Publicidad, basketball y fe ciega. Air cuenta cómo una idea loca revolucionó a una industria

La trama de Air, reciente estreno de Amazon Prime, suena más como una curiosidad o una anécdota que el argumento de una película: es 1984, y la marca Nike tiene problemas económicos que busca resolver con la publicidad de su nueva zapatilla. Para eso, se propone apostarlo todo por una estrella en ascenso: Michael Jordan.

¿Se puede hacer una buena película de esto? La respuesta es que sí, si se tiene en cuenta que Jordan es considerado el mejor atleta de todos los tiempos, la contingencia de verla ahora en plena disputa del campeonato de la NBA y un tratamiento al viejo estilo Hollywood que te hace apoyar a alguien con una idea loca que terminó revolucionando una industria.

Air Jordan, inmortalizar a un hombre en una marca

Ben Affleck ya ha probado sus credenciales como director, y aquí lidera a su amigo Matt Damon como Sonny Vaccaro, un trabajador de Nike que simplemente no logra competir con el éxito de Adidas y de Converse. Las marcas captaban a varios jugadores de basketball para sus campañas, representándolas con contratos millonarios. ¿La idea de Vaccaro? Enfocarse solo en uno, crear una zapatilla a su medida y venderlas como un tesoro personalizado, parte de su identidad. Para eso tendrían que encontrar al jugador perfecto, y un joven y prometedor Michael Jordan de veinte años bien podría ser el boleto al estrellato.

Naturalmente, todo el mundo se pone en su contra. Sería el contrato más caro de la historia, es una idea descabellada y demasiado arriesgada para una empresa que no ha logrado competir a la par con sus rivales. Ni siquiera el mismo Jordan está interesado. Pero la vida se trata de tomar riesgos, así que Air avanza de manera muy entretenida bajo esta premisa. La de insistir, sortear dificultades y buscar estrategias creativas hasta que toda una larga cadena de obstáculos te digan que sí, que es posible.

Y así es como una historia que podría sentirse ajena, muy de nicho o específica a un mundo que puede no interesarle a todos, termina siendo universal. Porque Air es finalmente una clásica historia hollywoodense bien contada, en la que un desvalido tiene una convicción acérrima y decide seguir su idea con perseverancia y contra todo pronóstico. Apoyamos a Matt Damon porque él está convencido de que su intuición es correcta, estando dispuesto a arriesgar su trabajo y credibilidad por una corazonada.

¿Pero fue realmente así?

Entendemos (y agradecemos) que las películas no nos cuenten las cosas tal como pasaron. Pero también exigimos que, si van a beneficiarse de hacernos sentir que estamos viendo algo que realmente ocurrió, mantengan fidelidad con la realidad. ¿Cuánto de Air es verdadero?

Algunas pequeñeces fueron inventadas. El manager David Falk en la película es un Chris Messina gritón que sirve de antagonista, pero en la vida real ayudó a llevar a su cliente Michael Jordan a Nike. Adidas nunca tuvo una reunión para ofrecerle un trato a Michael y él ni siquiera fue el primer atleta en en cobrar según ventas del merchandising que lleva su nombre (los tenistas venían haciéndolo desde antes),

El rol de su madre fue menos protagónico que lo que muestra Air. Sonny Vaccaro, en contra de las instrucciones de sus superiores, viaja a Carolina del Norte para conocer a Michael y convencerlo de aceptar su oferta. Al llegar, es bloqueado por su madre, y se ve obligado a negociar con ella. No solo este viaje nunca ocurrió, sino que Vaccaro ya había conocido a Jordan ese año, y el rol de Deloris Jordan como negociadora fue ampliamente aumentado en la película. No es que ella no tuviese habilidades para representarlo, pero Air la presenta como la figura central en estos intercambios.

Pero lo más importante es la forma en que se muestra a Sonny. Se nos presenta como un underdog, pero el personaje de Damon estaba lejos de ser infravalorado por todos a su alrededor. Era un hombre con pinta de mafioso, mucho más intimidante de lo que relata Air.  Sonny conocía a todos los entrenadores universitarios de basket y ya había tenido una idea revolucionaria antes de la que vemos en pantalla. Las marcas no solían apuntar a equipos de universidades, viéndolos como clientes en vez de colegas. Era ilegal hacer negocios con estudiantes, pero Sonny propuso hacer negocios con sus entrenadores y regalarles zapatillas a los equipos, para que los usaran en los partidos que eran vistos por todo el país. Era un genio del basketball y Nike lo había contratado precisamente por pensar fuera de la caja.

¿Y respecto al pitch climático de la película, en la que Sonny en un monólogo predice el futuro éxito de Michael Jordan, convenciéndolo de firmar con Nike? No solo nadie de esa reunión sabe quién vendió la idea, sino que Jordan considera que George Raveling fue quien lo convenció, un hombre que solo tiene una aparición en la película.

De historia real, a mito publicitario, a película crowdpleaser

Si estás pensando que la peli es una gran publicidad que te está manipulando para que apoyes a una corporación que quiere hacer un contrato millonario, creo que hay que tomárselo todo menos en serio. Air no pretende aleccionar o ser más relevante que lo que es, no nos está engañando. Solo pretende entretener, como si sus creadores siguieran impactados con el éxito de la marca, que en su máximo optimismo esperaban ganar 3 millones de dólares en los primeros años y terminaron ganando 126 en solo uno.

Estos pares de zapatillas que usó Jordan en uno de sus últimos partidos se vendieron por más de 2 millones de dólares en una subasta.

Air quiere compartir el entusiasmo por los discursos motivacionales de sus personajes (“un zapato es solo un zapato hasta que alguien se lo pone”, repite la película hasta lograr emocionar), su estética ochentera llena de guiños y elementos nostálgicos y su optimismo.

Todos los actores parecen estar pasándolo bien –incluyendo al mismo Affleck como el CEO de Nike o a Viola Davis, que entiende perfectamente en qué tipo de película está y la profundiza– y eso se contagia. Air tuvo tan buena recepción que Amazon decidió estrenarla en cines, cosa que no hacía con uno de sus títulos originales desde la comedia Late Night hace 4 años, y fue una muy buena idea.

Es el tipo de película dirigida a adultos que entretiene (los gringos la llamarán crowdpleaser–que busca el placer del público) y sorprende a pesar de una premisa que podría parecer todo menos enganchante. La historia del negocio perfecto, que terminó en un éxito rotundo que cambió la industria del deporte y de la publicidad, y que seguramente conocemos aunque no sepamos de ninguna. Una película sobre gente que se atrevió a hacer las cosas de manera diferente y sobre apostar por ti mismo cuando pareciera no tener sentido hacerlo.

Nota de riesgo: no busca sorprender, al contrario, es su familiaridad lo que la hace reconfortante. Anticuada de la mejor manera posible, sería difícil encontrar a alguien que odie esta película. Conservadora.