Pinocho vuelve con una versión más oscura, de la mano de Guillermo del Toro

¿Otra adaptación de Pinocho? El fin de semana pasado, la película más vista de Netflix fue la última de Guillermo del Toro. El director mexicano, tras hacerse conocido por películas fantásticas, llenas de monstruos e imaginación, incursiona en el stop motion con una versión nueva del cuento infantil, más oscura y existencial que ninguna otra.

Pinocho, antes de Guillermo

La historia la conocemos. Una marioneta de madera que quiere convertirse en un “niño de verdad”. Basada en el cuento italiano del sXIX, la historia de Pinocho se popularizó cuando Disney la convirtió en su segunda cinta animada en 1940. Aunque primero fue un fracaso de taquilla, su reestreno en 1945 la consolidó como una de las películas animadas más importantes de la historia, un clásico que niños y niñas siguen viendo hoy.

Y luego, por supuesto, muchas adaptaciones. Entre las más conocidas están un par de esfuerzos recientes. Una versión del 2002 mostró al niño marioneta en la forma del actor Roberto Benigni, quizás la versión más extraña hasta la fecha. Luego, en el 2019, el director italiano Matteo Garrone tuvo su propio intento, más oscuro y exitoso, casteando a Benigni como el noble Geppetto y su Pinocho como alguien sacado del uncanny valley.

¿Conocen el concepto de los twin films? Es cuando, por razones de producción o mera coincidencia, dos películas con la misma trama o basadas en el mismo material son estrenadas el mismo año. Ocurrió con los biopics de Truman Capote y Steve Jobs, con las películas recientes de Blancanieves y, este año con nuestro querido Pinocho. Robert Zemeckis (Forrest Gump) adaptó fielmente la versión de Disney, con Tom Hanks como Geppetto y resultados desastrosos, el consenso siendo que no debió haberse molestado.

La primera de Roberto Benigni, en el papel de Pinocho
Ahora Benigni como Geppetto
La versión de Zemeckis con Tom Hanks como Geppetto

Por suerte llegó Guillermo del Toro (El laberinto del fauno, La forma del agua, El callejón de las almas perdidas), con su codirector Mark Gustafson a rectificar esta serie de intentos y hacer algo así como el remake definitivo. Y le ha ido tan bien que es probable que por un tiempo no vuelva a tocarse esta película.

¿Qué hay de nuevo con este Pinocho de Guillermo del Toro?

Guerra, muerte, Mussolini. Si bien las adaptaciones anteriores tenían componentes trágicos, es esta quizás la que más se aleja de un material que podría ser considerado para niños, a pesar de tener un tono inocentón.

No es la primera vez que Geppetto se muestra como un padre que perdió a su hijo, pero aquí vemos ese tierno vínculo, además de la muerte del niño como producto de un accidente de guerra. No es gráfico, pero le añade un componente triste y una motivación clara a Geppetto, que luego se convierte en un viejo borracho incapaz de superar la tragedia. Eso en los primeros diez minutos de la película.

Como en la película animada, Pinocho es un niño lúdico y desobediente, en este caso muy animado y feliz de conocer el mundo. Y como en la película animada, Pinocho se une a un carnaval que lo ve como un fenómeno y lo usa como su atracción principal (presentándose ante el mismo Mussolini). Al nuevo Pinocho le gusta este reconocimiento, ¡al fin la gente lo quiere! Pero, ¿qué aspecto no aparecía en versiones anteriores? Pinocho soldado, llevado a la guerra por su incapacidad de morir. A pesar de lanzarse a cada nueva aventura con entusiasmo, poco a poco se da cuenta de los horrores del mundo al que llegó.

La nariz que crece y crece al decir mentiras aquí es anecdótica, lejos del foco central. Si antes se usaba a la marioneta como un cuento cautelar para que los niños aprendieran a portarse bien, acá pareciera buscarse una reflexión más profunda.

Pinocho es inmortal y eso significa que verá a todos sus seres amados morir algún día. Convertirse en un niño de verdad, entonces, supone renunciar a la vida eterna y aceptar que la muerte también será su destino. Esos son los dilemas del nuevo Pinocho. La volaíta.

Guillermo del Toro crea así la versión moderna definitiva. Por un lado, por su valor de producción, con un stop motion perfecto, planos evocativos y una iluminación y 3D que te ponen a pensar cómo lo hicieron escena a escena (por suerte Netflix también estrenó un especial de media hora, Tallado a mano, que lo explica). Pero también por tratar con madurez temas que son fundamentales en una historia como esta. No es necesariamente una versión para adultos, pero los niños que la vean pueden hacerlo con alguien que esté dispuesto a discutir los temas que aquí se plantean. Así lo dijo del Toro:

Creo que queríamos llevar Pinocho a una versión que discuta cosas realmente conmovedoras y profundas para nosotros. ¿Sabes? Vida, muerte, paternidad, desobediencia, libertad, ya sabes. Y cuando lo presenté en todos los estudios, ¿dirían que es para niños? Y dije que no, pero los niños pueden verlo si sus padres les hablan. Si quieres una película infantil, ese es un tipo diferente de película...

Y qué bueno que así fue.


Nota de riesgo: habiendo tantas adaptaciones fracasadas, este remake no era una apuesta segura. Y haber introducido estos temas sin que perdiera la esencia mágica que caracteriza al director tampoco debió haber sido fácil. Es una película arriesgada.