Abierto de Australia 2021: la burbuja extraña en medio de tiempos pandémicos presentaba un escenario surreal. De un entorno indeseable, gris y sin vibraciones. Parecía un viaje en el tiempo a un futuro distópico. El tenis estaba sometido a las normas de la crisis sanitaria mundial.
Los esfuerzos se emplearon en mantener a la menor cantidad de gente en Melbourne Park, aunque hubiera que exagerar las medidas. Una de ellas fue la eliminación de los jueces de línea, y por primera vez las canchas principales de un Grand Slam lucían totalmente desoladas: solo la habitaban jugadores, el juez de silla y los pasapelotas. En las gradas estaban los reducidos equipos técnicos de los tenistas y otras pocas personas con credenciales colgando del cuello. No había nadie más.
Y lo que exacerbaba esa sensación tan extraña en medio del silencio atípico para un estadio deportivo: un grito robótico que cantaba out cuando la pelota picaba fuera. Corrían tiempos extraños para el deporte.
Fueron los inicios de uno de los cambios más significativos en una disciplina reacia a las transformaciones: la eliminación de los jueces de línea. La ATP (Asociación de Tenistas Profesionales) anunció que a partir de 2025 todos sus torneos contarán con el programa de arbitraje electrónico (Electronic Line Calling Live).
Los jueces de línea en casi todo el circuito profesional masculino ya tienen fecha de vencimiento.
Lo había implementado el US Open unos meses antes que su símil de Australia, a manera de prueba y no de forma total, dejando a los jueces humanos solamente en las canchas principales.
Ahí tuvo lugar el célebre pelotazo de Novak Djokovic a la umpire en la Arthur Ashe. Quizás el serbio habrá pensado alguna vez, qué hubiera sido de esa campaña si el torneo neoyorquino hubiera sido como es ahora, y como será por siempre, sin los árbitros que plantan fija la mirada en uno de los límites de la cancha, un elemento tan simbólico en el tenis.
“Al cabo de la primera semana, los tenistas que jugaban en las canchas principales nos decían que cómo era posible que la tecnología no estuviera en los estadios grandes, y que en cambio tuvieran a los umpires cantando las líneas”, dijo a CLAY Sean Cary, del Departamento de Gestión de Torneos de la Asociación de Tenis de Estados Unidos (USTA).
Afirma Cary que fueron los mismos jugadores los que pidieron un sistema más preciso y automático, que no les obligara a hacer challenges, es decir, retar la decisión del juez pidiendo la revisión en las pantallas gigantes según lo que determinara el famoso Ojo de Halcón.
Las estadísticas en el circuito arrojan que los ojos de los jueces estaban en lo correcto tres de cada cuatro veces que un jugador los desafió. Nada mal para un ojo humano que debe decidir en una fracción de segundos distancias milimétricas. Pero el US Open quiso pasar definitivamente del 25% de margen de error, a la perfección robótica.
¿Es tan así? ¿Es un sistema libre de errores? La USTA asegura que roza la perfección: “99.9% de las veces es certero, y ese 0.1% se da por la intervención humana, como cuando el operador técnico se equivoca y selecciona el cuadrado del saque incorrecto al principio del punto. Si se da ese caso, se les explica a los jugadores y el servicio se repite”.
Aunque, durante los octavos de final de 2022 entre Carlos Alcaraz y Marin Cilic, el croata sufrió con el sistema, que le cobró injustamente en distintas ocasiones foot fault (tocar la línea con el pie antes de impactar la pelota en el servicio). Las transmisiones demostraron que la tecnología a veces necesita un poco de criterio humano.
“Por favor, necesito ver la repetición. En mi ejecución de servicio mi talón comienza por encima de la línea, pero no la llega a tocar”, argumentó el croata a la oficial de silla, imitando su posición, después que fue quebrado con su segundo servicio. Nunca le llegó la muestra.
La tecnología no supo precisar el caso del campeón del US Open 2014. Aunque partiera con un pedazo de su pie en contacto con la línea de base, este después se despegaba para el movimiento de su saque. Allí es donde la máquina no puede decidir por el humano: definir esa delgada línea que determina dónde arranca el movimiento del saque.
A Matteo Berrettini, en cambio, sí que le agrada: “Pero en un principio no me gustaba, lo encontraba extraño”.
