eso no les funcionó la primera vez así que era muy riesgoso intentarlo de nuevo.
Y, no conforme con matar al hombre patético al que se redujo al personaje, termina con un guiño a que habrá un siguiente guasón –este sí el definitivo–, reconociendo que el de Heath Ledger sigue siendo el mejor y recordándonos que estamos en el mundo de los superhéroes después de todo y aquí todo es reemplazable.
FIN SPOILERS
Si algo se puede rescatar, es que pareciera ser el caso más descarado de una disculpa en forma audiovisual. Y eso es por lo menos interesante. Pero el problema de hacer una película solo para disculparse por la película anterior es que termina siendo un producto para nadie. Por un lado, se va en contra de quienes se identificaban con el personaje y rescataban algo de él. Y por el otro, al resto nos entrega un mensaje didáctico que concluimos por nosotros mismos hace cinco años.
Nota de riesgo: no puede evitar ser profundamente conservadora.