Obi Wan Kenobi: el círculo se cierra

Soy un fan duro de Star Wars. De esos que a los 10 años, cuando los papás se juntaban con los tíos y tías a jugar póker los viernes en la noche, pedía que por favor lo dejaran en la casa para poder ver la trilogía original en VHS, grabada de la tele (y era bacán porque me podía saltar los comerciales; debo haberla visto más de 50 veces). De esos que en la universidad se enamoraron de Star Wars, el juego de rol de West End Games, que se jugaba no en Internet sino con lápices, dados y hojas de personajes fotocopiadas a la rápida en el negocio de la esquina. De esos que cuando salió la trilogía de precuelas en el cine la fueron a ver muchas veces.

Cuento esto para que se entienda la pasión: algunos van al estadio, otros coleccionan gorras o camisetas, a otros les gusta cocinar o intercambiar recetas de platos sofisticados. Yo veo Star Wars.

Dicho lo anterior, comentemos la última serie en el universo Star Wars: Obi Wan Kenobi.

Advertencia: spoilers de los capítulos 1 a 3 de la serie.

De qué se trata la serie Obi Wan Kenobi

Obi Wan Kenobi es una serie semanal de 6 capítulos, dirigida por Deborah Chow, y protagonizada y producida por Ewan McGregor como Obi Wan Kenobi, el maestro Jedi, quien diez años después de los eventos del Episodio III (La Venganza de los Sith), vive recluido en Tatooine, cuidando desde lejos a Luke Skywalker. Luke tiene 10 años, y vive con su familia adoptiva, Owen y Beru. Obi Wan se gana la vida faenando carne de Ballenas de las Arenas, y escondiéndose de los Inquisidores, una guardia de élite de Jedis oscuros bajo las órdenes de Darth Vader, encargados de cazar y matar a los Jedis que puedan haber sobrevivido a la tristemente famosa orden 66.

Reva, una de las Inquisidoras (interpretada por Moses Ingram), está obsesionada con encontrar a Obi Wan para congraciarse con Darth Vader y obtener así el título de Gran Inquisidora. Decide raptar a la hija de un diplomático famoso (el Senador Bail Organa, interpretado por Jimmy Smits), antiguo amigo de Obi Wan, para obligarlo a salir de su retiro y revelarse. Bail Organa ruega a Obi Wan que encuentre y le devuelva a su hija adoptiva, que no es otra que Leia, la hermana gemela de Luke (interpretada magistralmente por la joven actriz Vivien Lyra Blair). Esto empuja a Obi Wan a salir de su auto-exilio al final del capítulo 1.

En los capítulos 2 y 3 vemos cómo Obi Wan rescata a Leia mientras es perseguido por Reva y el resto de los Inquisidores en Daiyu, un planeta que recuerda escenas de persecución en Blade Runner. En el camino descubre una red de personas que ayuda a Jedis fugitivos a esconderse y escapar de la persecución. Obi Wan recupera un poco la esperanza al enterarse de que algunos Jedi que él creía muertos tal vez estén vivos, luego de ver sus marcas en las paredes del refugio seguro. Las marcas pertenecen a Quinlan Vos, Valin Halcyon, y otros dos nombres de las llamadas “leyendas de Star Wars”. A Quinlan lo vimos brevemente en Clone Wars; Valin Halcyon podría aparecer en Rogue Squadron, la película de Patty Jenkins que tal vez no llegue a ver la luz. En cualquier caso, la esperanza de Obi Wan es eclipsada al enterarse al final del capítulo que Anakin Skywalker, su amigo y hermano, a quien creía muerto al final del Episodio III (en una de las escenas de confrontación más terribles que han aparecido en toda la saga), no lo está: sobrevivió, se transformó en el ser temible de capa negra que todos conocemos, y ahora lo busca para vengarse de la horrorosa tragedia en la que lo dejó convertido.

El capítulo 3 es desgarrador. Durante toda la saga original, George Lucas siempre insistió que Star Wars era, al final del día, una historia para niños. Por eso nunca se muestra explícitamente la tragedia, la muerte, la tortura que sabemos que existió. Sin embargo, con la salida de Lucas, Lucasfilm y Disney han comenzado a explorar sutilmente escenas más explícitas. Este capítulo muestra la crueldad de Vader en todo su esplendor: llega personalmente a Daiyu a buscar a Obi Wan y tortura a varias personas en el camino para obligarlo a aparecer. Cuando lo encuentra se produce una de las escenas más descarnadas de toda la saga. Nunca se había visto tanta crueldad concentrada en una sola escena de Star Wars.

