Segunda vida: el multiverso de Mark Zuckerberg

El año 2001 mi papá entró de noche a nuestra casa. Tenía puesta una polera que dibujaba la cara de un señor desconocido en tres dimensiones. Estiró el brazo y nos mostró unos billetes falsos. Me urgí cuando leí en su polera las palabras “Somos la red, somos en red: república de Virtualia”.

Me acordé de la primera vez que escuché el silbido de un módem. Mi hermana me mostró en el computador la ventana que se abría para hacerlo sonar. Tenía un teléfono que apuntaba a un ícono del planeta tierra y me dijo: “me da vértigo Internet porque estamos dejando entrar a todo el planeta a nuestro computador. Cuando deje de sonar el ruido del modem vamos a estar adentro de un lugar lleno de personas que no vamos a poder ver, no vamos a poder imaginarnos sus caras. Y vamos a estar todos juntos, al mismo tiempo”. Mi hermana había nacido solo un año después que Mark Zuckerberg.

Esa noche mi papá me contó que Virtualia era una ciudad virtual en Chile que tenía sus propios billetes, llamados Fanimani, mercado de acciones, bancos, chat, foros. Era una ciudad llena de personas invisibles que te acompañaban.

El año 2003 salió la versión avanzada e internacional de Virtualia, Second Life. Ya no era solo una ciudad, era un mundo. En ese universo yo tenía una casa con un solo sillón y un dragón. A veces iba a conversar con desconocidos a las calles y mirar las casas que ellos habían construido: eran bastante más elegantes que la mía. El juego era tan popular que apareció en la serie The Office, donde mostraban a un trabajador en su “segunda vida” volando sobre los techos de su oficina en la noche.


Solo un año después se lanzó “Thefacebook”. Ese 2004 fueron los Juegos Olímpicos de Atenas y ahora, justo cuando Mark Zuckerberg hace un anuncio, son los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020.

Su anuncio está lleno de nostalgia: Facebook pasará a ser muchos universos recorribles en tres dimensiones, pero a diferencia de Second Life, podría tener realidad virtual y aumentada. Se va a llamar Facebook Horizon y permitirá que las personas tengan “oficinas infinitas” y ambientes creados por su imaginación. En las palabras de Mark: “Si quieres hablar con un colega, si estás trabajando un problema, en vez de llamar a esa persona por teléfono, la persona se puede teletransportar en el mundo virtual y ver todo el universo que tú has creado”.

Noten el dragón a la izquierda.

​Zuckerberg cuenta que esta es una fantasía que tenía desde el colegio: él quería “escribir código para crear un Internet que se pudiera encarnar, un espacio en el que hubiesen distintos lugares para teletransportarse y estar con amigos”.

Parece que Internet siempre ha sido para sentir compañía, aunque sea por el ruido de un módem.

Los niños del futuro

Fue en un foro Virtualia que supe de la existencia del escritor de ciencia ficción Philip K. Dick (autor de “El hombre en el castillo” y “Sueñan los androides con ovejas eléctricas”). Un chileno que yo nunca había visto en persona me lo recomendó. En uno de sus ensayos, Philip K. Dick decía que para poder imaginarse el futuro le encantaba observar por horas lo que hacían los niños y adolescentes. En su época, le llamaba la atención el ingenio y conocimiento mecánico que tenían para desarmar autos y robar partes.

Eso me recordó a la travesura que hacen los niños ahora con los test rápidos de Covid-19: crean falsos positivos para no ir al colegio echándole Coca Cola o jugo de naranja. Es un experimento químico sofisticado, que implica desarmar las estructuras de los anticuerpos de los test con la acidez de las bebidas. Quizás aprendieron de este truco con un “accidente feliz”, como botar sin querer un vaso encima, pero lo que sí es claro es que todas las niñas y niños en la historia no odian aprender, odian volver al colegio y les gusta imaginar que desaparece.

Comic de Nancy, inaugurado en 1938.

En China los niños y niñas no solo podrían llegar a odiar los colegios

Quise seguir leyendo sobre niños para imaginarme el futuro y así llegué a esta noticia. La industria de las tutorías empezó en los años noventa para que los niños aprendieran inglés y se pudieran ir a estudiar a otros países. Pero se convirtió en una competencia, donde familias pagaban para que sus hijos se adelantaran a los demás y ganaran el “concurso de la inteligencia”. Las empresas dedicadas a las clases particulares se hicieron públicas y sus fundadores pasaron a ser billonarios. Muchas veces tenían a los niños estudiando hasta que se hiciera de noche.Y eso hizo al gobierno chino reaccionar con las siguientes prohibiciones:

  • Las empresas de clases particulares ya no pueden salir a la bolsa ni juntar plata de inversionistas extranjeros. Tampoco pueden buscar atraer profesores ofreciendo mejores salarios.
  • Las sesiones de clases particulares en línea y presencial se van a restringir a máximo 30 minutos diarios.
  • Las clases particulares o tutorías con temas del currículum oficial se van a prohibir si es con fines de lucro.

Las restricciones nacen porque la educación de los hijos sale tan cara que afecta la natalidad en China. Joe Yang, un papá de 34 años en la ciudad de Hangzhou, dijo que su familia paga más de $3.000 dólares anuales para que su hija de cuatro años tenga clases de inglés. La niña además está aprendiendo a nadar y tocar el violín.

En 1910 Villemard imaginó cómo serían los colegios del futuro

​Dime, Philip K. Dick, ¿cómo me tengo que imaginar el futuro ahora?, ¿Van a desaparecer los colegios?, ¿Los niños van a aprender en los universos que soñó Mark Zuckerberg en el recreo del año 1997?

¿Quién no querría que se volviera realidad lo que soñó en las horas muertas del colegio?


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