Seguramente ya has escuchado algo de Pobres criaturas. Puede ser por su director: Yorgos Lanthimos, quien parece achuntarle con cada película que saca. Puede ser por su elenco, con la aplaudida Emma Stone en el papel más arriesgado de su carrera. O puede ser por lo curioso de su trama: una mujer reanimada que se abre paso en el mundo en una odisea de sexo y placer. El monstruo de Frankenstein en el cuerpo de una mujer adulta se desarrolla desde la primera infancia en una historia de maduración distinta a las que hemos visto.
Cuando el doctor Godwin “God” Baxter decide meter el cerebro de un bebé en el recién fallecido cuerpo de su madre embarazada, da vida a Bella, experimento que gradualmente se convierte en hija. Bella crece, desarrolla el lenguaje y domina su movilidad. Se adapta al mundo que la rodea, pero está confinada a una casa y no sabe relacionarse con la gente ni seguir normas sociales (aspecto del cual la película saca la mayoría de sus risas).
Cuando Bella conoce a Duncan Wedderburn (Mark Ruffalo), un donjuán chanta que se fascina con ella, lo usa como excusa para abrirse camino, dejar atrás su hogar y empezar una aventura por distintos países europeos. Empieza una maratón de sexo por Lisboa y en un paseo en barco rumbo a Atenas, que primero encanta a Bella hasta que se da cuenta de un par de las realidades propias de la adultez, cuando baja a tierra y los pasteles de nata se acaban.
Y es ahí, cuando la gracia de ver a Emma Stone en modo infante siendo incorrecta en situaciones sociales se va disipando, que Pobres criaturas parece tener algo que decir más allá de su sinopsis loquilla. Lo que vemos es la manera en que distintos hombres quieren poseer y dominar a una mujer infantilizada que al principio no tiene agencia, y cómo ella se libera de todo esto con inocencia y sentido común. Bella Baxter tiene un apetito inagotable por la vida que se le presenta, pero también pone límites cuando lo necesita, todo en pos de su desarrollo personal.
¿Esto lo hace una película feminista? Es interesante cómo el medio inglés The Guardian juntó a un grupo de críticos y autoridades para preguntarse esto mismo. Por un lado se ha destacado la postura prosexo de la historia y la manera desprejuiciada en que el personaje obtiene lo que quiere. No hay vergüenza en este relato que pone el placer femenino por encima de todas las cosas. Pero también se ha tildado de fantasía masculina sobre ninfomanía o incluso de normalizar la pedofilia. Inevitables exageraciones ambas, quizás, para una película que parece tener otras intenciones.
Pobres criaturas solo quiere pasarlo bien
Yorgos Lanthimos se hizo conocido con sátiras griegas incómodas, que rápidamente lo asociaron a una rareza que está justo en el punto perfecto para no ser tan extraña y poder gustarle a todo el mundo. Desde Canino y Alps, su traspaso a Hollywood lo ha ido suavizando sin perder idiosincrasia, y películas como Langosta y La favorita nos empezaban a mostrar a un director que estaba dispuesto a volverse más accesible sin perder cierto grado de originalidad y demencia.
La favorita, en particular, parece ser la exploración de Lanthimos que termina de solidificar y lleva al extremo con Pobres criaturas. Una comedia inapropiada alrededor de un tema que la mayoría de los autores tratarían con sobriedad, con Emma Stone de protagonista y repitiéndose al montajista, director de foto y guionista. Los planos con gran angulares que La favorita presentaba como rupturistas aquí se han exacerbado y llenado de color, en un mundo que podría ser el pasado o el futuro, que es exagerado e irreal, una fantasía que solo tiene que verse atractiva y deliciosa, digna de explorarse y difícil de cuestionar.
¿Es una sátira del sinsentido que es ser mujer en sociedad? ¿Un himno a la liberación femenina? ¿Una parábola sobre las restricciones de la vida civilizada? ¿Una simple justificación del placer? Puede ser cualquiera de ellas según quién la esté viendo. Lanthimos no parece querer recalcar algo en particular y presenta todas estas opciones en una película que prioriza la diversión y el maravillarse por las opciones del mundo que nos rodea. Los hombres que rodean a Bella son irrelevantes porque ella está más preocupada de autorrealizarse.
Nota de riesgo: arriesgada.