Todas las historias requieren de equilibrio

La mayor parte de las historias del cánon de Star Wars (esto es, todas las escogidas por Disney como parte de la línea de tiempo “oficial”) pretenden tenerte siempre sentado al borde de la silla. No es que esto esté mal: uno cuenta y escucha historias para olvidarse de la vida por un rato. Pero las historias como Star Wars, que abarcan muchas décadas y decenas de personajes, necesitan equilibrio.

Las tres trilogías y todas las películas intermedias (con la excepción tal vez de Rogue One) te mantienen permanentemente en tensión. Son como un jarro de vodka: puedes intentar digerirlo todo de una vez pero probablemente no es una buena idea. Desde un punto de vista psicológico, los estados de tensión permanentes no son sostenibles, y en la pantalla pueden llevar rápidamente al aburrimiento o a la suspensión involuntaria de la incredulidad: cuando nos sumergimos en una historia, aceptamos temporalmente la ficción y dejamos de cuestionarnos si lo que escuchamos es o no real. Aceptamos que existen naves espaciales y sables de luz, robots y seres inteligentes de otras especies, y una única Fuerza que une la galaxia, y que nos permite levitar, mover los objetos, influir en otros y ver otros momentos y lugares. Pero esta suspensión de la incredulidad también tiene reglas. Si los héroes están permanentemente volando estaciones espaciales todos los días antes del desayuno, la historia se vuelve no creíble. Por eso es tan importante que las historias sean equilibradas, como la vida: necesitamos que los héroes no estén todo el tiempo súper felices ganando batallas contra 1000 Stormtroopers armados sólo con su sable láser, y que tengan de vez en cuando un mal día (o una mala década, en el caso de Obi Wan).

En este sentido, la historia de Obi Wan es un perfecto contrapunto a la adrenalina de las trilogías: es una historia triste y cruel, que muestra a un hombre destruido emocionalmente por una dictadura brutal, que lo obliga a contener su impulso de ayudar y proteger a los que sufren delante suyo. Vive con la esperanza de ver crecer y algún día entrenar al hijo de su antiguo pupilo y amigo, Anakin Skywalker, como una forma de redimirse y superar la culpa de haberle dado a la galaxia su mayor opresor y torturador: Darth Vader.

En esas circunstancias, sólo son posibles las pequeñas alegrías y los pequeños gestos: todos los días, Obi Wan corta un pequeño trozo de carne de ballena que guarda para alimentar a su eopie, una especie de camello que le permite transportarse por los desiertos de Tatooine. Todos los días intenta hablar con su antiguo maestro Qui Gon Jinn mediante la meditación, tal como le pidió Yoda antes de partir al exilio en Dagobah.

Star Wars es una historia de heroísmo que ha inspirado a muchas generaciones, y que ocupa un lugar por derecho propio en la cultura popular de fines del siglo pasado y de comienzos de éste. Puede haber comenzado como una historia para niños, pero ya ha superado su ingenuidad y sutileza iniciales para transformarse en una apología al heroísmo adulto y en una reflexión sobre la guerra y la resistencia, la dictadura, la crueldad y la esperanza. La identificación con algunos temas fundamentales de la humanidad no es casualidad: para crear Star Wars, Lucas se basó en el “Viaje del Héroe” de Joseph Campbell, que en su libro “El Héroe con mil caras” identifica los elementos comunes de todas aquellas historias míticas que hemos contado desde los albores de la humanidad. Pero esta es probablemente una buena historia para otra columna.

De momento, nos quedan todavía 3 capítulos para entender cómo Leia vuelve a Alderaan a la casa de sus padres, para entender qué ocurre con Reva y el resto de los Inquisidores, para ver aparecer a Qui Gon Jinn como un Fantasma en la Fuerza como hizo con Yoda en Las Guerras Clon, y para saber cómo esto encaja en el desenlace que vimos por primera vez hace más de 40 años, en Una Nueva Esperanza. En otras palabras, para ver cómo el círculo se cierra.