En la historia de la bomba atómica, todos los caminos llevan a un hombre: el físico Oppenheimer, que nunca imaginó que su descubrimiento terminaría formando esa nube con forma de hongo sobre las ciudades de Nagasaki y Hiroshima. Si tuviésemos que hacer lo mismo con la historia del Fentanilo, habría que apuntar a otro científico que tampoco intuyó el futuro: el Dr. Paul Janssen, uno de los inventores de drogas más prolífico de todos los tiempos.
Qué es el fentanilo y cómo se empezó a consumir ilegalmente
Janssen estaba obsesionado con unir dos conocimientos que antes no convivían, y que hoy es evidente que son inseparables: la farmacología con la química. Él sabía que ajustando los componentes químicos de una droga probada, aunque fuese levemente, podría alterar el comportamiento del cuerpo humano para lograr nuevas respuestas. Sí, suena obvio, pero antes de él no lo era.
Fue ese conocimiento el que lo convirtió en uno de los mayores diseñadores de nuevas drogas: en 1959 alteró sutilmente partes de la estructura química de la morfina y creó nuevos compuestos. Para saber si reducían el dolor, los testeó en ratones que ponía en platos calientes a los que les subía la temperatura. El resultado fue un opioide sintético 100 veces más potente que la morfina.
En otras palabras, es una anestesia, y como dijo el mismo Janssen “sin fentanilo, no se podrían hacer cirugías a corazón abierto”.
Adelantémonos a los años 90. Aquí aparece la otra cara de la moneda: el curioso George Marquardt. Denominado el Walter White de la vida real, aprendió química de forma autodidacta y a los quince años comenzó a fabricar heroína en el sótano de la casa de sus papás en Kansas. El origen de esta fascinación por las drogas se puede rastrear a un video educacional que vio cuando era niño, donde un ratón que había consumido LSD perseguía un gato. Esas imágenes le despertaron la curiosidad hasta volverse un experto y querer ser el mago de las drogas. Tan así, que un agente retirado de la DEA lo denominó el mejor químico ilícito de la historia. A los 45 años pasó a ser en una de las primeras personas de Estados Unidos en producir ilegalmente fentanilo.
Hoy en día esta droga empuja la crisis de opioide norteamericana: por ella se producen más del 60% de las sobredosis en Estados Unidos y es 50 veces más fuerte que la heroína. Marquardt estuvo 22 años en la cárcel y nunca se arrepintió: “No siento que le haya vendido un producto a una demografía inocente o ingenua. Ellos son lo que son y yo soy lo que soy. Los dos somos criminales”.
Cómo se siente estar drogado por fentanilo
“Pónganle un poco de fenta”. Fue la primera vez que Francisca, una chilena de unos 30 años, escuchó el nombre. No conocía la medicina y poco le importaba: el dolor de apéndice que la había llevado a la clínica la estaba volviendo loca. Al rato, todos sus problemas se esfumaron:
“Es lo mejor que me ha pasado en mi vida. No lo podía creer. Estaba como rodeada de una nube de amor, placer… no sé, te juro que sentí que era como volver a ser guagua, como lo que se siente en el útero, donde no tienes ningún problema, donde todo está bien.”
Su cara de felicidad lo decía todo. Pero el efecto del fentanilo dura poco. 30 minutos como máximo. Y al rato tuvieron que inyectarle un poco más; el dolor había vuelto. Pero ahora había una asimetría entre su cara de relajo y el rostro de preocupación de los doctores, algo había salido mal. Al parecer se les había pasado la mano con la dosis y le bajó la presión. La pusieron de cabeza mientras le inyectaban el suero. Su marido le confesaría después que llegó a pensar que el asunto se había ido de las manos.
Por suerte al final no pasó nada grave y a Francisca la operaron de apendicitis sin mayores complicaciones.
Una de las ciudades más afectadas por el fentanilo
A 10,000 kilómetros de distancia, las cosas no terminaron tan bien. San Francisco parece una ciudad sacada de una serie zombie: a la cantidad de gente en situación de calle, que ha sido un problema histórico de la ciudad –un 1% de la población, versus un 0,2% en el resto del país– ahora se suma la crisis de opioides, de la que el fentanilo es la última ola.
Y es justo por esta droga aprobada por el FDA que ahora San Francisco parece una distopía de fuertes contrastes: mientras la ciudad batalla contra una crisis de opioides en las calles, los edificios de oficinas alojan a las empresas que más utilidades generan en el mundo:
“Todo esto pasa al mismo tiempo que hay una gran prosperidad material por las empresas IT. Por ejemplo Twitter tiene su headquarters ahí mismo. Y estas empresas traen consigo retail destinado a sus trabajadores, cafés orgánicos y súper sofisticados, vinos, frutas, sushi, etc.
Entonces se ve en la calle gente joven y linda vestida súper bien pero relajados, sipping their lattes mientras pasan al lado de gente semidesnuda, muriéndose. Totalmente distópico.”
Dice Ignacia (el nombre es un seudónimo porque prefirió no revelar su identidad) quien lleva más de 10 años viviendo en San Francisco.
Aumentando a la estética post apocalíptica, la pandemia y el work-from-home hicieron que ⅓ de las oficinas comerciales del centro de la ciudad están vacías. Este artículo del Financial Times incluso contrató a un artista para que representara la ciudad desocupada, siendo invadida por la naturaleza. Pero la prensa tiende a exagerar: si lees los diarios, se insinúa que los ciudadanos se están cuestionando si vale la pena vivir en un lugar arrasado por el fentanilo y que al mismo tiempo tiene un costo de vida altísimo. Pero Ignacia afirma que eso no es verdad. Ella ha visto y sido testigo de que las personas quieren quedarse.
