Recientemente nos enteramos de la muerte del director estadounidense William Friedkinl, a los 87 años. Además de sentirnos viejos, como es habitual (y ojo, ¡cada vez morirá más gente famosa que conozcamos! 🙂), lo que provoca su partida es un respeto y un agradecimiento por un legado. Por una filmografía que recorre cinco décadas de historia hollywoodense.
Empezó en televisión, se consolidó en el cine y dedicó sus últimos años a dirigir óperas. Arrasó con vitalidad en los sesenta y setenta, formando parte de una generación de modernizadores que consolidarían la Nueva Ola Americana o el llamado Nuevo Hollywood.
Brian de Palma, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Peter Bogdanovich y varios más llegaron a inyectarle vida a un sistema que ya estaba saturado de películas de estudio que se veían impersonales. Aquí la figura del autor pasó a ser relevante, y ya no daba lo mismo quién dirigiera. El estilo propio cobraba relevancia y Friedkin era parte de esa ola que tomaba riesgos. Indagó en géneros (principalmente el terror y el suspenso) y mezclaba estilos propios del documental o del cine europeo, dándole un vigor al cine yanqui y que lo sacudió al desviarse de sus normas clásicas. El director tenía un estilo propio.
Un ejemplo perfecto de esto es una de las películas más emblemáticas de los 70, una década muy bien recordada por Hollywood. The French Connection es un thriller policial que reúne todos los elementos del cine clásico de esa época, pero extremados estilísticamente: un policial de gran escala, con detectives buenos lidiando con los tipos malos, aspectos de producción impecables, un guion inteligente y un ritmo atrapante con un montaje superexpresivo. Además, tiene la que es considerada la mejor secuencia de persecución de la historia del cine.
The French Connection lanzó a Friedkin a la fama y le dio el Óscar a Mejor Director a los 35 años. Pero, aun así, no es la película por la que pasará a la historia.
Por supuesto, El Exorcista
¿Cuándo fue la primera vez que viste El Exorcista? Seguro lo recuerdas. Y si no has visto El Exorcista, no hay forma de que no sepas que existe. La película de terror es un clásico irrefutable, considerada la mejor película de horror de la historia, con imágenes que son parte de la cultura popular y una banda sonora que es capaz de inquietar en segundos.
Después de un casting que incluyó a todo Hollywood (Marlon Brando, Jack Nicholson y Audrey Hepburn fueron considerados, así como Stanley Kubrick para dirigir), y un rodaje con uno que otro suceso paranormal.
Es más, la grabación fue noticia por ciertas técnicas que Friedkin utilizó para provocar reacciones en sus actores. Las historias van desde pegarle una cachetada a un cura que a las 4 de la mañana aún no podía decir sus líneas, hasta dejar los gritos reales de la actriz Ellen Burstyn, adolorida por su arnés. Le indicó a un miembro de su equipo que en momentos aleatorios disparara una pistola al techo para mantener a su elenco asustado e incluso refrigeró el set para bajar la temperatura. Así los actores se mantendrían tensos y su aliento se podría ver en cámara.
Hoy en día sería funa segura, pero en el momento el mismo elenco y equipo respetó su empeño. La película se estrenó, contra la voluntad de algunas ciudades que intentaron prohibirla y fue un éxito de taquilla. Algo inesperado para una película gráfica y violenta pero bueno, eran los 70.
Ahora estamos más insensibilizados al terror, pero en 1973 no habíamos visto nada como El Exorcista. La historia de la posesión de una niña y su exorcismo chocó a la gente y se convirtió en un fenómeno mundial. La gente que la veía llegaba a desmayarse y las salas de cine incluyeron bolsas para el vómito junto con la compra de entradas.
El poder de Friedkin era entrar en el horror desde su componente humano, someternos a lo desconocido y generar un par de traumas en el proceso. El Exorcista es una película que no ha envejecido mal en absoluto, capaz de asustarnos en el momento de verla y dejarnos luego con la sensación de que hay algo perverso en el mundo.
Polémico hasta el final
Pero más allá de El Exorcista, a Friedkin siempre se le tildó de polémico. En lo formal, sus puestas en escena eran súper detallistas, sus planos estilizados y dramatizados desde la fotografía y los encuadres. Lograba ser muy expresivo, dotando de dramatismo, urgencia y oscuridad a su cine. Pero temáticamente el director siempre se adentró en lo inquietante, en lo perturbador. Desde el inicio hasta el fin.
Indagó en temáticas gays mucho antes de que Hollywood estuviera acostumbrado a ellas. En 1970 adaptó la obra Los chicos de la banda (The Boys in the Band), considerada una de las primeras películas LGBT de cine comercial, y una década después mostró a un Al Pacino introduciéndose en la escena homosexual nocturna en Cruising. Para esta última, que seguía a un detective que visitaba bares leather, Friedkin entrevistó a mafiosos dueños de bares gays por los que habían pasado víctimas de asesinatos.
Ese era el nivel del compromiso y, aunque sus películas eran controversiales, también resultaban exitosas. Era una época donde el cine parecía ofrecer mucho y no había reglas. Friedkin vivió sus años dorados en los 70, antes de ir desinflándose poco a poco, aunque nunca perdiendo lo polémico.
Es cosa de ver sus últimos largometrajes estrenados. Dos películas adaptadas de obras de teatro, Bug y Killer Joe. Ambas claustrofóbicas, oscuras y despiadadas. Esta última obtuvo una calificación de no apta para menores de 18, debido a “contenido perturbador que incluye violencia, sexo y una escena de brutalidad”.
Desquiciante hasta el final.
La última película de Friedkin
Y aún no hemos visto todo lo del autor. Su última película de ficción, Killer Joe, se estrenó hace más de diez años. Esperaríamos que por su edad y ritmo de trabajo estuviese produciendo cada vez menos, pero luego vino una curiosidad: The Devil and Father Amorth, un documental breve que lo tiene a él de personaje en conversación con el padre Gabriele Amorth. ¿Lo interesante? El cura ha sido el exorcista en jefe de la diócesis de Roma por más de tres décadas. En el 2017, Friedkin filmó este encuentro entre ambos en torno a, por supuesto, el exorcismo de una mujer italiana.
Sería un final de carrera apropiado, reflexionando en torno a su película más exitosa, que lo mantendrá en los libros de historia. Pero le quedaba una más: The Caine Mutiny Court-Martial. Al igual que varias en su filmografía, está basada en una obra de teatro, y la trama va así:
Un oficial naval es juzgado por motín después de tomar el mando de un capitán de barco que siente que está actuando de manera inestable, poniendo en peligro tanto al barco como a su tripulación.
El Festival de Cine de Venecia, que se celebrará el próximo mes, será el lugar de estreno de esta película, que probablemente habría pasado más desapercibida si no fuese por la noticia del fallecimiento del autor.
Estaremos atentos. Será la pieza que concluya el legado de una leyenda.