Juegos Olímpicos de invierno, entre el patrocinio y el boicot

Cuando empiezan los anuncios de los Juegos Olímpicos de invierno lo primero que pienso es “buena, se viene el curling” y después me imagino depurando mi técnica pasando el trapero en la casa con la radio Pudahuel de fondo. Solo esa imagen me recuerda que los juegos son una fiesta del deporte que ponen de buen humor.

Pero al mismo tiempo hay algo oscuro que siempre ha envuelto estos juegos que representan las rivalidades políticas entre países. Por ejemplo, en Berlín 1936 la Alemania nazi aprovechó la atención internacional para limpiar su imagen y mostrarse como una nación progresista y benévola: inscribió a atletas de origen judío para evitar un posible boicot.

36 años después, en el retorno de los juegos a una ciudad alemana, ocurre la tragedia de Munich en la que 11 atletas israelíes fueron asesinados por la organización terrorista palestina Septiembre Negro.

La esgrimista Helene Mayer, de origen judío, haciendo el saludo nazi tras ganar medalla de plata.

También hay escándalos más modernos y específicos, como la patinadora Tonya Harding, que estuvo involucrada en el ataque a golpes de su contrincante para que no pudiera participar (hay una película que tuvo muy buena crítica por si les interesa verla). Y se suman en los últimos años otras controversias como el caso de dopaje de los atletas rusos, por lo que Rusia no tuvo representación en Tokyo 2020 y los atletas compitieron bajo el nombre de Comité Olímpico Ruso.

Derechos humanos en China y los confundidos patrocinadores.

Esta edición de los Juegos Olímpicos de invierno en China, a pesar de la felicidad que genera el curling, también tiene conflictos geopolíticos: los juegos recibieron una ola de críticas por atropellos a los derechos humanos en la región de Xinjiang, sobre cerca de un millón de uigures, un grupo étnico musulmán chino.

Hay restricciones a sus prácticas religiosas, detenciones masivas, campos de concentración y esterilización forzada. Y Estados Unidos, era que no, se mostró entusiasta con esta información para intentar boicotear los juegos, una medida que fue rápidamente seguida por Australia, Gran Bretaña y Canadá.

El boicot es diplomático, o sea que llevarán a sus deportistas, pero no irán los oficiales del gobierno. No parece ser un gran castigo para el gigante asiático, de hecho Zhao Lijian, vocero del ministerio de relaciones exteriores de China dijo que los diplomáticos que anunciaron que no irían ni siquiera estaban invitados.

Pero los políticos de Estados Unidos no se quedaron en el boicot diplomático y decidieron ejercer presión donde duele: la plata.

Cinco de los trece principales auspiciadores de los juegos son de propiedad estadounidense: Airbnb, Coca-Cola, Intel, Proctor & Gamble y Visa. En julio del año pasado recibieron un llamado desde el Capitolio para tener una audiencia en la que se refirieron a ellos como “los que suscriben y ayudan los Juegos Olímpicos del genocidio”, así no más.

La idea era presionar al Comité Olímpico Internacional (COI) a través de los auspiciadores, para que se pronunciara sobre los derechos humanos en China. Y no era una idea que mantenían en secreto porque les preguntaron directamente “¿Estaría su empresa dispuesta a pedir al COI que posponga los Juegos Olímpicos para dar tiempo a que el gobierno chino detenga sus atrocidades?”. Casi todas las empresas tuvieron la misma respuesta y fue que no tenían ninguna influencia en la selección del lugar donde se celebraban los juegos, así que no podían hacer mucho.

“Casi” todas, porque Intel sí dijo que habían manifestado al COI sus preocupaciones sobre las acusaciones sobre atropellos a los derechos humanos.

¿Por qué Intel sí decidió dar una señal y las otras no? Podríamos pensar que es un asunto de principios, de la ética de Intel. Pero Intel puede tener esa ética porque está en una posición de poder: tiene una alta presencia en el sector tecnológico de China, el que depende aún de proveedores extranjeros de semiconductores.

Y bueno, no es llegar y emprenderlas contra China. Si no, habría que preguntarle a H&M, que el 2021 fue baneada de las aplicaciones de e-commerce por expresar su preocupación frente a las denuncias de trabajos forzados en la industria del algodón de Xinjiang.

Así que ahora los auspiciadores estadounidenses están en un silencio incómodo. Por un lado sienten la presión de manifestarse en relación a los atropellos a los derechos humanos en China, y por otro, saben que si lo hacen pueden sufrir consecuencias económicas. En esa disyuntiva, optaron por pasar estos juegos con un bajo perfil, sin grandes campañas publicitarias.

Parece difícil de creer que compañías con tan fuerte inversión en marketing dejen pasar la oportunidad de llegar a millones de personas con un símbolo tan reconocible como los anillos olímpicos, pero hagamos un experimento: busca en YouTube comerciales de estas 5 empresas sobre esta edición de los juegos. Te vas a dar cuenta que no hay casi nada.

La decisión no debe haber sido fácil porque hay cientos de millones de dólares invertidos en tener los derechos para usar los famosos anillos en su productos y publicidad. Como referencia, el patrocinio de Airbnb costó 500 millones de dólares.

Pero no es que estén botando esa cantidad de plata a la basura. Los contratos se firman con el COI por varios años, por lo que los auspiciadores deben estar esperando que los próximos Juegos Olímpicos de París 2024, Milán 2026 y Los Ángeles 2028, no estén en el centro de la polémica y así poder rentabilizar su inversión.

A pesar de la polémica, voy a seguir estos juegos, porque además del curling, estará Jamaica compitiendo en Bobsleigh (descenso en trineo) y cómo perder la oportunidad de ver una versión en vida real de la película “Jamaica bajo cero”. Y bueno, para apoyar a los 4 representantes de Chile también, que competirán en esquí alpino, esquí cross-country y esquí freestyle.