Ojo que el opioide sintético no tiene de cabeza solo a San Francisco. En esta droga se conjugan una crisis de salud pública a nivel nacional, problemas geopolíticos que incluyen a México, Estados Unidos y China e incluso la muerte de una estrella de la música.
El fentanilo como un problema geopolítico complejo
Hace unas semanas varios quedamos un poco impresionados por las declaraciones de un senador norteamericano. Mientras interrogaba a la jefa de la DEA, aseguraba que había que ir a México a poner orden, enseñarle quién manda a los carteles mexicanos que estaban introduciendo fentanilo en Estados Unidos por la frontera.
@latinus_us El senador John Kennedy enfrenta a jefa de la DEA y pide a Biden hacer un trato con AMLO para que militares de EU entren a México a combatir a cárteles. #Latinus ♬ sonido original - Latinus
El plan va un poco en esta línea: si Estados Unidos declara los carteles mexicanos como agrupaciones terroristas, específicamente el de Sinaloa que dirige el hijo del Chapo Guzmán, entonces el ejército norteamericano no necesitaría permiso de México para cruzar la frontera y atacarlos.
@latinus_us Trabajemos juntos para detener a los cárteles, pero haré lo que deba si decide no hacerlo: Lindsey Graham envía mensaje a AMLO. #Latinus #InformaciónParaTi ♬ original sound - Latinus
Más allá de lo problemático que suena esto en términos de autonomía nacional, el asunto no es tan simple. El fentanilo, a estas alturas, es un problema global.
Por allá por el 2007, el gobierno norteamericano declaró que el OxyContin, el painkiller que más recetaban los doctores, era peligroso para la salud y lo retiró del mercado. Ahí explotó el Fentanilo. Pero el que se vende con receta no es el único en el mercado: hoy en día el fentanilo se mezcla con otros componentes y se vende por menos de 10 dólares la pastilla en el mercado negro. Estas “pills” se fabrican en laboratorios clandestinos en México, luego cruzan la frontera y se venden en las ciudades norteamericanas.
Pero México es solo un eslabón en la cadena. Los componentes químicos para producir el fentanilo provienen de China, que si bien trabajó en conjunto con Estados Unidos hace algunos años para tratar de mitigar el tráfico, hoy en día no parece muy interesado en colaborar. La guerra en Ucrania, las relaciones con Taiwán y el viaje de Nancy Pelosi del año pasado hicieron que China dejara de preocuparse por el asunto.
Incluso, gracias a aplicaciones como WeChat, el lavado de dinero se ha hecho cada vez más sencillo. Ya no es necesario que hayan yenes involucrados en el lavado de dinero, basta con aceptar transferencias en dólares por la aplicación y quiénes necesiten pagar grandes sumas en Estados Unidos tendrán el dinero a mano.
Parece casi una venganza histórica: la llamada Guerra del Opio fue un conflicto chino-británico por la introducción de opio de la India a China en el siglo XIX. Cuando el gobierno chino de la época quiso prohibir su uso, a la British East India Company no le pareció nada el asunto y decidieron invadir China. Pocos saben que incluso el abuelo de Franklin Delano Roosevelt, Warren Delano Jr., hizo fortuna introduciendo opio en China. Era un buen negocio en ese entonces como lo es ahora.
Los opioides son parte de la vida norteamericana hace ya varios años. Seguro recuerdas a Doctor House chasqueando su frasquito de Vicodin –otro opioide sintético– antes de resolver un caso imposible. En el cuerpo de Elvis encontraron Percocet, un derivado del opio, algo parecido al fentanilo que mató a Tom Petty y más recientemente a Prince. Mientras tanto, en San Francisco las personas se están acostumbrando a tener en sus mochilas kits para salvar sobredosis.
¿Qué hace a Estados Unidos un mercado más propenso al consumo y adicción a los opioides?
El gráfico de Our World in Data lo muestra con claridad, Estados Unidos es el país que más destaca por muerte de sobredosis por los opioides. Pero, ¿qué hace que este tipo de drogas sea tanto más consumido que en otros países? El año 2017 ya el Washington Post arrojaba algunas pistas. El artículo comentaba que uno podría pensar que en Estados Unidos necesitan más opioides por el dolor constante de una población más envejecida. Pero Estados Unidos está en el número 36 en la lista de países con una alta proporción de personas sobre los 75 años. Países como Japón, Italia y Portugal, que tienen una proporción mayor de ciudadanos envejecidos, consumen una fracción bastante menor de opioides recetados que en Estados Unidos.
¿Entonces cuál es la respuesta? Curiosamente es el marketing. Fueron campañas de publicidad agresivas en los años 90, dirigidas a pacientes, clínicas y la comunidad científica, las que crearon este gran mercado de consumo: las empresas farmacéuticas en Estados Unidos priorizan las ganancias que generan las ventas por sobre una regulación más estricta, y publicitan la promesa de dejar de sentir dolor a través de los opioides con mucha facilidad.
Volvemos a una imagen archiconocida: quién podría olvidar las escenas en las que Dr. House tomaba vicodin. La forma de mostrar al personaje como alguien cool, inteligente e irreverente mientras se hacía adicto a las pastillas, parecía prácticamente un product placement.