De vez en cuando llega una película que parece tenerlo todo: es entretenida, accesible, emotiva, te hace reír, llorar, conmueve al público y convence a la crítica, avanza en representación racial y LGBTIQ+ y además tiene un mensaje positivo que nos recuerda que tenemos que escucharnos y ser mejores personas.
Bueno, tal vez no pasa tan seguido. Pero es lo que ocurre con la recién estrenada Todo en todas partes al mismo tiempo.
El Todo
Filmada antes de la pandemia por Daniels (el dúo de directores Daniel Sheinert y Dan Kwan, detrás de la también recomendada Swiss Army Man), Todo en todas partes al mismo tiempo parece un milagro. Es la clase de película original que rebosa de la ambición y la creatividad que se nos olvida que el cine nos puede entregar.
Y todo parte con lo que seguramente es la trama más aburrida que se les pudo haber ocurrido, una mujer que tiene que hacer su declaración de impuestos.
Evelyn Kwan (Michelle Yeoh, llegaremos a ella en un momento) tiene un día ocupado. Además de tener que presentar dicho papeleo, debe mantener a flote su lavandería de barrio y lidiar con una conversación incómoda que su esposo quiere tener con ella, además de ignorar a su hija lesbiana que quiere integrar a su novia al baile, todo ad portas de una gran celebración del Año Nuevo chino. Uf, Evelyn, te vemos.
Cuando llega a aquel infierno conocido como el Servicio de Impuestos Internos, su esposo Waymond parece transformarse. Le anuncia que viene de otro multiverso y que todas las líneas temporales están bajo una amenaza que solo ella puede evitar. Escéptica, Evelyn -que ha vivido una vida más que convencional hasta entonces- no hace caso, pero no pasa mucho rato y ya está sumida en una aventura que la lleva desde el big bang hasta más allá, pasando por decenas de universos distintos, reencontrándose con diferentes versiones de sí misma y cambiando la relación que tiene con su familia para siempre.
En el fondo, una historia de amor
Si Evelyn parte como una mujer evitativa, homofóbica y que ha desatendido sus vínculos familiares y su relación con ella misma, solo hacía falta una sacudida de esta envergadura para despertarla.
Resulta que la agente de caos que quiere destruir el universo(s) es su propia hija, convertida en un ser indestructible que ya no encuentra razones para seguir viviendo en este mundo decepcionante (Joy, también te vemos).
Y aquí es donde notamos que los directores millennials se están haciendo cargo de comunicar aquel trauma generacional que ocurre cuando los padres atienden las necesidades materiales de sus hijos pero no les dan atención o se esfuerzan por comprenderlos.
Todo en todas partes al mismo tiempo cuenta con una secuencia de acción tras otra, todas distintas y particulares. Evelyn se convierte en una artista de artes marciales, viaja a líneas temporales donde es una estrella de cine o una cocinera, una roca o un dibujo animado. Literalmente estamos viendo toda la lluvia de ideas que a los directores se les ocurrió. Es toda una experiencia.
Pero detrás de la acción/comedia/ciencia ficción y los giros elucubrados que la película se atreve a dar, se trasluce el porqué de todo esto, que justifica su existencia y la lleva más allá del ejercicio creativo pero finalmente vacío que podría haber sido. Llamémoslo la fórmula de Pixar, esa que lleva un concepto fantástico al límite para transmitir una moraleja sencilla y humana.
Lo que Todo en todas partes al mismo tiempo plantea es tan simple como que el amor es la respuesta. Un mensaje que hemos escuchado mil veces pero no de esta forma. Que a veces nos distraemos de las cosas importantes, pero si nos sentamos a intentar escucharnos y comprendernos con empatía y atención, puede que solucionemos un par de cosas necesarias.
Evelyn vio quien podía ser en un millón de universos distintos y, aunque en el actual sea la versión menos notable de ella misma, decide estar aquí y amar a su hija por quien es.
Un exceso que se agradece
Todo en todas partes al mismo tiempo no es perfecta. Es demasiado. Un exceso visual que a veces peca de extenderse mucho y de entretenerse de más con sus propios chistes.
Pero se agradece que en este panorama que siempre criticamos, Hollywood lance una película completamente original que se pueda recomendar a cualquier persona. No solo eso, sino que su protagonista sea Michelle Yeoh, una mujer china de casi 60 años que le demuestra a la industria que más voces y rostros son bienvenidos y necesitados.
A Yeoh le dieron una responsabilidad con este papel, que se presenta al principio como una mujer esquiva, pero rápidamente se gana nuestra empatía cuando la vemos hacer de todo y pasar por cada emoción que existe. Es chistosa, rápida, inteligente y su experiencia en artes marciales la convierte en la opción única y perfecta para este proyecto.
Ella nos sube a este viaje o experiencia o película, único y arriesgado, que nos maravilla ante un despliegue técnico donde todos los apartados están bien. En serio, hay propuesta en el incansable montaje (que mantiene un buen ritmo uniendo tramas imposibles), la dirección de arte (que crea mil escenarios distintos en una misma locación), la iluminación (que genera y separa atmósferas y mundos), el maquillaje, el vestuario, la música y así…
Es un exceso, que agota pero se agradece. Y qué cansancio hablar de tanto, pero qué bueno poder hacerlo. La peli es algo así. Ya no queda más por decir. Te toca experimentar Todo en todas partes todo el tiempo a ti ahora.