Londres parece ser el centro del mundo. A las afueras de la ciudad se celebraban los funerales a la reina más longeva de la historia del Reino Unido, Isabel; y en el centro de la capital inglesa otro rey preparaba su adiós: Su Majestad del tenis, Roger Federer, el mejor tenista de todos los tiempos.
¿Es Roger Federer el mejor tenista de la historia?
Ver jugar a Federer es como escuchar una canción en vinilo versus Spotify; como ver una película en el cine versus la pantalla del computador; o una fotografía polaroid versus las miles que saca por segundo un teléfono de última generación. Roger tiene esa aura especial, esa pátina de nostalgia que lo hace parecer un deportista de otra época, un artefacto análogo único en la era de la producción en serie. Un tenista de los viejos tiempos luchando contra los súper atletas que pueblan el tenis de hoy en día. Pero no es simplemente un vestigio de otra época; Roger, además, dominó el circuito de una manera que pocos han logrado.
Es cierto que en la historia del tenis masculino el número 1 del mundo siempre ha estado en disputa para un puñado de elegidos: solo 28 tenistas han logrado estar en el tope de la clasificación en casi 50 años. Además, cada época estuvo marcada por una lucha entre dos o tres tenistas a lo sumo: Connors, Borg y McEnroe en los setenta y ochenta; Lendl y McEnroe casi llegando a los noventa; Sampras y Agassi hasta los dos mil. Empezando el siglo XXI parecía que la hegemonía se repartiría entre varios jugadores. Hasta que el 2004 apareció Roger Federer y se quedó 237 semanas seguidas ahí arriba.
Tanto sus títulos en Grand Slams como sus semanas consecutivas en el número 1 parecían récords escritos en piedra, imposibles de quebrar. Más tarde llegarían Rafa y Nole para romperlos casi todos. ¿Cómo defender entonces que Roger sea el mejor de la historia?
Elegancia y estilo
Roger me ha hecho cuestionarme el deporte en varios aspectos: ¿cómo definimos al mejor de la historia en un deporte? ¿Solo por los números? ¿Si Rafa y Nole tienen más Grand Slams que Roger, lo superan en el 1 contra 1 y han roto casi todos sus récords, por qué Roger genera lo que genera? ¿Por qué incluso Rafa, el más ganador de la historia, dice una y otra vez que el mejor es Federer?
Ahí está lo lindo del tenis y del deporte en general: el mejor no es siempre el que más gana. Los números no lo son todo. Si fuera así, poco espacio le quedaría a la discusión (no me podría imaginar algo más aburrido): Pelé sería más que Maradona por cantidad de títulos mundiales, Lebron sería más que Jordan por estadísticas del juego y Jack Nicklaus sería mejor que Tiger Woods por majors de golf.
Pero si Maradona le discute el trono a Pelé es porque sacó campeón de Italia a un equipo pequeño del sur y derrotó a Inglaterra justo después de una guerra; si Lebron no le llega a los talones a Jordan es porque nunca se podrá sostener en el aire como él y si Tiger es el golfista más amado a pesar de sus miles de errores personales es por todo lo que representa para los que nunca tuvieron acceso a un deporte tremendamente blanco y elitista.
Roger como una experiencia religiosa
Si Roger es el mejor de la historia es por todo lo que transmite, tanto dentro como fuera de la cancha. Pocos deportistas han tenido la suerte de ser retratados por talentosos escritores, como Maradona por Sacheri y Galeano o Emil Zatopek por Jean Echenoz. Roger tuvo el honor de ser el objeto de un ensayo escrito por David Foster Wallace, uno de los novelistas más geniales del siglo XX.
Foster Wallace describe su derecha como un látigo líquido, y nos recuerda que la experiencia de verlo por televisión le roba una tajada de genialidad a lo que en vivo es, en palabras de Wallace, una experiencia religiosa. Explica que la elegancia y la naturalidad con la que juega Roger provocan una “belleza cinética”: una «reconciliación de los seres humanos con el hecho de tener cuerpo». Así de bien juega Federer.
Rafa y Nole ganaron más que Roger. No sé si tendrán un libro escrito por Houellebecq o Elena Ferrante cuando se retiren.
Roger Federer y el tenis como segunda naturaleza
Cuando vi jugar a Roger por primera vez no me llamó mucho la atención: no era un jugador estridente, no parecía pegarle con la fuerza del Feña González con la derecha ni hacía los tiros espectaculares del Chino Ríos.
Con el tiempo, me fui dando cuenta de los pequeños detalles que explicaban ese estilo único: el trabajo de pies –que visto desde cerca parece más bien un entrenamiento de ballet–, los tiros de sobrepique, las voleas perfectas, los aces de todos los tipos imaginables. Para apreciar a Federer no se necesita saber de tenis, sino de estética.
Y cómo olvidar el SABR (Sneak Attack By Roger), cuando se adelantaba casi hasta el cuadrado de saque para recibir el servicio del rival, sorprenderlo y quedar posicionado en la red como si nada.
Lo de Federer dentro de la pista es pura elegancia. Parece no cansarse, no transpira litros como sus oponentes aunque se juegue con 40 grados de calor en la carpeta australiana. Su revés de una mano es de una naturalidad que asusta, como si no fuese uno de los tiros más difíciles del tenis. O del ping pong:
Pero Roger también marca la diferencia en actitud. El tenis es un deporte que hace de la caballerosidad y los buenos modales un dogma. La gran mayoría de los jugadores se apegan a esas reglas no escritas sin problemas. Otros, tienen que esforzarse bastante. Para Roger, esto también es natural: Federer se retira del tenis profesional sin haber abandonado jamás un partido. Un récord inigualable.
En Roger Federer el adentro y el afuera de la cancha no parecen estar separados, son una continuación de elegancia, amabilidad y naturalidad. Es tanto el respeto que inspira que incluso sus más enconados rivales lo reverencian. Basta ver la relación de amistad que surgió entre Roger y Rafa Nadal, el primero en destronarlo. Si bien Rafa sabe que terminará su carrera con más Grand Slams que Roger, se ha cansado de decir que Federer es y seguirá siendo el mejor tenista de la historia. Ahora los hijos de Roger irán a jugar tenis a la academia de Rafael Nadal.
Es difícil decir algo que no se haya dicho ya sobre Roger Federer. Los que crecimos viéndolo reinventar el tenis nos queda un sabor amargo después de su retiro. Como dijo Luis Alfredo Álvarez, mítico comentarista de tenis: «no habrá nadie, pero nadie más grande que Roger Federer».