Vuelve The Crown: un repaso a una de las épocas más oscuras de la monarquía británica

La serie de Netflix The Crown es uno de los productos más ambiciosos, exitosos y polémicos del último tiempo. Su intención es nada menos que cubrir la vida de la Reina Isabel II desde que asume el trono en 1953 hasta los tiempos modernos. Con temporadas que cubren décadas de sucesos históricos y políticos, pero centrándose en los personajes de la familia real, sus motivaciones y relaciones.

Aunque está basada en documentación rigurosa, las escenas que la serie presenta son ficticias y esto es lo que ha llevado a los mismos miembros de la discreta monarquía a recordarle a los televidentes que se trata solo de una ficción. Independiente de eso, The Crown ha sido un éxito rotundo. Siendo una de las series más caras de la historia (lo que es notable dado que su competencia incluye series de fantasía como Los Anillos del Poder y La Casa del Dragón), mantiene nuestra fascinación/morbo por la historia de este cerrado y privilegiado grupo de gente. No por nada se convirtió en una de las series más vistas de la plataforma, con un elenco de primer nivel y numerosos premios a lo largo del tiempo.

The Crown, Temporada 5: los años noventa, cambio de elenco y Lady Di

Cada dos temporadas, The Crown hace un recambio completo de elenco para adaptarse a la época que retrata. Si en las primeras, Claire Foy y Olivia Colman fueron las encargadas de dar vida a la Reina Isabel, ahora le toca a Imelda Staunton (legendaria actriz británica que recordaremos como Dolores Umbridge en Harry Potter). La acompañan Lesley Manville como la Princesa Margarita, Jonathan Pryce como el Príncipe Felipe, Dominic West como el –ahora Rey– Carlos y Elizabeth Debicki como la Princesa Diana, para adentrarnos en una temporada que cubre desde 1991 hasta 1997.

La temporada comienza con un cuestionamiento a la vigencia de la monarca. Con palabras como “vieja” y “desfasada”, el Príncipe Carlos empieza a tantear la posibilidad de que su madre abdique y él pueda asumir el trono antes de tiempo. Esto es por lo menos irónico si sabemos que en la realidad esto nunca llegó a pasar y que faltarían más de 30 años para que este último se hiciera con el trono. El rol de la Corona se cuestiona en la época moderna, teniendo que justificar el gasto de recursos que significa mantenerla en plena recesión. Su popularidad también está en tela de juicio, con solo un miembro de la familia destacándose por su cercanía con el pueblo.

Esta es, como también ya sabemos, Diana. La figura trágica de esta historia fue introducida la temporada anterior y tomó un rol protagonista de la mano de Emma Corrin. Ahora la sucede Elizabeth Debicki, no solo imitando a la perfección sus manierismos, sino también prometiendo el mayor conflicto interno que la familia real tendrá que soportar, augurando un quiebre muy público en un sistema conocido por mantener el status quo.

Diana, por Elizabeth Debicki, representada a la perfección

Es así como esta quinta temporada se presenta. Con una bomba de tiempo que puede hacer estallar un delicado equilibrio que se ha solidificado durante siglos.

Una mirada más crítica a la monarquía

La producción de la serie es impecable, extendiéndose por varios países, ocupando castillos como si fuesen algo habitual, recreando vestuarios lujosos y con un elenco de actores enorme que hace verosímil este mundo. Es una recreación impresionante y que funciona, pero también llama a la pregunta: ¿cuál es la finalidad de esta inversión?

Si bien Peter Morgan, el creador de la serie, no ha dejado sus intenciones tan claras, podemos entrever que su mirada a la monarquía no es exactamente reverencial. Las primeras temporadas de The Crown nos sumergían en un sistema añejo y elaborado y se preocupaban más de hacernos entender su funcionamiento que de criticarlo. Un par de guiños nos presentaban a los personajes como ignorantes o viviendo en una burbuja, pero esto nunca se subrayó para hacernos pensar que la monarquía en sí era un sistema obsoleto.

Con las últimas temporadas, esto se fue dejando entrever más y más. Hoy es difícil justificar la existencia de reyes en países imperialistas que mantienen relaciones con sus ex colonias y que suponen un enorme gasto fiscal. A pesar de ser la cabeza del estado británico, sus poderes son simbólicos y ceremoniales y su obligación es mantenerse políticamente neutrales. Su rol es dar una sensación de estabilidad, continuidad y orden al territorio. Y, a pesar de que el apoyo del pueblo flaquea cada año, más de la mitad de la población británica aún cree que es muy importante mantener la monarquía.

En los noventa es cuando se la cuestionó con más fuerza por primera vez. Los tres hijos de la Reina se divorciaron. Las separaciones, hasta la fecha, no se hacían públicas (¿ven? hay que mantener el orden), y particularmente la de la querida Diana con Carlos fue vista como un debilitamiento importante para quienes tendrían que tomar el trono. Este es el período que cubre la quinta temporada de The Crown, incluyendo el aniversario 40 de la asunción de la reina, que ella misma describió como un “annus horribilis”.

A pesar de que quizás The Crown nunca nos dé la crítica incisiva y lapidaria que necesitamos (después de todo está hecha por un equipo británico para una plataforma que invierte un presupuesto enorme), esta temporada y la siguiente –y final– parecieran ser las que más alcen la duda de la utilidad de este sistema en la actualidad.

El protagonismo que va ganando Lady Di fácilmente pone en un rol antagónico al mundo que fue responsable de su muerte. Y, para qué estamos con cosas, ese nivel de catástrofe es el momento que hemos estado esperando quienes seguimos la serie.

Nota de riesgo: A pesar de algunos comentarios sobre una baja en la calidad, The Crown se mantiene básicamente igual que en sus temporadas anteriores. La producción es impresionante y la precisión histórica y el nivel de investigación, minuciosos. Los actores nuevamente están muy bien. Sin embargo, se siente todo un poco conocido y no se sacude tanto la fórmula como en la temporada anterior. Por eso, dejémosla en conservadora.