Bros, que llegó a Chile la semana pasada, es una comedia romántica de tomo y lomo. No finge ser algo distinto mientras sigue con gusto cada uno de los puntos esperables de una película de este tipo. ¿El giro? Se trata sobre la relación amorosa entre dos hombres y tiene la distinción de ser la primera romcom queer de uno de los grandes estudios norteamericanos. Así, Bros busca darle una vuelta y un nuevo respiro a un género cinematográfico bastante agotado.
A pesar de haber existido en distintas versiones desde los años ‘40, películas como Tienes un Email, Notting Hill y Cuando Harry Conoció a Sally, hicieron que la comedia romántica explotara con fuerza en los ‘90 y 2000 y consolidaron al género como el epítome de la fantasía.
Chico conoce a chica, se enamoran, luego chico pierde a chica y debe recuperarla. Esa sencilla fórmula demostró ser infalible y, tras infinitos ejemplos de calidad variopinta, terminó por fatigarnos. No sé si nos volvimos demasiado cínicos y dejamos de creer en el amor, pero la idea de ver a dos estrellas blancas y perfectas seguir una fórmula prefijada para realizarse en el amor romántico pareció dejar de funcionar. La insistencia de que el emparejarse es el fin último para dos personas jóvenes pareciera no cuadrar tanto con la manera de pensar de la gente en nuestra época.
Quien sigue intentando revitalizar el romcom es el productor Judd Apatow, que con intentos como Ligeramente Embarazada, Trainwreck y la serie Love, ha buscado meterse en tramas un poco más realistas, sin dejar de entregarnos el final feliz que le exigimos a estas historias. Ahora suma a Billy Eichner (de Billy on the Street) a su repertorio, para añadir “pareja gay” a las maneras en que sigue rebelándose contra las convenciones del normativo sistema hollywoodense.
Chico conoce a chico, pero ambos tienen problemas emocionales.
Billy Eichner escribe y protagoniza Bros, interpretando a Bobby, un exitoso pero descreído periodista. Como esto es una comedia romántica gringa, Bobby obviamente vive en Nueva York y naturalmente tiene un trabajo soñado y ultra específico: en este caso lleva un programa radial donde discute temas LGBTIQA+ y está encargado de la próxima inauguración de un importante museo de historia queer en la ciudad. Nunca ha tenido una relación seria y es un escéptico del amor. Hasta que en una disco conoce a Aaron, que corresponde a una especie distinta de hombre gay.
En un mundo con tantas subculturas, Aaron vendría siendo un intelectual, demasiado delgado y crítico como para meterse con un gay masculino, musculoso y básico como Aaron. Algo que resulta refrescante es que, muy propio de la cultura gay, los protagonistas discuten si acostarse en seguida y no reniegan de la promiscuidad que los caracteriza. Se gustan, pero a pesar de su edad, ambos son inexpertos e inseguros y ponen una serie de obstáculos para evitar abrirse emocionalmente. Algo que Bros hace muy bien es mostrar cómo el trauma del bullying homofóbico en la infancia y la necesidad de protegerse avanza hasta la adultez, con sus dos protagonistas incapaces de aceptar que pueden merecer algo parecido al amor que han visto en todas las películas Bros homenajea.
Es lo que hemos visto mil veces pero adaptado a la cultura gay (blanca y hegemónica aún), con todos los chistes y referencias que eso conlleva. Entonces, a medida que se enamoran, hablan de historia gay y visitan Provincetown, un destino turístico de la comunidad. Cuando la relación avanza, discuten si tener tríos con otros hombres. Cuando inevitablemente se pelean, es porque Aaron da a entender que le avergüenza el lado más femenino de Billy. Y cuando llega el momento de la declaración de amor eterno, en vez de matrimonio la oferta es seguir juntos un par de meses y “ver cómo les va”.
Bros consiste en ver cómo avanzan por la plantilla de la comedia romántica dos personajes que nunca han tenido un espacio allí.
Bros logra ser revolucionaria desde lo convencional
Bros puede jactarse de ser revolucionaria, pero la verdad es que se instala en terreno abierto gracias al esfuerzo que mucho cine y entretenimiento queer ha estado haciendo por décadas. Esto lo tiene claro, haciendo guiños y referencias directas no solo a íconos gays, sino también honrando a precursores de movimientos por los derechos LGBTIQA+ (lo que se siente como un logro para una película de estudio). Lo importante es que está llevando una historia como esta a un público masivo, con la importante distinción de contar con elenco compuesto exclusivamente de actores de la comunidad.
Hollywood quiere romper tabúes heteronormativos y su forma de hacerlo es partiendo justamente desde lo más heteronormativo. Un género que ha vivido del amor romántico y la monogamia y cuya idea de diversidad son dos hombres blancos y ricos. Son pasos pequeños, pero no hay que desmerecer que van hacia adelante. Se abre una puerta que permite que se cuenten más historias más inclusivas. Y, por mientras, nos cuenta con ironía y autoconsciencia algo que no es solo gracioso, sino también profundamente honesto.
Es evidente que Billy Eichner ha usado material de su propia experiencia para contar Bros, y ese análisis lo entrega como regalo principalmente a la comunidad de la que es parte, pero también a un público masivo. Bros es una película que puede apreciar cualquier persona –no homofóbica, por supuesto– que, atraída por la simpleza de la fórmula que ocupa, termina encontrando en ella mucho más.
Porque dos personajes homosexuales teniendo una historia de amor de película sí es subversivo. En el cine nos han acostumbrado a que dichos personajes no tengan vida romántica o, quienes sí se atreven a amar, son castigados por ello. Ahí radica la oportunidad de la manoseada comedia romántica para crear un ideal, una fantasía. Bros demuestra que el género aún puede tener vida, dándole a una nueva generación queer la esperanza que tantas generaciones heterosexuales han tenido.
Nota de riesgo: por más simple y poco revolucionario que parezca, es muy extraño que algo como Bros haya visto la luz. Lamentablemente, tuvo poca convocatoria en la taquilla y fue un fracaso que no le pudo hacer recaudar de vuelta al estudio el dinero invertido. Por lo mismo, difícil será ver pronto una película como esta. Una apuesta arriesgada y una razón más para ir a verla al cine.