Vidas Pasadas: un concepto budista transformado en guion

El in-yun es un concepto coreano proveniente del budismo, y que establece conexiones entre la gente según sus vidas pasadas y futuras. Dice que las relaciones actuales que tenemos con otras personas provienen de roces, contactos y encuentros con ellos a través de miles de vidas anteriores. Si acumulamos mucho in-yun, algún día estaremos con ellos. 

“¿Crees en eso?” pregunta un personaje de Vidas Pasadas a Nora, la protagonista. 

“Es algo que decimos los coreanos para seducir a alguien”, le responde ella.

Pero la directora coreano-canadiense Celine Song al parecer sí cree en el in-yun, o al menos lo encuentra lo suficientemente interesante para crear una película en torno a esa idea. Nora, una mujer coreana que deja su tierra cuando es niña para migrar a Canadá, termina casada con un estadounidense y planteándose qué fue de aquel niño coreano con quien probablemente hubiese terminado si se hubiese quedado allí.

"¿Qué hubiese pasado si…?" la pregunta detrás de Vidas Pasadas

No hay forma de saberlo, son conjeturas. Y son esos recovecos, esos “¿qué hubiese pasado si…?” donde este debut busca meterse, hipotetizar y conectar con todos quienes nos hemos hecho esas preguntas, y que sabemos que no se pueden responder.

Tres personajes, tres países, tres momentos distintos

Empezamos en Corea. Nora y Hae Sung son niños, compiten en el colegio y obviamente se gustan. Es una manera tierna de empezar una historia y empatizar con lo inocente de la relación entre ambos. Hasta que Nora tiene que migrar a Canadá, cambiarse el nombre y dejar atrás lo que conoce.

Doce años después, ha dejado Canadá por Estados Unidos, donde está estudiando para ser dramaturga. Son los primeros años de Facebook y es así como Hae Sung la encuentra y reconectan. Empiezan una serie de videollamadas con diferencias horarias en las que a través de la pantalla los ex-amigos se preguntan si podrían ser algo más. A Nora le hace recordar quién era antes. Hay disposición de viajar a encontrarse, pero los meses pasan y la cosa no avanza. Nora propone dejar de hablar por un tiempo. Se va a una residencia de escritores y conoce a Arthur.  

Y unos últimos doce años después, llegamos al presente. Nora y Arthur están casados y ella ha parecido decidirse por ser la Nora de Estados Unidos. La que ella misma creó, fuera de la Corea del azar y la Canadá de sus padres. Su relación va bien, pero cuando Hae Sung anuncia que volará a Nueva York, es un momento tenso. Y la película plantea su conflicto.

Y este no es un triángulo amoroso en el que la protagonista tiene que decidir con quién se queda. La tragedia está, pareciera ser, en que esa opción ni siquiera existe. El futuro está sellado por las decisiones pasadas. Lo que Nora sopesa al encontrarse con Hae Sung, después de décadas, tiene que ver con ella misma. Con las versiones de ella que dejó atrás y con el enfrentarse a lo que ha decidido ser y tener hoy. 

Y aquí vienen las felicitaciones correspondientes a Celine Song por el poder de hacer que algo tan sencillo tenga tanto impacto. Su dirección es tan precisa que entendemos exactamente qué está diciendo con cada uno de sus planos, lo que permite que el guion respire, que sus personajes estén en silencio y que veamos la historia desplegarse con naturalidad mientras absorbemos todos los subtextos. 

Vidas Pasadas es una película romántica que se siente fresca por la inmensa humanidad con la que aborda sus temas existenciales. Y sus personajes, todos honestos e intentando hacer lo correcto, buscan comunicarse con madurez y empatía. Nora nunca le oculta a Arthur la importancia de Hae Sung y él retribuye con comprensión y sin juicio. Hae Sung viaja a Nueva York por la curiosidad de resolver su pasado/presente con Nora y ella entiende que está haciendo ese viaje por ella y se lo agradece. 

Es una manera de hacerse cargo de su historia y nosotros como espectadores empatizamos porque en la vida todos tenemos personas que quedan dando vueltas por ahí, casi a punto de convertirse en algo pero igualmente cerca de caer en el olvido. 

Y por eso la idea del in-yun es tan reconfortante. Porque nos quita la presión de que todo tenga que ocurrir ahora. Nos afirma que hay un después y que ese después lo estamos construyendo ahora y de hecho lo venimos armando desde hace miles de años. Si algo tiene que pasar, pasará. Y eso, paradójicamente, nos hace apreciar más el tiempo presente. Y puede ser un chamullo pero también tiene algo de verdad. 

Nota de riesgo: lo más innovador en una película con tantas ideas es el nivel de responsabilidad y honestidad con el que se tratan los personajes. Enfrentarnos ante estos modelos relacionales puede ser desafiante, pero aún así queda como una película moderada.

Vidas Pasadas está ahora en cines.