Si hicieras un stand up, ¿de qué hablarías? Quizás una forma de saberlo sería hacerse otra pregunta: cuando vas al psicólogo, ¿qué le cuentas? Hace un rato ya que pareciera que la comedia está desviándose de la mera práctica ancestral de contar chistes. Y sí, le exigimos al stand up que nos haga reír, pero si después de la rutina no nos quedamos con algo más, es fácil olvidar el espectáculo.
Es un arte en constante evolución, y la tendencia del stand up comedy actualmente pareciese ser la de enfocarse en aquella historia detrás del chiste. Ese recorrido por la mente de un individuo único que nos haga entenderlo, entendernos y, de paso, reír. Hannah Gadsby revolucionó el medio hace unos años cuando hizo el anti-stand up con Nanette, buscando deconstruir lo que nos hacía reír mientras nos abría su alma para contar secretos que poco tenían de graciosos.
Y algo similar ocurre con Rothaniel, el último especial de Jerrod Carmichael.
El comediante, actor y productor ya contaba con un par de especiales emitidos por HBO, pero ninguno como este. En Rothaniel, se sienta en un escenario oscuro dentro de un bar íntimo y empieza lo que pareciese ser más un monólogo de diván que un show de comedia.
Carmichael parte hablando del círculo de silencio que ha cruzado a su familia por generaciones, y cómo eso ha llevado a que la infidelidad de sus abuelos y padre haya sido aceptada y perdonada por las mujeres de la familia. El callar es un mecanismo de supervivencia para ellos y el mismo Jerrod lo ha replicado al ocultar su sexualidad.
En el standup, sale del closet públicamente y se asume como gay. Aquello, proviniendo de una familia pobre, negra y cristiana, no es tan sencillo como se podría pensar. Y el público aquí se vuelve cómplice, al estar escuchando un secreto dicho en voz alta por primera vez. Carmichael se retuerce en su silla y se tapa la cara, cabizbajo, enumerando sus miedos. Y la duda queda, ¿qué tan ensayado es todo esto? ¿Cuánto hay de improvisación?
Lo que podría definirse como un show de stand up termina siendo un monólogo confesional. Jerrod habla de estar enojado con su mamá porque su catolicismo no le permite aceptar que sea gay, o de cómo en sus propias relaciones con hombres la homofobia no les permitía expresarse más abiertamente. ¿Qué es lo chistoso en todo esto?
No mucho. De vez en cuando, el comediante interrumpe su relato con alguna observación que hace reír. El resto del tiempo pareciera ni siquiera intentarlo. Al principio del especial él insta al público a participar y ellos, como coro griego, le contrapreguntan, lo ayudan a salir de los hoyos en los que se mete, le aplauden cuando llega a una verdad particular.
El especial Rothaniel: el humor como mecanismo de defensa
En este stand up, los chistes son usados como señuelo para captar atenciones y guiar a quien escucha por recovecos más profundos. “Yo solo quería hacerlos dar un paseo por mi cerebro”, explicaba Jani Dueñas después de ser abucheada en Viña, un escenario muy distinto a los primeros planos íntimos que abundan en Rothaniel. Pero la búsqueda es la misma.
Es lo que Bo Burnham –que dirige este especial– planteó y llevó al extremo en su inclasificable especial del año pasado, Inside, en el que creó una serie de canciones y sketches para denotar el estado de su salud mental en la pandemia.
El humor es uno de los métodos predilectos de la gente que quiere defenderse. Si hacemos a alguien reír, es menos probable que nos juzguen o nos hagan daño. Seguramente, nos van a querer cerca. Y una vez que nos quieran, nos van a escuchar. Se está levantando el velo detrás de ese mecanismo y al reconocerlo admitimos que tenemos una necesidad fundamental, que es la de conectar.
Poco a poco los chistes van quedando atrás para dejarnos con algo más especial: la vulnerabilidad de una persona que está diciendo la verdad. ¿Cuál sería la tuya? Si hicieras un stand up, ¿de qué hablarías?
Nota de riesgo: para quienes buscan reírse, sepan que Rothaniel no es ese tipo de programa, lo que lo hace arriesgado. Pero lo que propone el especial que pueden ver en HBOMax es bastante sencillo, directo y digerible, por lo que no hay que tener miedo. Ah, y salir del closet delante de millones de desconocidos tiene su cuota de riesgo también.