El fútbol y el arte rara vez se cruzan: los cuentos geniales de Fontanarrosa, canciones sobre Maradona, el libro Fiebre en las gradas de Nick Hornby –que luego fue llevada al cine con un elenco estelar– y alguna que otra serie. Pero si hay un arte que le ha hecho el quite al fútbol es la pintura.
Creo que el primer cuadro de fútbol que realmente llamó mi atención fue uno de Thomas Webster, donde se pueden adivinar los orígenes comunes del fútbol y el rugby en Inglaterra.
Pero cuando vi Going to the Match de LS Lowry, encontré por primera vez un cuadro que captaba cómo el fútbol era algo más que un deporte. Después supe que se trataba de una serie de tres pinturas, pero que la que había visto esa vez era la más famosa.
Este dibujo, en apariencia simple, contiene una serie de características que resumen tanto la obra de LS Lowry como la función social que cumple –o tal vez cumplía– el fútbol en Inglaterra: fervor popular asociado a las clases trabajadoras, pasión, entretenimiento de masas, estadios que antes habían sido hipódromos, el deporte que ya se había convertido en espectáculo y que pronto sería uno de los negocios más lucrativos del mundo.
Lowry veía en si ciudad natal de Pendlebury cómo el fútbol crecía de la mano de las fábricas que sustentaban la vida de las ciudades industriales que rodeaban Manchester, por eso pone, junto al estadio de los Bolton Wanderers, Burnden Park, una fábrica echando humo por las chimeneas.
La cancha de los Bolton ya no existe, pero quedan algunas fotografías antiguas además del cuadro de Lowry.
Una típica cancha inglesa, con las graderías rozando el campo de juego, sin rejas, los techos planos que caen en picada hacia el campo para protegerse de la incesante lluvia británica, el aire a viejo hipódromo refaccionado.
Y típicas de esa misma realidad son también las pinturas de Lowry: personajes hechos de "palitos de fósforos" como los llamaban los ácidos críticos de arte, fábricas que reflejaban el tejido social inglés, un clima estático, suburbios industriales.
Aunque también pintaba retratos, que eran bastante más ominosos:
Y una que otra escalera (uno de mis favoritos).
La pintura de Lowry es un buen ejemplo para entender lo que se llamó arte naif o naïve: obras creadas por alguien sin entrenamiento formal, y que muestran una mirada más fresca, sin las ataduras de la academia, el canon y la tradición. El ejemplo más típico es Henri Rousseau, pero Lowry sin duda podría ser un buen exponente.
Sus pinturas quietas y que al mismo tiempo denotan movimiento, su facilidad para capturar las zonas industriales inglesas, los personajes de palos de fósforos y los retratos medio zombies le ganaron una cierta fama, pero Lowry era un tipo especial, y rechazó 5 veces –un récord al parecer– los honores de la realeza británica, una oferta de hacerse Sir, incluso.
Una buena forma de entender a este peculiar pintor es la película que trata sobre la tormentosa relación que tenía con su madre.
Para nosotros, fue relativamente sencillo imitar su estilo para las portadas de nuestros textos de esta semana.
*tal vez me desvié del tema inicial de la relación entre el fútbol y el arte, pero investigando un poco para esta breve columna encontré varios cuadros más sobre fútbol, especialmente italianos, que están bastante interesantes. Tal vez para otra ocasión.