La startup chilena eGreen lanzó la criptomoneda eGRN Coin, que con tecnología blockchain permitirá transar bonos de carbono.
Los bonos de carbono nacen como parte de las medidas propuestas en el Protocolo de Kioto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en 1997. En realidad este protocolo ha estado activo desde el 2o05 y ha sido el gatillador a que países cumplan las normas de forma anticipada o que otros se salgan por las posibles multas al no realizar los cambios a tiempo (como Canadá).
¿Qué son estos bonos?
Son permisos otorgados por la autoridad competente de cada país a las compañías industriales para que puedan emitir una cantidad determinada de gases de efecto invernadero (GEI).
¿Una medida para disminuir la contaminación es autorizar a las empresas para que la produzcan? Sí, suena raro, pero estos permisos no son un free pass permanente para contaminar, sino que son acotados. Es decir, tanto los países a nivel agregado como cada industria tienen un nivel máximo de emisiones que pueden generar, y si sobrepasan esos niveles deben pagar multas o conseguir más permisos.
Básicamente, los bonos de carbono se implementaron para tener una lógica de mercado en el control de emisiones y lograr que las empresas tuvieran incentivos monetarios para reducirlas.
¿Cómo funcionan?
Cada país (o entidad geopolítica como la Unión Europea) determina su nivel máximo de GEI, el cual se mide en toneladas de CO2 equivalente. Según ese máximo se distribuyen los permisos entre las compañías en un formato de certificados transables (bonos) y cada bono permite la emisión de una tonelada de CO2 equivalente.
Todos los años las industrias deben entregar a la autoridad el balance de sus emisiones y permisos. En caso de haber emitido más CO2 equivalente de lo permitido por los bonos en su poder, deberá adquirir la cantidad de bonos que le faltan para compensar su exceso y evitar multas. Así, una compañía que tiene 100 bonos, puede emitir 100 toneladas de CO2 equivalente y si sobrepasa ese nivel, entonces debe adquirir más bonos.
Aquí viene lo interesante: los bonos se pueden conseguir de dos maneras. Por un lado pueden comprarse a otras empresas que hayan logrado reducir sus emisiones y por lo tanto ahora “le sobran” bonos (en 2019 se transaron 214 mil millones de dólares de bonos de carbono, concentrándose el 80% de las transacciones en en el Esquema de Transacción de Emisiones de la Unión Europea).
Por otro lado, se pueden financiar proyectos de reducción de GEI. En este último caso, la empresa dueña del proyecto “verde” recibe el capital para poder desarrollarlo, y la que invierte consigue sus bonos de carbono necesarios para compensar sus emisiones.
Así se busca que las compañías tengan el incentivo de reducir sus emisiones no sólo para mantenerse bajo los máximos y evitar multas, sino también para recibir un ingreso monetario al hacerlo, vendiendo sus bonos de carbono “sobrantes”.
En cumplimiento al Protocolo de Kioto, los países reducen cada año el límite máximo de sus emisiones, con lo cual los bonos de carbono no sólo tienen un límite de emisión, sino además van disminuyendo con el paso del tiempo.
La tendencia mundial de desarrollo sustentable y el creciente interés de no sólo empresas, sino de las propias personas de reducir su huella de carbono, aumenta la demanda por bonos de carbono. Ambos factores empujan al alza el precio teórico del carbono, lo que resulta fundamental para el éxito de este esquema para reducción de emisiones, porque las industrias tendrán el incentivo a invertir en tecnología que disminuya sus emisiones únicamente cuando el costo sea menor a los permisos que deban adquirir para compensarlas.
Sin ir más lejos, un estudio de la clasificadora de riesgo Fitch Ratings determinó que para el 2025 la demanda de bonos de carbono generados por proyectos verdes superará su oferta, lo que ha motivado que muchas firmas a nivel mundial inicien sus planes de inversión en estos proyectos.
En noviembre del año recién pasado, Jeff Bezos, CEO de Amazon, anunció un financiamiento de 791 millones de dólares para 16 organizaciones medioambientales, entre las que se incluyen firmas con programas de compensación de emisiones.
¿Y dónde entran a jugar las eGRN Coin en todo esto?
La emisión de este criptoactivo tendrá como respaldo bonos de carbono generados por proyectos verdes, donde 1 eGRN = 1 bono de carbono = 1 tonelada de CO2 reducida. Las personas que compren eGRN podrán venderlas a otros inversionistas en la plataforma de exchange o a compañías que necesiten bonos de carbono para compensar sus propias emisiones.
La eGRN Coin se une a otras iniciativas a nivel mundial que buscan acercar los bonos de carbono como vehículo de inversión para las personas y así permitir que los recursos lleguen antes a los proyectos verdes que los emiten, acelerando su impacto positivo en el medioambiente.
En un comienzo, los proyectos verdes asociados a las eGRN Coin serán las plantas de celulosa de la empresa Arauco de Valdivia y Nueva Aldea, que generan su energía mediante la combustión de biomasa forestal. Esto les permite incluso producir energía eléctrica adicional a la necesaria para sus operaciones y destinarla al Sistema Interconectado Central. Con los proyectos anteriores habrá un stock inicial de 600 mil eGRN Coin a un valor de 2.5 dólares cada una, un buen avance al cuidado del planeta.