“Es verdad que no da espacio para malentendidos. Escuchaste a la máquina, listo, fue mala. Fue en Turín el año pasado, que tuve un set point contra (Alexander) Zverev. Él sirvió y no pedí el challenge porque pensé que era buena. Desde mi box me decían que era mala y que lo pidiera, pero yo no me di cuenta. Con este sistema, el punto habría sido mío. Es lo más justo”, dijo el italiano a claytenis.com
Frente a un drive cruzado de Rafael Nadal que mordisqueó por fuera un pedacito de la línea lateral, Frances Tiafoe miró incrédulo al juez brasileño Carlos Bernades, que desde la silla se encogió de hombros y lo miró con cara de que no tiene absolutamente nada que hacer. Aunque puede mostrarle la imagen del bote si es que algo le ayuda.
“Con esto no hay nada qué reclamar. Puedes mirarlo en las pantallas, pero es que no cambiará nada. Es justo y está muy bien”, opinó la francesa Caroline García.
¿Y qué hacen los jueces de línea ahora?
La checa bicampeona de Wimbledon, Petra Kvitova, lo lamentó por los jueces que pierden una fuente laboral. “Es triste por ellos, pero en general estoy cómoda con el sistema”.
Más de 250 jueces de la USTA pierden una fuente laboral durante el US Open. Son muchísimos más en todo el mundo los que se verán afectados con la decisión de la ATP.
La institución norteamericana también lo siente. Fue una decisión difícil. “Les quitamos a los oficiales la joya de la corona en lo que a su carrera respecta. También es un impacto en su desarrollo para convertirse en jueces de silla, pero es cierto que Estados Unidos por suerte cuenta con cerca de 130 torneos profesionales donde requerimos su labor”, detalló Cary.
El holandés Robin Haase es de aquellos entusiastas que buscan mejorar su deporte en el plano organizativo. Haase, tenista de 36 años dedicado al dobles luego de una correctísima carrera en singles, siempre ha estado interesado en la buena salud del tenis. En entrevista con Clay, dijo que tiene enumeradas varias medidas para hacerlo más entretenido, como cambiar el sistema de puntuación, o permitir que los fans entren a los estadios en cualquier momento del partido (y que no tengan que esperar a los cambios de lado).
Y en esa misma línea, se quejó por la eliminación de los challenges, que le daban a la gente un elemento para la interacción. La multitud siempre se involucra con aplausos a ritmo gradual: “Sí que creo que el sistema electrónico es el futuro del tenis, pero es que la tecnología avanzó muy rápido. En este deporte no hay mucho entretenimiento además del tenis en sí, como sí en otras disciplinas. ¡Los espectadores tienen que esperar entre cada cambio de lado para ingresar al estadio! Teníamos aquí al Ojo de Halcón, y la gente lo amaba, hoy le quitaron esa interacción que tenía la gente”.
Tiene razón el viejo zorro Haase. La tecnología va con un ritmo muy acelerado, pero hay una que sí beneficia al espectáculo y que en las ATP Finals (conocido popularmente como el Torneo de Maestros) se probó con éxito: el video review. Es como el VAR del fútbol, pero en el tenis no revisan las jugadas en una habitación cerrada, si no que se repite en las pantallas gigantes, y la jueza de silla explica pedagógicamente al público qué revisarán y cuál fue el resultado.
¿Qué pasará en los Grand Slams de Europa? Allí los árbitros humanos no desaparecerán. Dado que los majors no se rigen por las reglas de la ATP, cada evento tiene su independencia. Wimbledon, un torneo de tradiciones tremendamente arraigadas, jamás eliminaría a sus icónicos jueces de línea de impecables chaquetas y camisas a rayas. Roland Garros también mantendrá con vida a los oficiales.
“En Roland Garros el procedimiento de verificación humana es aceptado por los jugadores si el arbitraje es de buena calidad. El número de errores sigue siendo muy bajo”, explicó a CLAY Remy Azemar, jefe del Departamento de Arbitraje del torneo de París: “También los equipos electrónicos homologados en tierra batida requieren una instalación importante y un dispositivo de cámaras en la pista, que lo convierte en un inconveniente al momento de optimizar el espacio de juego para los jugadores”.
En la arcilla al menos, el pique de la pelota deja marca. Distinto es el panorama en las canchas duras, donde la superficie no hace de juez en sí. La tecnología corre y el factor humano va quedando como un elemento retro.